Francisco Fernández-Carvajal 28 de junio de 2021
@hablarcondios
— La
vocación de Pedro.
— El
primero de los discípulos de Jesús.
— Su
fidelidad hasta el martirio.
I.
Simón Pedro, como la mayor parte de los primeros seguidores de Jesús, era de
Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera del lago de Genesaret. Era pescador,
como el resto de su familia. Conoció a Jesús a través de su hermano Andrés,
quien poco tiempo antes, quizá el mismo día, había estado con Juan toda una tarde
en su compañía. Andrés no guardó para sí el inmenso tesoro que había
encontrado, «sino que lleno de alegría corrió a contar a su hermano el bien que
había recibido»1.
Llegó
Pedro ante el Maestro. Intuitus eum Iesus..., mirándolo Jesús... El
Maestro clavó su mirada en el recién llegado y penetró hasta lo más hondo de su
corazón. ¡Cuánto nos hubiera gustado contemplar esa mirada de Cristo, que es
capaz de cambiar la vida de una persona! Jesús miró a Pedro de un modo
imperioso y entrañable. Más allá de este pescador galileo, Jesús veía toda su
Iglesia hasta el fin de los tiempos. El Señor muestra conocerle desde
siempre: ¡Tú eres Simón, el hijo de Juan! Y también conoce su
porvenir: Tú te llamarás Cefas, que quiere decir Piedra. En estas
pocas palabras estaban definidos la vocación y el destino de Pedro, su quehacer
en el mundo.
Desde
los comienzos, «la situación de Pedro en la Iglesia es la de roca sobre
la que está construido un edificio»2.
La Iglesia entera, y nuestra propia fidelidad a la gracia, tiene como piedra
angular, como fundamento firme, el amor, la obediencia y la unión con el Romano
Pontífice; «en Pedro se robustece la fortaleza de todos»3,
enseña San León Magno. Mirando a Pedro y a la Iglesia en su peregrinar terreno,
se le pueden aplicar las palabras del mismo Jesús: cayeron las lluvias
y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre
aquella casa, pero no fue destruida porque estaba edificada sobre roca4,
la roca que, con sus debilidades y defectos, eligió un día el Señor: un pobre
pescador de Galilea, y quienes después habían de sucederle.
El
encuentro de Pedro con Jesús debió de impresionar hondamente a los testigos
presentes, familiarizados con las escenas del Antiguo Testamento. Dios mismo había
cambiado el nombre del primer Patriarca: Te llamarás Abrahán, es decir,
Padre de una muchedumbre5.
También cambió el nombre de Jacob por el de Israel, es decir, Fuerte
ante Dios6. Ahora, el cambio de nombre de Simón no deja de estar
revestido de cierta solemnidad, en medio de la sencillez del encuentro. «Yo
tengo otros designios sobre ti», viene a decirle Jesús.
Cambiar
el nombre equivalía a tomar posesión de una persona, a la vez que le era
señalada su misión divina en el mundo. Cefas no era nombre
propio, pero el Señor lo impone a Pedro para indicar la función de Vicario
suyo, que te será revelada más adelante con plenitud7.
Nosotros podemos examinar hoy en la oración cómo es nuestro amor con obras al
que hace las veces de Cristo en la tierra: si pedimos cada día por él, si
difundimos sus enseñanzas, si nos hacemos eco de sus intenciones, si salimos
con prontitud en su defensa cuando es atacado o menospreciado. ¡Qué alegría
damos a Dios cuando nos ve que amamos, con obras, a su Vicario aquí en la tierra!
II. Este
primer encuentro con el Maestro no fue la llamada definitiva. Pero desde aquel
instante, Pedro se sintió prendido por la mirada de Jesús y por su Persona
toda. No abandona su oficio de pescador, escucha las enseñanzas de Jesús, le
acompaña en ocasiones diversas y presencia muchos de sus milagros. Es del todo
probable que asistiera al primer milagro de Jesús en Caná, donde conoció a
María, la Madre de Jesús, y después bajó con Él a Cafarnaún. Un día, a orillas
del lago, después de una pesca excepcional y milagrosa, Jesús le invitó a
seguirle definitivamente8.
Pedro obedeció inmediatamente –su corazón ha sido preparado poco a poco por la
gracia– y, dejándolo todo –relictis omnibus–, siguió a Cristo, como
el discípulo que está dispuesto a compartir en todo la suerte del Maestro.
Un
día, en Cesarea de Filipo, mientras caminaban, Jesús preguntó a los
suyos: Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Respondió Simón Pedro y dijo:
Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo9.
A continuación, Cristo le promete solemnemente el primado sobre toda la Iglesia10.
¡Cómo recordaría entonces Pedro las palabras de Jesús unos años antes, el día
en que le llevó hasta Él su hermano Andrés: Tú te llamarás Cefas...!
Pedro
no cambió tan rápidamente como había cambiado de nombre. No manifestó de la
noche a la mañana la firmeza que indicaba su nuevo apelativo. Junto a una fe
firme como la piedra, vemos en Pedro un carácter a veces vacilante. Incluso en
una ocasión Jesús reprocha al que va a ser el cimiento de su Iglesia que es
para Él motivo de escándalo11.
Dios cuenta con el tiempo en la formación de cada uno de sus instrumentos y con
la buena voluntad de estos. Nosotros, si tenemos la buena voluntad de Pedro, si
somos dóciles a la gracia, nos iremos convirtiendo en los instrumentos idóneos
para servir al Maestro y llevar a cabo la misión que nos ha encomendado. Hasta
los acontecimientos que parecen más adversos, nuestros mismos errores y
vacilaciones, si recomenzamos una y otra vez, si acudimos a Jesús, si abrimos
el corazón en la dirección espiritual, todo nos ayudará a estar más cerca de
Jesús, que no se cansa de suavizar nuestra tosquedad. Y quizá, en momentos
difíciles, oiremos como Pedro: hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?12.
