Jackelin D. 20 de mayo de 2021
En los
últimos días la casa de Marisol Román en Miami, Estados Unidos, se convirtió en
un set de grabación. No se lo esperaba, dice, ante el hecho de ser descubierta
en la red social Instagram como la venezolana que sería becada por la
Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) en ese país. Tiene 20 años de edad,
pero, menciona que, desde muy joven decidió ser disidente de los cambios que no
estaban escritos, alérgica a lo fácil, lo sencillo y lo que no quiere una
disciplina. Es, sobre todo, compulsiva con los retos y reacia a aceptar un no
como respuesta.
Quizás
ya le era familiar. Los Román residieron hasta hace 10 años en Valencia, estado
Carabobo, y eran los dueños de una empresa de automatización y Marisol siempre
estuvo expuesta a las enseñanzas que se impregnaban en las paredes de aquel
local. Relata que la curiosidad comenzó a temprana edad. Los libros sobre
ingeniería se presentaban como una ventana a la posibilidad y ella buscaba
textos en la vieja biblioteca de su casa. El interés conllevó a que en sexto
grado, siendo su primer año en Estados Unidos, ya Marisol fuera estudiante de clases
avanzadas en su escuela. Cuenta que en una conversación que sostuvo con su
profesora de Matemática le presentó la idea de aplicar para ser aceptada en un
programa especial en los que sus últimos dos años de bachillerato los
terminaría en la Florida State University (FIU).
Sería
la primera vez que Marisol conciliaba el éxito de un reto. La Academia para
Académicos Avanzados (AAA) es un programa al que pueden optar estudiantes de
las cinco escuelas públicas del condado de Miami Dade.
Los
seleccionados a esta beca reciben clases de secundaria y cursos universitarios
aprobados dentro de las instalaciones de la FIU. Sin embargo, para ser uno de
los limitados seleccionados se debe cumplir con ciertos requisitos y notas
resaltantes. Una de las especificaciones es haber aprobado la Prueba de Aptitud
Académica Preliminar de Matemática, el (PSAT), por su traducción al inglés, con
un puntuación más alta de 500.
Cada
uno de los requisitos exigidos eran suficientes en su historial académico para optar
por el programa. Y es que lo común, dice Román, es que a los estudiantes
interesados en este programa les envíen un correo electrónico con una
invitación a una charla de orientación al curso.
Ella
se preocupó al no recibirlo. Agarró su celular y empezó a buscar el número de
la encargada. La llamó, le dijo su nombre y preguntó por qué no lo había
recibido. Que quería ir no solo a la orientación, sino que aspiraba ser
aceptada. Quizás era la primera que recibía una llamada similar. Le dijeron la
dirección y Marisol asistió a la charla junto a su padre. El discurso de
iniciación todavía lo tiene memorizado en su cabeza, sabía que se había
contagiado por aquella curiosidad de siempre ir más allá de lo que normalmente
se ve. No se conformó y, añade, que fue su padre quien entregó sus documentos
en las oficinas del programa. Ella estaba en clases y él le hizo el favor.
Dentro de unas semanas se encontraría dentro de las aulas de la FIU. Aceptada
con un carnet universitario, en una clase dentro de las aulas de esta casa de
estudios teniendo solo 15 años de edad.
El
verano en el que conocerá la sede de la NASA
A las
telecomunicaciones, dice Román, las abordó con muchas dudas. Le interesan los
estudios de la ingeniería eléctrica, atraída por el uso de las energías
renovables, cercana a la nanotecnología y ve con cierto reojo a las relaciones
públicas. Pero cuando mencionó de los sistemas de comunicación a distancia, en
ese momento, era un área desconocida. Marisol cuenta que en su primer año de
universidad declaró no estar decidida a qué carrera estudiar. Exploró la
ingeniería y desentrañó la vena que afloraba sobre su apellido familiar. Empezó
a cursar Física II. Le encantó. La decisión la llevó a desenfundar su apego por
las menciones de potencia y la tecnología.
