José Zepeda 16 de junio de 2021
Venezuela
se desangra humana, económica y socialmente. En el horizonte se perciben dos
posibilidades, otro intento de negociación entre el gobierno y la oposición o
un poco más de lo mismo, que es lo peor.
Pedro
Trigo Durá es un jesuita venezolano de origen español. Se trata de unos los
teólogos más reconocidos de América Latina. En esta entrevista habla de
amnistía e impunidad, por el momento, crítica a esa izquierda latinoamericana
que todavía apoya al gobierno de Nicolás Maduro y señala lo que es para él el
camino largo para la emancipación
Cuando
se producen crisis políticas, sociales, económicas y culturales como la que
vive Venezuela, me hago cargo que no hay respuestas sencillas a la complejidad.
Pero ¿cuáles son algunas de las claves principales para entender lo que pasa en
su país?
Venezuela
vivió en los años 60 un momento estelar, en donde, por única vez en la historia
del país, el pueblo y las élites marcharon en la misma dirección histórica. El
estado era realmente policlasista. Al pueblo no le dio cosas, le dio educación,
salud y seguridad a la altura del tiempo. Y ayudó a empresarios que querían
tener seguridad social. El país estaba en una dinámica impresionante. Eso duró
más o menos dos décadas, aunque ya a comienzo de la década de los 70 Rafael
Caldera, en la campaña presidencial basó todo en la promoción popular con
organizaciones de base, que era lo que correspondía en ese momento histórico.
Pero cuando llegó al gobierno pocos copeyanos tenían contacto sistemático con
el pueblo y, le dijeron que eso era fomentar el comunismo y casi le obligaron a
que no hiciera nada. Algo hizo, pero, poco.
Un
fallo mucho mayor fue el del gobierno de Carlos Andrés Pérez, que le dio mucho
al pueblo, pero no le exigió nada, ninguna responsabilidad y eso evita que el
pueblo sea sujeto histórico.
El año
79 comenzó a bajar el poder adquisitivo y los gobiernos de la década de los 80
paulatinamente fueron dejando de lado al pueblo, hasta que en la década de los
noventa lo abandonaron completamente. El estado percibía mucho más ingresos por
el petróleo. Cuando comienza el siglo eran tres millones cuatrocientos mil
barriles diarios los que se exportaban, pero al pueblo realmente no le llegaba
nada. Los partidos dejaron de ser mediadores y vivían solo para ellos. La gente
se sentía abandonada.
Desde
ya los años 90 cada vez se producía menos, el empobrecimiento era tan constante
como la idea de que la política ya no tenía nada que hacer. En ese ambiente fue
cuando surge Chávez con su proyecto totalitario, en el doble sentido la
palabra. En el sentido textual dijo, todo está mal. Yo les voy a llevar a la
máxima felicidad cambiando todo. Pero, también en el sentido habitual en el que
sólo yo conozco cuál es la máxima felicidad y el camino. Luego, todos me tienen
que seguir. Todo eso fue posible por tres cosas. Primera, porque él ejercía de
militar, y pensaba que al que mandaba todos le tenían que obedecer
disciplinariamente. Además, se asesoró durante los diez años que duró, con la
gente del Partido Comunista tradicional, no con los que se habían renovado. Se
asesoró con la dictadura del proletariado, en el sentido más stalinista.
La
segunda razón que es que fuera tal vez de Eva Perón, Chávez poseía una
capacidad impresionante para seducir a las masas. O sea, lo de Max Weber del
líder carismático se aplica totalmente a él. Por eso la gente ponía en las
paredes: Yo soy Chávez, todos somos Chávez, sin caer en cuenta de que yo sí soy
Chávez, estoy alienado. Y sí todos somos Chávez es porque Chávez nos ha comido
a todos la sujetualidad. Era un entreguismo feliz.
El
tercer antecedente son los precios del petróleo que alcanzaron máximos
inéditos. Hubo unas disponibilidades únicas, pero se malgastó tanto, se endeudó
tan escandalosamente que, cuando bajaron los precios, se vio que era un
proyecto inviable.
La
cosa fue a peor porque sostuvo que el socialismo del siglo XXI en Venezuela era
un socialismo rentista, decía que no hacía falta explotar a nadie y que del
petróleo podíamos vivir. No se daba cuenta que el trabajo no es solo un medio
de vida, sino es más, un modo de vida para calificarse, socializarse y
contribuir al bien común. Entonces, el país de rentistas, cuando bajó el precio
del petróleo se hizo insostenible.
