Carolina Gómez-Ávila 23 de mayo de 2021
Si lo
que informa Fundaredes —oenegé con más de 15 años de presencia en los estados
fronterizos Táchira, Apure, Zulia, Falcón, Bolívar y Amazonas— refleja los
hechos, tenemos 8 grupos armados (4 guerrilleros y 4 paramilitares) haciendo
vida cómodamente en 19 estados del país desde hace un buen tiempo.
Pero
que ya estemos contando las víctimas mortales de enfrentamientos entre ellos y
percibiendo la opacidad del Estado para informar, es otro nivel. Uno que nos
hace pensar que estamos entrando en la categoría de Estado fallido.
La
verdad es que, para el Derecho internacional, no existe tal cosa como un Estado
fallido porque, para el Derecho internacional, un Estado que no actúa como tal
no deja de ser un Estado. Pero para la comunidad internacional, es importante
definir el proceso de deterioro de un Estado en el cumplimiento de sus
obligaciones económicas, políticas y sociales. Lo es para tomar previsiones
sobre sus intereses y, en función de ello, decidir si intenta evitar la
desintegración.
Además,
no olvidemos que cuando los conceptos no son jurídicos, son políticos. Pronto
veremos a los politólogos corriendo a caracterizar las alternativas de su
interés: frágiles o en situación de fragilidad, fracasados, débiles, desestructurados, en
crisis, vulnerables, en descomposición y colapsados,
se postularán como competidores a Estado fallido, porque cada uno tiene
distintas consecuencias políticas internacionales.
En
todo caso, Estado fallido, más que un conjunto de características a las que se
llegó, es un término que describe un deterioro continuo en asuntos básicos: no
provee infraestructura, no logra recaudar impuestos, no tiene el monopolio de
la fuerza ni controla el territorio, no es capaz de asegurar a la población
servicios y necesidades esenciales ni de proteger sus derechos políticos.
Estamos hablando de un larguísimo proceso, del que en Venezuela podríamos estar
viendo los albores.
Lo
único relevante que le puedo decir al respecto, es que si usted aspira a tener
una opinión informada, debe tomar en cuenta que estas denominaciones salen de
diversos think-tanks importantes y que, por lo mismo, están acompañadas, cada
una, de un poderoso lobby ante los organismos internacionales. Y que, la
verdad, no importa tanto la profundidad de la caracterización como los
movimientos prácticos que provocará.
Este
es el verdadero problema de Apure, de la guerrilla colombiana en Venezuela, de
los últimos hechos de los que la nación tiene poca o ninguna información
creíble. Hechos que se dan mientras el gobierno intenta presentarse como la
cabeza de un Estado de pleno Derecho ante la Corte Penal Internacional para
responder a acusaciones muy graves —gravísimas— de crímenes de lesa humanidad.
Carolina
Gómez-Ávila
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico