Por Marino J. González R.
Desde mediados del año
pasado se sabía que era posible que varias vacunas fueran efectivas contra
covid-19. Los esfuerzos de múltiples centros de investigación, empresas,
organizaciones internacionales, para probar vacunas, estaban en marcha en
muchas partes del mundo. Tan grande era esta posibilidad que varios gobiernos
concertaron acuerdos para comprar vacunas entre agosto y octubre de 2020. En
América Latina, Brasil formalizó el primer acuerdo en agosto, y Ecuador y
México en octubre de 2020.
La información sobre
las posibles vacunas estuvo disponible para todos los países. Los medios de
comunicación de todo el mundo concentraron la atención en la pandemia. Y el
tema especial en esa cobertura era justamente el desarrollo de las vacunas.
Después de seis meses de la aprobación de vacunas contra covid-19 para uso de
emergencia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por muchos países,
la situación revela claramente que la capacidad para gestionarlas ha
determinado significativas diferencias, con consecuencias que afectan
directamente las posibilidades de enfermar y morir en los países.
En la Unión Europea, a
pesar de que las vacunaciones comenzaron con dificultades en el suministro,
actualmente la gran mayoría de los países (25 de 27), ya tienen un porcentaje
de vacunaciones diarias de 0,5. Solamente los Países Bajos y Bulgaria tienen
menos de 0,5%. Esto significa que en la gran mayoría de los países de la Unión
Europea se logrará vacunar al 70% de la población antes de que termine el año 2021.
La situación es muy
diferente en América Latina. Solo tres países (Uruguay, República Dominicana y
Chile) superan actualmente el 0,5% de cobertura diaria de vacunación. Por otra
parte, cuatro países no tienen registro de las vacunaciones diarias, sea porque
no las han iniciado (Haití y Cuba), sea porque no reportan datos (Honduras y
Venezuela). La consecuencia directa de este bajo porcentaje de vacunaciones
diarias es que solo dos países podrían alcanzar el 70% de cobertura en 2021
(Uruguay y Chile), y un país en los primeros meses de 2022 (República
Dominicana).
Al ritmo actual, la
gran mayoría de los países de América Latina alcanzarán la cobertura de
inmunidad contra covid-19 a partir de 2023. Es decir, al menos dos años después
de la cobertura de inmunidad en la Unión Europea.
Estas debilidades notables de gestión de vacunaciones no solo afectan el tiempo para alcanzar la inmunidad. También tienen efectos de corto plazo. El primero de ellos es que se mantiene la propagación de la pandemia. Mientras en la Unión Europea solo tres países (de 27) registran un número de más de un caso por cada caso preexistente de covid-19 (R>1), en América Latina son 14 países (de 20). En la medida que no se aumente la cobertura de inmunizaciones, la tendencia será mantener el alza de la pandemia.
Esta tendencia también
se expresa en la proporción de casos positivos por cada 100 pruebas realizadas.
En la Unión Europea el país con mayor porcentaje de positivos es Eslovenia con
13%, mientras que en América Latina el país con el porcentaje más alto es
Paraguay con 37%. Además, solo tres países de América Latina tienen menos de
10% de positividad (Chile, Cuba y Panamá). En la Unión Europea son 23 países lo
que registran menos del 10% de positividad.
El segundo efecto de
corto plazo es la tasa de mortalidad por covid-19. En la Unión Europea solo dos
países (Croacia y Hungría) registran tasas de mortalidad diarias por covid-19
superior a ocho muertes por millón de habitantes. En cambio, en América Latina
son seis países (Uruguay, Argentina, Colombia, Paraguay, Perú, y Brasil). En
consecuencia, la tardanza en lograr la inmunidad se manifestará en el aumento
en casos y en la persistencia de la mortalidad por covid-19.
Es evidente que, de
mantenerse la deficiente gestión de las vacunaciones en América Latina, los
próximos meses se caracterizarán por la persistencia de la pandemia, en número
de casos y muertes, así como en el deterioro del sistema de salud.
También es notorio que
si tres países de la región han podido coordinar adecuados programas de
vacunación (Uruguay, Chile y República Dominicana), todos los demás lo hubieran
podido hacer.
Estas limitaciones no
eran inevitables. Son el resultado de políticas públicas inadecuadas, de la
falta de previsión para relacionar objetivos de bienestar con los medios para
alcanzarlo. El escenario desfavorable que se asoma para los próximos meses es
la consecuencia directa de la gran debilidad de la mayoría de los gobiernos de
la región para desarrollar adecuadas políticas públicas.
Marino J. González es PhD en
Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la
Academia Nacional de Medicina.
19-05-21
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