El
gobierno actual ya no es totalitario, no pretende nada en ese sentido, es
meramente dictatorial. Es un gobierno que confiesa que ha distribuido más de
cuatro millones de armas entre la población civil. Todo es discrecional. Una
prueba de por dónde va. Las vacunas las distribuye entre los suyos. Esta es la
lógica: “yo no tengo otras cosas, pero como son tan importante las vacunas si
usted tiene carné de la patria, recibe su dosis y si no tiene carné ya veremos
qué pasa”. No dicen que no, pero no dicen que sí.
¿Cómo
funciona ahorita el país? Por los dólares que entran por dos fuentes, una muy
grande es el narcotráfico, como también la explotación de minerales que no
llegan al estado, sino que se lo quedan ellos. La otra fuente es la de las
remesas. Estos recursos tienen un tremendo mérito. La inmensa mayoría de los
que envían dinero están viviendo tal vez tan mal como en Venezuela. Pero para
ellos es sagrado ayudar a su familia. Esta es una situación inédita en el país.
Hoy la división es entre los que tienen acceso a dólares y los que no tienen.
Mucha gente de clase media que tenía un trabajo bien remunerado, que vivía
bien, ha perdido el trabajo porque casi no hay ninguna empresa. Se ha comido
los ahorros y simplemente se muere de hambre. Tienen que ir a parroquias a que
les den alimento. Y eran gente que vivía muy bien, que llegaron a viajar por el
mundo y ahora están muertos de hambre. Sin embargo, hay gente que vive en
barrios pobres, reciben remesas y viven mejor.
Hasta
aquí el análisis de las causas, pasemos a dos noticias que merecen atención. La
primera de ellas es la posibilidad de un nuevo diálogo entre el gobierno y la
oposición. Dos cuestiones sobre esta eventualidad. Hay análisis internacionales
que son del parecer que los pasados intentos de diálogo los empleó el gobierno
de Venezuela para ganar tiempo. Pero si algo no estaba en discusión era la
entrega del poder mediante elecciones libres y observadas. Algunos
representantes diplomáticos dicen que la actual situación es distinta y que
existe a lo menos un sector del gobierno que desea encontrar una salida
democrática a la crisis. ¿Es concebible un escenario tan auspicioso?
No lo
creo. La única salida que aceptaría el Gobierno es si se le concede amnistía y
llevarse el dinero que robó. Creo que habría que aceptar eso. La justicia
llegará, pero creo que hoy no se puede dar, no hay ninguna posibilidad. ¿Hay
gente del gobierno que quiere una salida democrática? creo que no. También me parece
que la oposición está demasiado debilitada. Todavía hay sectores democráticos,
pero no veo que haya densidad.
Si hay
algo por lo que apostar es por una salida de largo plazo. A uno le parece
durísimo decir eso, pero no veo otra cosa.
La
otra noticia, relacionada con lo que usted está diciendo, es que la Corte Penal
Internacional anunciará próximamente sobre la posibilidad de juzgar al
presidente y a otros personeros del gobierno por crímenes de lesa humanidad.
¿Cree usted que existen suficientes antecedentes como para iniciar un juicio de
esta naturaleza en la Corte Penal?
La
Corte Penal no va a venir aquí a sacarle a Maduro y a llevarlo preso. La
mayoría de los venezolanos estamos convencidos de que ese señor tendría que ir
a la cárcel para toda la vida. Pero sabemos que eso no se puede dar hoy. Es
todo lo contrario. O sea, sabemos que usted es culpable, pero como no hay
ninguna otra posibilidad de salir de ustedes, nos parece que un mal menor es la
impunidad. Insisto, por ahora. Maduro puede ser malo, pero no tonto. O sea: “yo
no voy a salir si no estoy seguro de que voy a poder hacerlo y no ir a la
cárcel”. Así de sencillo,
Cuanto
más condenas haya peor. Vamos a poner que lo condenan: “pues más a mi favor
para que yo no salga de aquí de ninguna manera. Ni tampoco propongo una salida
democrática, porque entonces también me van a juzgar”.
Son
conscientes de que tienen tantas deudas con la justicia que, o hay una
amnistía, o no hay ninguna solución a corto plazo, porque tienen todo el poder
y una invasión sería mucho peor de lo que hay ahora.
El
gobierno y sus intelectuales no han dejado un día de insistir en que la crisis
venezolana es culpa de la derecha radical y del apoyo que le presta el
imperialismo norteamericano. Esta es una argumentación que sustentan en las
sanciones aplicadas por el Gobierno de los Estados Unidos.
