Humberto García Larralde 24 de mayo de 2021
La
propuesta de negociación de un Acuerdo de Salvación Nacional con
el régimen de Maduro, lanzada por Juan Guaidó la semana, pasada parece haber
vivificado la política de la oposición democrática. Por lo menos eso es lo que
se desprende de la controversia que ha suscitado. Se propone lograr:
– La
convocatoria pública de elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y
municipales, con condiciones electorales adecuadas y reconocimiento
internacional.
– La
entrada masiva de ayuda humanitaria y de vacunas contra el COVID-19.
–
Garantías democráticas para todos los actores políticos, tanto del
chavismo, como de la oposición, lo que incluiría la liberación de todos los
presos políticos y la consideración de medidas de justicia transicional, en un
marco de reconciliación política y de reinstitucionalización del país.
– Un
compromiso internacional para la recuperación de Venezuela, que permita el
levantamiento progresivo de sanciones, sujeto al cumplimiento del Acuerdo.
Esta
propuesta, como insistió Guaidó al anunciarla, sólo será posible a través de un
proceso simultáneo de presión y negociación, nacional e internacional.
Para
voces radicales de oposición se trata de una ilusión, cuando no de una
traición, ya que obvia la naturaleza del régimen: éste no llegará a acuerdo
alguno que pudiera contribuir a su salida. Por tanto, se estarían sembrando
falsas expectativas a la población y a la comunidad internacional, que siempre
ha apostado por una salida negociada, haciéndole el juego a Maduro para que
alargue su permanencia en el poder. En tales términos, las opciones se reducen
a una intervención extranjera o un golpe militar
Pero
despachar el análisis con descalificativos fáciles, además de injusto, es
contraproducente, ya que impide evaluar seriamente los alcances de lo que se
propone. No puede sostenerse, a estas alturas, que Guaidó y quienes lo
acompañen desconozcan la naturaleza fascista del régimen. El proceso de
desengaño de los venezolanos sobre sus verdaderas intenciones ha sido demasiado
duro, prolongado, amargo y costoso en lo humano. Lo que mueve a Maduro y los
suyos no tiene nada que ver con el bienestar de sus compatriotas y, no obstante
su retórica “revolucionaria”, no los anima proyecto alguno, sea socialista o
nacionalista, que permitiría arribar a soluciones consensuadas con la
democracia. Su objetivo central es, por encima de todo, perpetuarse en el poder
para continuar expoliando el país. De ahí que no rectifican sus ruinosas
políticas ni les preocupa restablecer el ordenamiento constitucional porque,
junto a la instauración de un régimen de terror contra la oposición, son
consustanciales con este fin. La consecuente miseria, hambre y muertes
evitables, les rueda. Si levantaron algunos controles de precio, permitieron la
dolarización transaccional y aprobaron una “ley antibloqueo” para vender
activos públicos, fue porque no les quedaba de otra. Acusar a Guaidó de
desconocer la naturaleza del régimen solo busca descalificar todo intento de
negociación y a él como líder.
Pero,
entonces, ¿a cuenta de qué una negociación con estos personeros puede tener
futuro? La razón está en que el régimen tiene tanto o más interés que la
oposición en explorar salidas, porque su prolongada actividad parasitaria ha
minado sus propias bases de sustento. El régimen de expoliación instaurado es
cada vez menos viable y expuesto a pugnas internas de todo tipo, en competencia
por lo que queda de botín. Y, un poder que descansa sobre alianzas forjadas con
militares traidores, bandas criminales y estados-paria para depredar a la
nación, corre peligro cuando merman tan drásticamente los recursos a compartir.
Adicionalmente, Maduro y sus cómplices están imputados por fiscales de Nueva
York y Florida de narcotráfico, lavado de dinero y terrorismo
y tienen encima una investigación de la Corte Penal Internacional (CPI),
además de la condena de los organismos de defensa de los derechos humanos de la
ONU y la OEA, como de reconocidas ONGs. A muchos se les han congelado las
cuentas que poseen afuera de dineros mal habidos. Más allá, Alex Saab habrá de
ser extraditado a EE.UU. y se anticipa que, para disminuir su condena, divulgue
los intríngulis de sus ilícitos con Maduro.
