Miguel Méndez Rodulfo 24 de mayo de 2021
Vistos
los casos de Centroamérica, Brasil y Venezuela, toca mirar cómo Guayaquil,
Ecuador, detectó y atajó el problema de las pandillas callejeras, antes que se
convirtiera en un mal endémico, porque su ejemplo es paradigmático. Una
activista religiosa, Nelsa Curbelo, de la iglesia católica de los pobres, que
había hecho de la paz la misión de su vida, hace una década puso sus ojos sobre
las pandillas, un fenómeno hasta ese momento invisible para la sociedad, del
cual se desconocían sus códigos, modus operandi, zonas de operación, gethos y
personajes. El potencial peligro que tales pandillas podrían tener para
acarrearle daño a la sociedad y en particular a las comunidades pobres donde
operaban, movió a esta luchadora social. Decidió recopilar información sobre
ellas y una vez conocido sus espacios, sus normas y su conducta, usó una
estrategia misionera para acercarse a ellos y ganarse su confianza.
Lo que
Curbelo hizo contrasta enormemente con las políticas de mano dura y uso de la
fuerza pública, policial y militar, que se han utilizado en casi todos los
países de América Latina. En su labor evangelizadora en el barrio, esta mujer
mayor, se sentaba por las noches bajo el farol de la calle donde la pandilla se
reunía. Lo hacía en silencio. Así durante mucho tiempo de misión pastoral,
confidencialidad absoluta, callada, como una presencia familiar y sin juzgar,
poco a poco fue logrando que las pandillas se habituaran a su presencia y
hablaran sin tapujos de temas internos y de sus propósitos. Creo que de alguna
manera, la presencia de esa sierva de Dios, los moderaba. Poco a poco ella fue
entendiendo sus códigos (el jefe de la pandilla es el que menos habla), su
estructura, la dimensión del entorno que abarcaban y sus militantes. Luego de
años, cuando tuvo suficiente información, hizo un informe confidencial, sin
identificar personas, por si el documento caía en manos policiales, y con ello
organizó reuniones para exponer el tema en universidades, ONG, gobiernos
locales, medios de comunicación, ministerio social del gobierno nacional, ministerio
de educación, ministerio de cultura, ministerio de deporte, ministerio de
salud, las iglesias, organismos multilaterales, etc.
Una
vez orquestada una red de ayuda, lo primero que hizo fue convencer a los
pandilleros que para funcionar eficientemente tenían que tomar un curso de
organización, liderazgo y gerencia, que dictaría la universidad en las
instalaciones de la alcaldía. Una condición era que asistieran al curso
miembros de diferentes pandillas, que se reconocieran e interactuaran, otra era
que en los espacios institucionales no se admitía la violencia ni las armas y
se propuso actuar siempre con la verdad, sin mentir. Quién terminara el curso
se haría acreedor de un diploma emitido por ambas instituciones. El valor
simbólico para estos pandilleros con muy baja formación escolar, marginados de
la sociedad que eran tomados en cuenta por la sociedad civil y el Estado, fue
enorme. Nadie podía imaginar el impacto que tal acción ocasionaría en su
psique. Siguieron cursos de manejo de computadoras, internet, gestión de
negocios, formación de oficios (carpintería, albañilería, plomería,
electricidad, electrónica, etc.). A la par que los medios: prensa, radio, TV,
redes, divulgaban el experimento y convertían a los pandilleros en figuras
conocidas, que de actuar en las sombras, ahora daban declaraciones; igualmente
se diseñaron estrategias deportivas asociadas al fútbol, voleibol, básquet,
etc., y eventos culturales de pintura, música, danza, poesía, literatura, etc.
Para
ello hubo una alianza institucional con una estrategia definida enfocada en las
pandillas, que logró mediante facilidades y pequeños financiamientos una serie
de emprendimientos: empresa de artes gráficas, talleres de reparación de
electrodomésticos, carpinterías, etc. Este reconocimiento, capacitación, apoyo
y confianza, obró el milagro de desactivar la efervescencia de las pandillas y
convertir a jóvenes descarrilados en ciudadanos que pensaban en su futuro como
padres y como hombres de bien. Al efecto hay que destacar como la paternidad
hacía más permeables a estos jóvenes delincuentes a la misión pastoral. Como se
habrá notado, el tema policial estuvo ausente de esta destacada iniciativa
social.
Miguel
Méndez Rodulfo
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