Hay
elementos totalmente internos que explican lo que está pasando. Que las
sanciones han empeorado la situación, no hay la menor duda, pero que es la
causa, no, no, no. El gobierno ha provocado que el país se quede en manos de
Rusia, de China y de Turquía. Para ellos no había otro remedio que ese. Es como
la crisis de la izquierda que acepta la división de la modernidad entre lo
público y lo privado. Acepta que lo privado es de cada quien y que nadie tiene
que meterse en eso, que lo único digno de consideración es lo público. ¿Qué
pasa? Al no cultivar lo privado tiene que haber una diferencia, eso es obvio,
pero no una separación. Sin embargo, al darse esta separación y no cultivarse
lo privado, se ha quedado la persona totalmente desaparecida y por eso se ha entregado
a la corrupción. Así de concreto.
Entonces,
gran parte de la izquierda latinoamericana vive de palabras y no quiere de
ninguna manera comparar las palabras con la realidad. Entonces, esos
intelectuales de lo que están hablando es de palabras bonitas y esas palabras
no tienen nada que ver con la realidad.
Eso
significa y explica en consecuencia porqué ciertos sectores de la izquierda
latinoamericana siguen hasta el día de hoy apoyando al señor Maduro y su
gobierno.
Todas
las veces que salgo del país me ha tocado discutir con personas así. Les acabo
diciendo, no, a ustedes no les interesa para nada nada Venezuela, como ven que
en su país no se da aquello que ustedes aspiran, se hacen la ilusión de que sea
realidad en otro país. El dicho dice que de ilusión también se vive, pero que
triste es no querer afrontar la realidad y vivir solo de ilusión. Me parece que
no poca izquierda en América Latina está viviendo de la ilusión. La primera vez
que me pasó eso fue en Argentina con curas. El último día me dicen: “sobre la
situación de Venezuela no estamos de acuerdo, tenemos otras fuentes de
información”. Seguimos discutiendo hasta que yo les dije lo que le digo a
usted. Como en Argentina no funciona aquello por los que ustedes han dado la
vida, quieren tener la ilusión, sin embargo, si tienen fe y son curas, es
inadmisible. A Dios sólo se le encuentra en la realidad.
Pasemos
de lo general a lo particular. Usted habla de daño antropológico y si la
antropología es el estudio integral del ser humano a través del tiempo. Uno
podría deducir que usted considera que el daño que sufren los venezolanos va
hoy mucho más allá de cualquier consideración momentánea.
Si,
cuando he escrito sobre el daño antropológico para no culpar de todo al último,
empiezo por señalar de dónde me parece que proviene. La primera muestra la da
Rafael Caldera al desatender las necesidades del momento. Luego, un daño
antropológico muchísimo mayor fue el de Carlos Andrés, que dio al pueblo
derechos, pero no deberes. Es un daño terrible, porque convierte a la gente en
adolescentes sin responsabilidad propia. Lo que vino después fue el abandono
total del pueblo.
Ahora,
es un daño mayor el comerse la sujetalidad de la gente. Todavía aparecen en
muchas paredes, Yo soy Chávez, todos somos Chávez. El que dice eso lo dice con
toda el alma, pero no se da cuenta de que si yo soy Chávez no soy yo, estoy
alienado. Y si todos somos Chávez, Chávez nos ha comido la sujetalidad.
Entonces eso es un daño antropológico terrible que, para superarlo, necesita un
largo plazo. ¿Y por dónde empieza el largo plazo? Con sujetos consistentes con
libertad liberada. Gracias a Dios hay mucha gente así, sobre todo a nivel
popular. ¿Por qué mucha gente no se muere de hambre? Porque toma la vida en sus
manos. Tiene paciencia y comparte. Trata de vivir en la realidad y por eso
persigue cualquier cosa que pueda obtener legítimamente, no quiere perder nunca
la dignidad. Este es el mayor bien que tiene Venezuela para mí. El que yo sea
hermano de personas así y que encima me digan que les ayudo, es la experiencia
más increíble en mi vida. Cuando asisto a las reuniones les digo hola, no se
crean que yo vengo aquí por ustedes, vengo porque necesito igual que ustedes.
Allí está lo que tiene que darse a nivel de profesionales.