De ahí
el interés en negociar, con la esperanza de que, al tomar una que otra medida
en la dirección esperada y ceder en algún requerimiento, les sean levantadas
las sanciones y consigan el ansiado respiro para seguir con sus “negocios”. En
este orden encaja la anuencia de Maduro, ¡al fin!, de permitir, la
entrada de ayuda humanitaria del Programa Mundial de Alimentos, así como de
vacunas anti Covid (a pesar de su saboteo inicial, ¡porque Guaidó había
contribuido en concertar el programa COVAX para el país!); el nombramiento, por
parte de la AN chavista, de dos demócratas como rectores principales del CNE;
la concesión de arresto domiciliario, en lugar de cárcel, a los directivos de
CITGO; la confesión, por parte de la fiscalía, de que el concejal Fernando
Albán fue asesinado y torturado, estando preso en el SEBIN, que el capitán
Arévalo también sufrió torturas (que produjeron luego su muerte), y que la
muerte del estudiante Pernalete fue homicidio, perpetrado por un Guardia
Nacional.
¿Esto
nos lleva a creer que, por fin, Maduro está retornando al redil constitucional
y que reconoce que ha vulnerado derechos fundamentales de los venezolanos? ¡En
absoluto! Pero se ve forzado a abrirse a un proceso de negociación. De ahí los
gestos referidos. Pero no todos los de su bando están contentos con ello. El
ansiado alivio presupone sacrificar o marginar a algunos. La apropiación de las
instalaciones de El Nacional por parte del asaltante de
caminos que ha revelado ser Diosdado Cabello, tendría explicación desde esta
perspectiva. A él no lo ningunea nadie y toma medidas para demostrarlo. Medidas
retrógradas contra las ONGs y la amenaza de avanzar hacia formas de “estado
comunal”, pudieran ser expresiones en el mismo sentido. En ese tinglado de mafias
que viven del régimen de expoliación implantado –y que constituyen su principal
apoyo—se agudizan las contradicciones. La muerte y captura de soldados en
Apure, por parte de una disidencia de las FARC, son la medida de los riesgos
involucrados en pactar este tipo de apoyos. Habrán de presentarse nuevas
manifestaciones de ello.
Más
indicativo, aún, de la desesperación que parece embargar el régimen por aliviar
su situación es la revelación de su oferta por vender PdVSA “por
piezas”, sin pasar por licitaciones públicas ni regulaciones legislativas,
y que les proveería un monto que sumaría 77 millardos de dólares[1]. Pero tal
oferta tendrá muy poca viabildad si el régimen no logra negociar el
levantamiento de sanciones.
De ahí
la potencialidad de la propuesta de Guaidó. Vincula necesariamente una
negociación de esta naturaleza con un programa de compromisos a cumplir, que
desembocarían en unas elecciones presidenciales y legislativas creíbles y
aceptables. Por supuesto, lo clave está en jugar cuadro cerrado con los países
democráticos que apoyan el retorno de la democracia en Venezuela y de quienes
depende el levantamiento de estas sanciones. Obviamente, Maduro y los suyos no
darán su brazo a torcer, por lo que la amenaza de reforzar las sanciones y de
interferir los apoyos de Rusia, Cuba, Irán y China, podrá ser decisiva. La
negativa de las mafias a ceder debe traducirse en un costo inadmisible para sí.
En el plano interno, presupone limar las diferencias entre sectores de la
oposición democrática y forjar los consensos y la unidad de propósitos que
permitan alimentar la confianza de la comunidad internacional en su seriedad y
responsabilidad. Si el acuerdo de salvación nacional es respaldado por todos y
cuenta con un sólido apoyo internacional, habrá de debilitar aún más a los
fascistas.
Desde
esta perspectiva, la discusión, ahora divisiva, sobre si participar o no en los
comicios regionales y municipales convocados pasa, por los momentos, a un
segundo plano. Se subordina a la conquista de condiciones apropiadas para la
realización de elecciones, esbozada como primer punto del acuerdo propuesto.
¿Es realmente positiva la designación de Enrique Márquez y Roberto Picón al
CNE? Tendrá que ponerse a prueba en los próximos meses.
Humberto
García Larralde
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