Ángel Lombardi 25 de junio de 2021
@angellombardi
En la
antigua ROMA, que sí sabían de política, leyes, gobiernos y guerras exitosas,
cada tanto tiempo, como es “normal” en la historia eran sacudidos por profundas
crisis internas de todo tipo y a veces hasta por guerras civiles en la lucha por
el poder. En esas difíciles circunstancias y para evitar que se repitieran con
frecuencia y no poner en riesgo a la República Senatorial o cuando se sentían
amenazados por un peligro exterior, crearon la figura del dictador con plenos
poderes para que “controlara” la situación. Pero su mandato, duraba seis meses
sin prórroga ni repetición. Sabían lo peligroso de un individuo con todo el
poder. Y así sucedió con el golpe de estado de Julio Cesar que obligó al Senado
a designarlo dictador-perpetuo. Dos años después, como es sabido, fue asesinado
por un grupo de Senadores y con ello estalla la guerra civil entre Marco
Antonio y Octavio, disputándose la herencia política de Julio Cesar y el poder,
iniciándose así la época romana imperial.
Las
dictaduras, en sus diversas formas e ideologías siempre comparten la misma
característica, quieren ser “eternas”. Dicho esto, para intentar explicarme al
referirme a nuestra situación actual. En 1998 la gente que votó por Chávez, en
su mayoría creo, no pensaba en lo que vino después. Nuestra sociedad se había
acostumbrado a nuestra democracia electoral, imperfecta pero que había
permitido 40 años de vida política y social sin grandes sobresaltos. Tanto, que
éramos citados como modelo para América Latina y refugio amistoso para muchos
que huían de las dictaduras en sus países. Porqué se interrumpe el proceso
democrático iniciado en 1958, habrá que analizarlo de manera plural y racional
en su momento. El proceso político iniciado en 1999, si bien de origen
electoral se fue contaminando de autoritarismo y militarismo en exceso, y
pasado el susto del 2002, la entrega progresiva a lo que se ha llamado la
“franquicia cubana”. Primero la influencia personal de Castro y después el
modelo completo “castro-comunista” apuntalado a través de militantes comunistas
que rodeaban a Chávez, muchos provenientes de organizaciones de la izquierda
comunista venezolana o personas vinculadas. El resto es la agonía de la
destrucción y penurias que hemos padecido y padecemos la mayoría de los venezolanos.
Las
dictaduras de cualquier tipo indican un fracaso de la sociedad y una derrota
colectiva y un retroceso o estancamiento histórico, si tomamos en cuenta lo que
se había logrado, en vez de reformar el sistema político democrático, siempre
perfectible y en evolución, volvimos a sucumbir a la tentación autoritaria, al
presidencialismo y al populismo-mesiánico. El costo ha sido terrible, todos lo
sabemos porque lo padecemos, día a día.
Me
gustaría pensar que algo hemos aprendido como sociedad, que vale la pena luchar
por la democracia, por las oportunidades, por el futuro. Soy tan iluso que
hasta quisiera pensar que puedan existir en el régimen algunas personas que
vayan entendiendo que el régimen, no importa cuando dure, no tiene futuro y lo
trágico es que si dura le está robando el futuro a la mayoría y particularmente
a las nuevas generaciones, lo cual es imperdonable.
Ángel
Lombardi
@angellombardi
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