Y veremos junto a nosotros a Jesús, que nos tiende la mano.
III. El
Maestro tuvo con Pedro particulares manifestaciones de aprecio; no obstante,
más tarde, cuando Jesús más le necesitaba, en momentos particularmente
dramáticos, Pedro renegó de Él, que estaba solo y abandonado. Después de la
Resurrección, cuando Pedro y otros discípulos han vuelto a su antiguo oficio de
pescadores, Jesús va especialmente en busca de él, y se manifiesta a través de
una segunda pesca milagrosa, que recordaría en el alma de Simón aquella otra en
la que el Maestro le invitó definitivamente a seguirle y le prometió que
sería pescador de hombres.
Jesús
les espera ahora en la orilla y usa los medios materiales –las brasas, el
pez...– que resaltan el realismo de su presencia y continúan dando el tono
familiar acostumbrado en la convivencia con sus discípulos. Después de
haber comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
estos?...13.
Después,
el Señor anunció a Simón: En verdad, en verdad te digo: cuando eras
joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; pero cuando envejezcas
extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde no quieras14.
Cuando escribe San Juan su Evangelio esta profecía ya se había cumplido; por
eso añade el Evangelista: Esto lo dijo indicando con qué muerte había
de glorificar a Dios. Después, Jesús recordó a Pedro aquellas palabras
memorables que un día, años atrás, en la ribera de aquel mismo lago, cambiaron
para siempre la vida de Simón: Sígueme.
Una
piadosa tradición cuenta que, durante la cruenta persecución de Nerón, Pedro
salía, a instancias de la misma comunidad cristiana, para buscar un lugar más
seguro. Junto a las puertas de la ciudad se encontró a Jesús cargado con la
Cruz, y habiéndole preguntado Pedro: «¿A dónde vas, Señor?» (Quo vadis,
Domine?), le contestó el Maestro: «A Roma, a dejarme crucificar de nuevo».
Pedro entendió la lección y volvió a la ciudad, donde le esperaba su cruz. Esta
leyenda parece ser un eco último de aquella protesta de Pedro contra la cruz la
primera vez que Jesús le anunció su Pasión15.
Pedro murió poco tiempo después. Un historiador antiguo refiere que pidió ser
crucificado con la cabeza abajo por creerse indigno de morir, como su Maestro,
con la cabeza en alto. Este martirio es recordado por San Clemente, sucesor de
Pedro en el gobierno de la Iglesia romana16.
Al menos desde el siglo iii, la Iglesia conmemora en este día 29 de junio,
el martirio de Pedro y de Pablo17,
el dies natalis, el día en que de nuevo vieron la Faz de su Señor y
Maestro.
Pedro,
a pesar de sus debilidades, fue fiel a Cristo, hasta dar la vida por Él. Esto
es lo que le pedimos nosotros al terminar esta meditación: fidelidad, a pesar
de las contrariedades y de todo lo que nos sea adverso por el hecho de ser
cristianos. Le pedimos la fortaleza en la fe, fortes in fide18,
como el mismo Pedro pedía a los primeros cristianos de su generación. «¿Qué
podríamos nosotros pedir a Pedro para provecho nuestro, qué podríamos ofrecer
en su honor sino esta fe, de donde toma sus orígenes nuestra salud espiritual y
nuestra promesa, por él exigida, de ser fuertes en la fe?»19.
Esta
fortaleza es la que pedimos también a Nuestra Madre Santa María para mantener nuestra
fe sin ambigüedades, con serena firmeza, cualquiera que sea el ambiente en que
hayamos de vivir.
*Solemnidad
de los primeros tiempos del Cristianismo. «Los Apóstoles Pedro y Pablo son
considerados por los fieles cristianos, con todo derecho, como las primeras
columnas, no solo de la Santa Sede romana, sino además de la universal Iglesia
de Dios vivo, diseminada por el orbe de la tierra» (Pablo VI). Fundadores de la
Iglesia de Roma, Madre y Maestra de las demás comunidades cristianas, fueron
quienes impulsaron su crecimiento con el supremo testimonio de «su martirio,
padecido en Roma, con fortaleza: Pedro, a quien Nuestro Señor Jesucristo eligió
como fundamento de su Iglesia y Obispo de esta esclarecida ciudad, y Pablo, el
Doctor de las gentes, maestro y amigo de la primera comunidad aquí fundada»
(Pablo VI).
1 San
Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VII, p. 113. —
2 Pablo
VI, Alocución 24-XI-1965. —
3 San
León Magno, En la fiesta de San Pedro Apóstol, Homilía 83,
3. —
4 Mt 7,
25. —
5 Cfr. Gen 17,
5. —
6 Cfr. Gen 32,
28. —
7 Cfr. Mt 16,
16-18. —
8 Cfr. Lc 5,
11. —
9 Mt 16,
15-16. —
10 Mt 16,
18-9. —
11 Cfr. Mt 16,
23. —
12 Mt 14,
31. —
13 Jn 21,
15 ss. —
14 Jn 21,
18-19. —
15 Cfr. O.
Hophan, Los Apóstoles, Palabra, Madrid 1982, p. 88. —
16 Cfr. Pablo
VI, Exhor. Apost. Petrum et Paulum, 22-II-1967. —
17 Juan
Pablo II, Ángelus 29-VI-1987. —
18 1
Pdr 5, 9. —
19 Pablo
VI, Exhor. Apost. Petrum et Paulum, cit.
Tomado
de: https://www.hablarcondios.org/meditaciondiaria/1/
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