“Necesitaba
ayuda con mi tesis y un amigo me recomendó que viera un profesor que me podía
apoyar con algunas dudas sobre la rama de telecomunicaciones. Un día me
preguntó cuántos años tenía y en ese momento tenía 19 años de edad. Se
sorprendió al enterarse que me iba a graduar antes de cumplir 20. Me dijo que
tenía el potencial para hacer un postgrado y me propuso trabajar en su
laboratorio con la aplicación de una beca, entre ellas, estaba la de la NASA”,
dijo en entrevista para El Diario.
Marisol
aplicó para las becas de postgrado en diciembre del año pasado. Se enteró que
había quedado seleccionada luego de un mensaje de su profesor el 30 de junio
del 2020 por su propuesta de proyecto para tener una comunicación más efectiva
entre el espacio y la Tierra. Actualmente, explica, se utilizan sistemas que
usan dos bandas de frecuencias, es decir, desde las naves espaciales hasta la
NASA solo se pueden comunicar o recibir información en diferentes frecuencias o
tiempos. En cambio, el sistema que la venezolana buscará implementar es mejorar
el sistema STAR (transmisión y recepción simultánea) para que pueda tener la
capacidad de hacer las dos cosas al mismo tiempo.
“Las
agencias del gobierno de Estados Unidos solamente le dan una pequeña parte del
espectro de radiofrecuencia para todas sus comunicaciones. Entonces es un
sistema congestionado y existe una gran posibilidad de que las señales se
dañen, tengan errores y sean vulnerables a ataques. Por ello, actualmente estos
sistemas tienen un aislamiento en general de hasta 80 decibeles y esto no es
suficiente para las comunicaciones para la NASA y debería estar en un rango de
120 decibeles y con una banda ancha más extensa. Lo que estamos proponiendo son
incluir más periodos de aislamiento con cuatro etapas, de las dos ya
establecidas por la agencia especial. Esto implica que tienen que buscar una
manera de hacer las antenas o los aparatos mucho más eficientes para que haya
menos posibilidad de vulnerabilidad de ataques cibernéticos o interferencias”,
explicó Román.
Marisol
comenzó la primera etapa del proyecto la semana del 24 de septiembre. Dice que
su interés estará enfocado en traducir la interferencia entre dos antenas para
identificar los principales errores que ocurren en este sistema de
comunicación. Luego, se evaluará cuál es la técnica y tipo de aislamiento que
se aplicará para posteriormente realizar las pruebas del proyecto. Finalmente,
se publicará un informe sobre los detalles del proyecto.
Ella
estima que para verano del próximo año estará trabajando dentro de los
laboratorios de la sede de la NASA, en Washington, para continuar con su
investigación durante al menos 10 meses.
En la
conversación, en este punto, brotan especialmente las anécdotas de la infancia.
Las revive, las siente, las añora. Todavía le parece increíble que su familia
la felicite y que la institución detrás del logo con el mundo azul y estrellas
blancas orbitando en su alrededor tengan conocimiento de su nombre. Se ve en el
patio común de su casa, desde niña y pensando en todos los proyectos que su tío
le comentaba sobre la ingeniería y que ella ahora podrá realizar desde una
agencia espacial.
Para
Román esto ha sido una de esas miradas afortunadas que, para suerte nuestra,
una circunstancia fortuita trajo hasta aquí. Su infatigable espíritu por el
conocimiento da cuenta. Ahora, que está empezando, dice que trabajará el doble
y que siempre hay un motivo de entusiasmo asechándonos, y en su caso, nunca
pudo ser capaz de ignorarlo.
Reconocida
por Forbes
La
joven venezolana, quien fue directora de la Alianza Estudiantil Venezuela
(VSA), también participó en el Forbes Under 30 Summit en el año 2019.
Este
evento, realizado en Detroit, reúne a las mejores mentes de la industria, las
políticas públicas, además de se congrega para establecer contactos, colaborar,
reclutar e intercambiar ideas.
Tomado
de: https://eldiario.com/2020/10/10/venezolana-tierra-nasa/
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