Américo Martín 23 de mayo de 2021
Es
cada vez menos inocultable la incidencia de las drogas, trátese de carteles en
México o de los bloques en Colombia, fenómeno expandido en este último país, en
los dominios de la política y las armas, posiblemente más que en cualquier
otro. Siendo la guerra, según Clausewitz, la continuación de la política por
otros medios, se entiende perfectamente que la atormentada nación colombiana
haya sido rociada de fuego y drogas durante tanto tiempo. ¡Demasiado temple el
de nuestros hermanos vecinos para mantenerse en pie desde el asesinato de
Gaitán en 1948!, que es cuando pueden datarse correctamente los años de la
violencia. 73 años casi ininterrumpidos de sangre, destrucción y lava ardiente.
Esa
inmerecida desolación ha sido hija de políticas infames y lo peor es que no se
vislumbren próximas las salidas negociadas entre los factores involucrados y,
por el contrario, los desenlaces trágicos tengan una aguda propensión a
proyectarse hacia Venezuela, a través de la frágil línea fronteriza horadada
por quienes quieran hacerlo.
La
muerte del líder de las FARC Jesús Santrich, quien es percibido por gran parte
de la opinión internacional como estrecho aliado de Nicolás Maduro, es un
síntoma del muy mal estado de las relaciones entre nuestros países, que desde
la Emancipación habían sabido guardar fraternales lazos.
Si se
confirmara la apreciación internacional que relaciona a dos jefes faristas de
la envergadura de Santrich e Iván Márquez con autoridades venezolanas, no puede
menos que considerarse de extrema gravedad.
El
paramilitarismo ha ido ocupando grandes extensiones de Colombia y una cuota muy
elevada de la droga que financia actividades militares y acuerdos políticos de
toda laya.
Afortunadamente,
centros de investigación universitarios, agencias de organismos internacionales
y la Corporación Nuevo Arco Iris no han descuidado el seguimiento y cuidadoso
estudio del crecimiento de la para-política, con el objeto de llevarle el pulso
tanto a la expansión militar como a los acuerdos políticos forjados.
Estos
cuidadosos esfuerzos intelectuales no solo nos han dado una muestra de
realidades que se han tildado de «escalofriantes», las AUC, ya de suyo,
configuran un peligro muy serio. Castaño, su jefe original, aprendió el manejo
de la industria y comercialización de la droga con Pablo Escobar, temible jefe
del Cartel de Medellín. El caso es que estos personajes se desenvuelven como
peces en el agua.
La
Corporación Nuevo Arco Iris, con ayuda de la Agencia Sueca de Cooperación para
el Desarrollo, realizó una investigación sobre las negociaciones entre gobierno
y los paramilitares con el fin de precisar las conversaciones adelantadas en
San José de Ralito
Todas
estas indagaciones pusieron en conocimiento de los investigadores la enorme
expansión experimentada por las AUC entre 1997 y 2003. Zonas muy grandes e
importantes cayeron bajo su influencia sin gastar mayor pólvora, el Magdalena
Grande, Cundinamarca, Bogotá, Valle, Catatumbo, Norte de Santander, Meta,
Casanare.
En el
mencionado periodo de seis años, fue impresionante también el desarrollo de
otros frentes de las AUC, y de modo llamativo en costa caribe, el piedemonte
llanero, el sur y occidente. Esas zonas pasaron a denominarse Bloque Norte,
Catatumbo, Centauros, Vencedores de Arauca, Bloque Pacífico.
Es
sumamente importante tener en cuenta que en este acelerado crecimiento del
paramilitarismo, las FARC se encontraban sometidas a las complejas
negociaciones de paz, desarme y desmovilización con el gobierno del presidente
Uribe y su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos; todo lo cual sin duda les
complicaba mucho sus iniciativas y movimientos, con el agravante adicional de
las exitosas victorias militares alcanzadas por Uribe y Santos, que produjeron
un curso radicalmente distinto a la estrategia militar del sucesor de
Marulanda, Alfonso Cano, e impulsaron definitivamente las negociaciones de paz
con las FARC.
Es
bien conocido que en la búsqueda de los autores materiales de la muerte de
Jesús Santrich se cruzan interpretaciones. Se piensa en cazarrecompensas en
dólares y en pesos. Desde luego, nada puede descartarse, pero si algo es
evidente en este embrollo, es el peso del narcotráfico y las muy profundas
vinculaciones entre ese factor, los bloques paramilitares, incluidos los
desprendimientos de frentes guerrilleros de izquierda tradicional, tales como
las FARC y el ELN y fragmentos escindidos de grupos residuales en activo
proceso de atomización. Desde hace ya un tiempo aprendieron a manejar la compra
venta de parlamentarios, concejales, alcaldes, gobernadores, ministros,
funcionarios judiciales, sin dejar de lado militares que puedan ser útiles. Sin
embargo, aunque sea fácil fabular sobre corrupción, conjurar estas prácticas no
debería ser especialmente difícil, cuando son muchos los venezolanos honrados
decididos a denunciar y contribuir a cerrarle el paso a la infecta corrupción.
Américo
Martín
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