Elisabetta Piqué 22 de mayo de 2021
@bettapique
El
padre venezolano, superior general de los jesuitas, dijo en una entrevista con
LA NACION que nunca pensó que “se pudiera destruir tanto” su país y criticó al
líder chavista
Desde
cuando fue electo superior
general de los jesuitas, en octubre de 2016, cuando se convirtió en el primer no europeo al
frente de la congregación fundada hace 500 años por San Ignacio de Loyola, el
padre venezolano Arturo Sosa siempre fue parco a la hora de hablar de su país,
donde aún viven su madre nonagenaria y una hermana.
En un
libro que publicó ahora en conversación con el periodista español, Darío
Menor, titulado “En camino con Ignacio”, Sosa, también
llamado “el papa negro” –por el color de su hábito y el cargo vitalicio-
explicó por qué. “Lloro, lloro. Más de dolor que de rabia. Es muy duro
todo lo que ha ocurrido. Nunca imaginé que se pudiera destruir tanto”,
confesó, ante una pregunta sobre qué siente cuando ve cómo está ahora
Venezuela.
En el
libro -que escribió en ocasión del Año Ignaciano, que conmemora el 500
aniversario de la batalla en la que Ignacio de Loyola, el 21 de mayo de 1521,
sufrió una herida que dio lugar a una profunda transformación en su vida-,
Sosa, de 72 años, licenciado en Filosofía y Teología y doctor en Ciencias
Políticas, también reveló que conoció bien a Hugo Chávez, que significó
el principio del naufragio de su país. De hecho, iba a visitarlo a la
cárcel después de su golpe de 1992.
“Nuestra
relación era buena, pero crítica. Discutíamos mucho, aunque él decía
que le habíamos salvado la vida. De alguna manera es verdad. Después de que lo
metieran preso, quisieron trasladarlo junto a otros compañeros a otra cárcel y
se temía que le fueran a matar durante el viaje. El jesuita que colaboraba con
la fiscalía, un obispo y yo nos ofrecimos para acompañarlo en el vehículo. Fue
una situación de mucha tensión, pero queríamos crear puentes”, contó.
En una
entrevista con LA NACION en una sala de la Curia Generalicia
de Borgo Santo Spirito, a metros del Vaticano, padre Sosa habló más de su
castigado país, donde admitió que Nicolás Maduro, a quien nunca
encontró, encabeza un régimen dictatorial.
-En el
libro usted llora por Venezuela, afirma que su salida es la superación del
chavismo, elecciones libres y transparentes y destaca que un obstáculo fuerte
es que la oposición está muy fragmentada. También dice que ha habido
oportunidades que no se han podido aprovechar: ¿a qué se refería?
-Pienso
por ejemplo en las elecciones parlamentarias del 2015 y esta pasada, en la que
no se presentó la oposición, dos oportunidades en las que se pudo haber hecho
otra cosa, políticamente más eficaz, aunque no se ganaran las elecciones en
términos de mayoría absoluta. Pero se perdió la ocasión de ratificar que esa es
la vía. Porque uno no va a las elecciones solamente cuando gana, uno va a las
elecciones porque es un espacio en el cual hay la posibilidad, entre otras
cosas, de conectarse con la población, de hacer propuestas, de poner claro
cuáles son las fuerzas que están en juego, y ahí se perdieron esas
oportunidades. Y se han perdido también oportunidades de negociación...
-¿Se
refiere a la famosa mediación en la que estuvo el Vaticano (2014-15) y hace dos
años, la que intermedió Noruega?
-Sí. O
sea que ha habido muchas oportunidades que no se han aprovechado. Se puede
analizar cada una más en detalle, pero en concreto de parte de la oposición no
ha habido la claridad suficiente para entrar en eso con una visión política de
largo plazo y por parte del gobierno porque ha sabido manipularla para reforzar
su poder...
-Hace
unas semanas el premier italiano, Mario Draghi, no usó eufemismos y llamó
dictador al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. ¿Usted llamaría a Maduro un
dictador?
-Por
supuesto el régimen es un régimen dictatorial y Maduro es la cabeza de
ese régimen dictatorial. Solo que yo tengo una pelea mediática, porque los
medios tienden siempre más a darle a la persona que al sistema. El problema es
que el caso de Venezuela, es el sistema. El sistema es más fuerte que la
persona, yo no me meto en otros lados, pero en Venezuela es ésa la gran
diferencia entre Chávez y Maduro. Chávez tenía una concepción de poder que se
le reforzó con la relación con Fidel Castro. Era la idea de un poder absoluto y
armó un sistema.
-Usted
en el libro lo compara con el Duce...
-No lo
comparo con el Duce, sino con la idea de que en Venezuela, como en la
Argentina, fue muy poderosa la teoría positivista en el final del siglo XIX y
comienzos del XX. Y uno de los mayores pensadores positivistas venezolanos,
Laureano Vallenilla Lanz, formuló la teoría del “César democrático”, que parece
una contradicción en los términos, pero que él lo justificaba mucho. Y una de
las primeras cosas que dije yo de Chávez es que estaba repitiendo la teoría del
“César democrático”, en el modo de justificar su presencia en el gobierno
cuando ganó las elecciones en el 99. No cuando se estaba muriendo después de
gobernar.
-¿Qué
se imagina que puede pasar en Venezuela, también en el contexto de la situación
difícil de Colombia, el desastre económico y la pandemia?
-Espero
y deseo que pueda evolucionar a una negociación. Creo que precisamente por las
condiciones tan adversas, si uno no arranca el análisis de Venezuela y de
América latina por la tragedia humana de la gente, especialmente de los pobres,
no puede de verdad proponer nada de largo plazo. Si se propone únicamente
como una lucha por el poder o por ganar elecciones, no se arregla. El problema
es cómo se soluciona el tema humano. En Venezuela y en América latina, en
Colombia, en Brasil, por cualquier país de América latina...
-En la
Argentina...
-Pero
en Venezuela es patente... Arrancando de ahí y viendo la carencia de medios
económicos y políticos que hay en este momento, no nos queda más remedio que
entendernos, que buscar juntos una vía. Una vía que sea inclusiva, porque el
tema no es ‘quítate tú pá ponerme yo’, sino cómo incluimos y cómo negociamos
para incluirnos.
-¿El
fenómeno Guaidó fue un fenómeno, o sigue siendo algo importante?
-Es
uno de los ingredientes que está ahí. Y otra vez, Guaidó no es Guaidó, Guaidó
es una corriente que se ha hecho un espacio en la vida pública venezolana, es
algo de lo que no se puede prescindir...
-El
Papa en un videomensaje que envió recientemente para la beatificación del
médico venezolano José Gregorio Hernández, no sólo llamó a la reconciliación, a
la unidad nacional y a la estabilidad democrática, sino que, además, se mostró
totalmente contrario a cualquier “intervención de afuera”.
-Todavía
hay alguna gente que no sé de dónde saca la ilusión de que es posible una
invasión... Eso es imposible e indeseable. Eso no sería una solución, sería
cambiar de problema.
-Aunque
personajes como Guaidó cuentan con apoyo externo...
-Sí,
por supuesto, pero eso también es parte de la negociación. La negociación se va
a hacer con apoyo internacional, como unas elecciones que sean creíbles tienen
que ser con transparencia internacional. Creo que el Papa primero por una
parte descarta un tema de invasión para sanar y que sean otros que
solucionen el problema. Los otros tienen que acompañar la solución del
problema, pero tiene que ser un problema que resuelven los venezolanos. Sin
acompañamiento es mucho más difícil. Y después usted mencionó antes Colombia...
Los problemas de Venezuela no son aislados en América latina y especialmente
muy vinculados con el tema colombiano. O sea los tropezones del proceso de paz
en Colombia tienen una repercusión directa en Venezuela. Y viceversa: la
solución de los problemas de Venezuela ayudarán a la paz de Colombia, sin duda.
-Cambiando
de tema: ¿Cómo ve al papa Francisco en este octavo año de papado aún marcado
por dificultades en su operación de limpieza y escándalos de corrupción?
-Lo
veo como una cosa que es admirable en el papa Francisco. Primero, su inmensa
confianza en lo que está haciendo, confianza que le viene de la fuerza
espiritual que tiene. Y lo segundo, que de verdad él cree en los procesos. Y
bueno, es un proceso en el cual hay avances y retrocesos, en el cual hay amigos
y enemigos, en el cual hay curvas y bajadas y subida y él las vive así. Las
vive con gran serenidad y con gran constancia... Como dicen en Venezuela ‘pa
lante y pa allá’
-¿Es
posible la conversión de la curia que él busca?
-Por
supuesto que es posible, pero no es fácil... Además yo creo que el tema no es
la curia, el tema es la Iglesia. La curia va a cambiar en la medida que la
sinodalidad se haga el modo normal de funcionar en la Iglesia. Entonces las
curias cambiarán...
-¿Los
15.000 jesuitas que hay en el mundo están todos firmes con el Papa, o algunos
siguen teniendo resquemores, como cuando fue electo en 2013 y buena parte quedó
en silencio?
- Hay
que hacer muchas distinciones ahí: una cosa es todos firmes con el Papa y otra
es todos firmes con Francisco. La Compañía de Jesús siempre, por definición,
está firme con el Papa. Después, con todos los papas ha habido más o menos
tensiones, más o menos confianza del Papa en la Compañía y viceversa. En el
caso del papa Francisco, yo sí pienso que la Compañía, en general y con toda la
variedad de matices que pueda haber entre los jesuitas –mi abuelo tenía un
cuadrito que decía ‘tres españoles, cuatro opiniones’- (risas), siente que éste
es el camino. Porque el papa Francisco representa una persona que está comprometida
con que la Iglesia siga el Concilio Vaticano II y en eso consigue el apoyo
completo de la Compañía.
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