Carolina Gómez-Ávila 20 de junio de 2021
Parece
que los cuadros regionales de los partidos están sinceramente preocupados por
el asunto de la participación electoral. He escuchado a algunos. Los respeto y
han llegado a conmoverme con un enfoque que comprendo, pero que es muy distinto
al que puede encajar en la población.
Defiendo
el sistema de partidos múltiples. Como republicana quiero alternancia
democrática, así que no puedo defender otra cosa. Entiendo la necesidad que
tiene Venezuela de que los partidos políticos se fortalezcan y, en
consecuencia, entiendo a esos hombres y mujeres cuyas razones tienen mucho que
ver con su futuro político, que es casi como pensar en su futuro laboral.
Entiendo
que les atormente qué harán si no logran alguna cuota de participación que les
añada trayectoria en un equipo de gestión. Pero si bien los he oído preocupados
por cómo convencer a la población sobre ir a votar, no hablan de cómo
convencerla de que voten por ustedes.
Los
cuadros de los partidos no discuten con la población las razones por las cuales
la población no tiene motivos para ir a votar en esta oportunidad. A todo
responden con argumentos tangenciales, insustanciales, irrelevantes.
Es muy
delicado que no le digan al pueblo que, incluso si —por acuerdo y no por
pulcritud del proceso— obtuvieran un puñado de cargos de representación, estos
no significarán cambio alguno para las vidas de sus representados en las
distintas regiones y municipios.
Empeorará
la ya mala percepción que tiene la población sobre la política y los políticos,
el hecho de que ustedes no afronten la discusión sobre el proceso de vaciado de
poder que está en marcha a través de las llamadas zonas económicas especiales y
ciudades comunales. Las primeras, pensadas para anular a gobernadores y
diputados estadales; las segundas, para neutralizar a alcaldes y concejales.
No
parecen asomarse a la posibilidad de tener una batalla ciclópea para arañar
menguados cargos y luego, exactamente al día siguiente, contar con leyes que
les quiten el rango de maniobra.
Tampoco
—y esto me duele— discuten sobre cómo enfrentar al Poder Judicial que fue tan
diestro para conculcar las atribuciones de la última Asamblea Nacional legítima
que se dio el pueblo de Venezuela, ni al resto de los poderes públicos, todos a
la orden de la cúpula opresora y, que han demostrado una y otra vez, que irán
contra ustedes si no se ciñen a la cartilla.
Los
entiendo, sabe Dios que los entiendo. Quiero partidos políticos robustos,
capaces de darle equilibrio a la democracia y ustedes dirán que esos solo
pueden vivir tomando las porciones de poder que estén a su alcance. Pero digo
yo: ¿hace cuánto que no hacen una reunión para hablar de su doctrina
partidista? ¿hace cuánto que no hablan solo de eso con sus simpatizantes o
tratan de convencer a nuevos a partir de ahí?
Hace
casi un siglo, Antonio Gramsci, que terminó siendo un preso político de
Mussolini, escribió en uno de sus famosos cuadernos:
«No
puede haber elaboración de dirigentes donde falta la actividad teórica,
doctrinaria de los partidos, donde no se buscan y estudian sistemáticamente las
razones de ser y de desarrollo de la clase representada. De ahí la escasez de
hombres de Estado, de Gobierno, la miseria de la vida parlamentaria, la
facilidad de disgregar a los partidos, corrompiéndolos, absorbiendo a sus pocos
hombres indispensables».
No
todos los problemas políticos se resuelven por la vía electoral. Para encontrar
argumentos y solidez política creo que deben regresar a sus ideologías y
doctrinas, porque, de lo contrario, los primeros clientes del populismo son
ustedes y nos arrastrarán a todos a un pozo que la vida nos ha enseñado que no
tiene fondo.
Carolina
Gómez-Ávila
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