Emilio Nouel 26 de junio de 2021
@ENouelV
En
Venezuela la búsqueda interminable de una solución al largo conflicto político
que agobia a sus ciudadanos por más de dos décadas, persiste, lo cual, sin
duda, genera una mayor desesperanza y multiplica la frustración.
De
nuevo se reinician conversaciones sobre una probable negociación, auspiciada
por actores internacionales. EE.UU, la Unión Europea y Canadá han suscrito una
importante declaración en la que manifiestan su preocupación sobre la crisis
venezolana y su impacto regional y global. Se pronuncian por una solución
pacífica que incluya abrir un proceso de negociaciones integrales que
conduzca a restaurar las instituciones y a que los venezolanos se expresen a
través de elecciones creíbles y transparentes no solo locales y parlamentarias,
sino también presidenciales; esta ultimas, por cierto, borradas de la
declaración por algunos interesados en decir que se apoya exclusivamente las
elecciones convocadas por la tiranía para este año.
En el
mismo sentido, recientemente, Juan Guaidó había formulado una propuesta
denominada Acuerdo de salvación nacional, el cual incluía
una negociación en la que participen la comunidad internacional, el gobierno
interino y el régimen chavista. Tal acuerdo propone un cronograma de elecciones
libres y justas que incluya presidenciales, parlamentarias, regionales y
municipales con la debida observación y el respaldo de entes internacionales
relevantes.
Nicolas
Maduro, ante la propuesta, respondió poniendo como precondiciones la
eliminación de las sanciones, reconocimiento del régimen como poder legítimo y
acceso a los fondos de la Republica que se encuentran congelados en el
exterior. Puntos estos, que son de la negociación, y no previos a ella.
El
Acuerdo de Guaidó, como era de esperarse en una oposición dividida, también fue
criticado por algunos sectores democráticos minoritarios, unos que descreen de
toda negociación y con no poca razón, y otros, simplemente, por reacción frente
al proponente.
Con la
negociación planteada, la historia, como aquel bolero, vuelve a
repetirse.
Para
algunos analistas, la negociación, si bien considerada como necesaria, sin
embargo, podría reiniciar un círculo vicioso ya muy bien conocido por los
venezolanos. No son pocos los que manifiestan su escepticismo, habida
cuenta de las experiencias fallidas anteriores, en las que los representantes
chavistas han abandonado las conversaciones.
Esta
conducta reiterada es un modus operandi que solo busca ganar tiempo y así
mantenerse en el poder.
Este
círculo vicioso, como se ha señalado muchas veces, se inicia siempre con las
falsas promesas de elecciones libres, que son seguidas por nuevas normas y
medidas impuestas desde el Ejecutivo y el Tribunal Supremo cuando los
resultados no los favorecen (procesos judiciales fraguados y amañados,
interpretaciones retorcidas de las leyes, nombramientos de administraciones
paralelas,, etc), las cuales generan nuevas protestas que son reprimidas, se
persigue al opositor y se hace detenciones arbitrarias, para luego
comenzar un nuevo “dialogo” y negociaciones sobre nuevas elecciones, y así
sucesivamente se abre otro ciclo que no lleva a ningún parte. Se crean
expectativas que pronto serán defraudadas, produciendo divisiones entre los
opositores, cuando no, pactos entre los colaboracionistas y los tiranos, que al
final, favorecen la permanencia en el poder de estos.
Obviamente,
las circunstancias para el gobierno de Maduro hoy no son las mismas que en
pasadas ocasiones. Su situación presupuestaria es grave y la penuria social ha
aumentado. Las dudas, bien fundadas, sobre una verdadera disposición del
régimen para abrir caminos de solución, no se disipan. La desconfianza no
desaparece, más bien aumenta, reflejándose en la opinión pública con el rechazo
mayoritario del régimen y sus cómplices.
El
gobierno chavista sigue manteniendo una red de apoyos internacionales que le
permiten maniobrar, de manera parcial con cierta eficacia, pero limitada. De
allí que algunos digan que no hay una bala de plata que acabe con el gobierno
de Maduro, mientras ese soporte no sea quebrado. Crucial es, entonces, que la
acción exterior se profundice, que aunada a la acción interna organizada vaya
abriendo una salida a nuestra calamidad.
Juan
Guaidó, a pesar de los cuestionamientos que le hacen, ha intensificado en los
días que corren sus gestiones ante actores internacionales para que hagan mayor
presión hacia un arreglo negociado que ponga fin a nuestro inacabable
conflicto. Desmontar aquella de red de apoyo internacional es elemento
decisivo. No podrá haber resultado eficaz y duradero sin el soporte a la
recuperación democrática desde el exterior, y Guaidó pareciera tenerlo claro
ese punto. Muchos apostamos al éxito de esas acciones, a pesar de las
aprensiones justificadas que mantenemos.
Emilio
Nouel
@ENouelV
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