Por Gregorio Salazar
La cadena de
enfrentamientos en la frontera sur, que involucran a elementos de diversas
facciones de la guerrilla colombiana, y los reveses ocasionados a las Fuerza
Armada Nacional Bolivariana (FANB) no dejan asomo de dudas de que estamos
frente a una crisis creciente que está desbordando al régimen venezolano.
Lo desborda, lo desnuda
e inevitablemente lo humilla si se toma en cuenta que estamos frente a un
esquema de poder que se asume militarista en su más profunda esencia, que ha
hecho de las FANB no solo su principal y casi único soporte para la ansiada
perpetuación en el poder, sino también la encargada de «gerenciar» a lo largo
de más de dos décadas desde Pdvsa y las industrias básicas de Guayana, pasando
por ministerios, gobernaciones y hasta minúsculas alcaldías del país.
En ese papel
fundamental que Chávez le asignó al componente militar desde su llegada al
poder, convirtiéndolo finalmente en el verdadero partido del gobierno, las FANB
también han sido desbordadas, pero no en el combate con narcobandoleros
colombianos sino por la ineptitud y la corrupción, rasgos característicos de
sus ejecutorias.
Y eso incluye desde la
venta de verduras hasta la producción de gasolina y diésel. El fracaso de la
revolución bolivariana es el fracaso de las FANB en todos los órdenes de la
vida pública.
Pero, si bien la
improvisación hacía presagiar esos desastres de los militares en áreas que no
eran de su competencia, podía ser no tan esperable en su acción represiva a la
guerrilla colombiana (la enemiga, no la de Iván Márquez y otros aliados),
tratándose de una fuerza armada a la que la propaganda oficialista pondera como
la más moderna y mejor equipada (y vaya si se han malgastado ingentes recurso
en ello) y tan bien entrenada como para permitirse el fanfarrón lujo de
desafiar al imperio mismo y al gobierno colombiano.
La presencia de la guerrilla
colombiana en áreas fronterizas de Venezuela no es, ciertamente, nueva. Lo
novedoso ha estado en que desde la llegada del régimen chavista fuera
gradualmente reconocida y finalmente declarada y tratada como formando parte de
un mismo proyecto. Los avatares del proceso de paz en Colombia produjeron
varias divisiones en esas filas y el régimen venezolano se anotó con la llamada
Nueva Marquetalia, alias Narcotalia, encabezada por Iván Márquez y Jesús
Santrich, quien acaba de ser abatido en la sierra de Perijá, según varias
fuentes.
A pesar de la hegemonía comunicacional —que en momentos de apuros revolucionarios como este se convierte en la hegemonía del silencio sepulcral— buena parte de la opinión pública se ha informado de la última escalada guerrillera —protagonizada por el bloque disidente de las FARC, que tiene como cabecilla a Gentil Duarte, y elementos del ELN—, principalmente por la labor de FundaRedes, ONG dirigida por el profesor Javier Tarazona.
Primero fue el asalto
contra un batallón del Ejército en la población de La Victoria, Apure, el
pasado 21 de abril. Dos días después fue la voladura de la aduana local,
mientras la zona, sin energía eléctrica, entró en caos y se inició el
desplazamiento de la población hacia el lado colombiano. Se estima que entre
6.000 y 7.000 personas, entre venezolanos y colombianos, pasaron a Arauquita,
en el país vecino.
Lo peor vino cuando la
respuesta de las FANB, mediante el envío a la zona de dos helicópteros y 36
efectivos, fue objeto de una emboscada que ocasionó 12 bajas, tres heridos y ocho
secuestrados, que aún permanecen en manos de la guerrilla.
El acabose fue la
muerte a balazos de Jesús Santrich, quien como lo indicaban varias fuentes, se
encontraba en territorio venezolano con la protección del régimen. Sobre esto
el gobierno venezolano aún no se pronuncia. El jueves el asesinato del jefe de las
FAES en Guárico también fue atribuido a 30 elementos de la guerrilla.
Un régimen que mantiene
un férreo control comunicacional, que no informa en los medios del Estado y
promueve la autocensura en los pocos privados que quedan —sobre todo en el
sector audiovisual—, minimiza los inmensos costos políticos que significan la
evidencia de que no controla ni puede dar seguridad al territorio nacional. Ni
en la zonas rurales ni en las urbanas, donde las bellaquerías de el Coqui en
Caracas lo han convertido en uno de los personajes más famosos de las redes
sociales.
Pero, allá en las
alturas del poder no pasa nada. El ministro de la Defensa y su alto mando
siguen tan campantes, nadie les cobra ni les recrimina. Nadie los bota ni les
piden la renuncia por tan escandaloso y humillante fracaso. Les basta su
complicidad en el sometimiento y la subyugación del pueblo venezolano para
buscar, ellos también, la perpetuidad en sus cargos y salvar el pellejo.
Objetivo que está cada vez más fuera de sus alcances. Que la sociedad
venezolana no se haya rendido es la mejor garantía de que no lo lograrán.
Gregorio Salazar es
Periodista. Exsecretario general del SNTP.
23-05-21
https://talcualdigital.com/terrorismo-en-la-frontera-por-gregorio-salazar/
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