Hay
unos cuantos empresarios muy significativos que han aprendido de la
crisis. Son gente con la que el Gobierno está totalmente en contra, desde
Chávez. ¿Por qué funcionan esas empresas? Porque los trabajadores las han
defendido en contra del Estado, entonces viven la empresa con responsabilidad
social. Existe un capital humano en algunos empresarios, aunque menos
profesionales solidarios que antes. Hasta que no se haga una masa que pueda
hacer la diferencia, a través de grupos, comunidades, e instituciones llevadas
por gente con libertad liberada y con una relación horizontal para bien de
todos, hasta que eso no se dé, no se puede cambiar el gobierno.
Padre,
usted pertenece al campo de la teología de la Liberación. Hubo un momento estelar
a finales de los años 60, Puebla y Medellín, surgimiento significativo en toda
la región de la Teología de la Liberación. Y hoy día no se escucha
prácticamente hablar de ella. ¿Es esto, entre otras razones consecuencia, que
paradoja, de la persecución inmisericorde que se practicó en contra de los
teólogos de la liberación en América Latina.
Me ha
tocado escribir varias cosas y una de ellas es un libro que se titula ¿Ha
muerto la teología de la liberación? (Ediciones Mensajero, S.A. 2006). Pienso
que no ha muerto. Y hay una generación joven muy interesante. Hace dos años
hubo un encuentro latinoamericano de Diálogo de Generaciones y me tocó junto a
un brasileño la ponencia central del evento. Me quedé impresionado porque yo
estaba de acuerdo absolutamente con todo, pero además en las mismas palabras
que lo decía él. O sea que sí se sigue viva, lo que no tiene es la prensa de
ninguna manera, que tuvo hasta mediados de los ochenta en América Latina. Se
vivía el clima de adquirir una justicia social, se hablaba de solidaridad,
aunque yo no lo practicara, era moneda de cambio, aunque no fuera de uso, pero
era de cambio. En los años 80 se fue imponiendo el neoliberalismo y ya eso no
existe. Ahora no, está fuera, pero que esté fuera del ambiente establecido no significa
que no existe.
Luego,
es cierto que en la Iglesia hubo una, bueno, se puede llamar persecución porque
el Papa Juan Pablo II fue el más avanzado en lo social, sin embargo tenía un
anticomunismo visceral por su experiencia en Polonia. Le convencieron de que
nosotros éramos comunistas y por eso se propuso cambiar la tónica de la
institución eclesiástica latinoamericana. Fue muy fuerte, Vino luego el hombre
de la Congregación de la Fe, Ratzinger, que era profesor universitario, que
cuando le hicieron papa no se dio cuenta que había cambiado la cosa. Para él la
única intelectualidad era la de Europa y sobre todo la de El Norte de Europa.
La
primera instrucción que sacó sobre Teología de la Liberación, creo que todos
los teólogos de la Liberación le dijimos: “estamos totalmente de acuerdo con lo
que usted dice, pero no tiene que ver absolutamente con nosotros”. Él se quedó
impresionado. Eran todo estereotipos tan increíbles que se veía que no había
leído. Así de claro. Es cierto que pusieron a muchos obispos que estaban en
contra de la Iglesia latinoamericana. Hay que decir que desde el año 1972 el
Vaticano intervino el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). No aceptaron
que se eligiera democráticamente un secretario general, sino que el Nuncio
nombró a Alfonso López Trujillo, para combatir absolutamente todo esto. En
Venezuela nosotros tuvo mucha suerte. Así de sencillo. Por eso para nosotros el
Papa Francisco ha sido algo increíble. Yo he escrito un artículo en la Revista
Latinoamericana de Teología de la UCA de El Salvador, en donde explico el
primer encuentro que tuve con él. Vamos en un encuentro latinoamericano de
jesuitas él me pidió que quería hablar una hora conmigo y fue algo muy incisivo
sobre Teología de la Liberación. Cuando acabamos mis amigos dijeron, te ha
estado sonsacando. Yo dije, no. Tiene prejuicios y por eso he estado
preguntando y yo le he dicho las cosas con la mayor honradez que he podido. Más
tarde, cuando vimos que salió la primera vez al balcón y empezó a hablar de esa
manera, bueeenoo. Nos sentimos totalmente representados.
Que
maravilla poder estar junto al primer Papa no europeo y también al primer
General de los jesuitas no europeo. Y es que los dos son latinoamericanos, y,
además, jesuitas. Pero no hay ningún plan reivindicativo ni nada, solo
aprovechar esta situación para hacer lo más posible.
En lo
qué podemos contribuir más es lo que tiene que ver con el cambio a largo plazo
del que hablamos. Lo que está hablando ahora el Papa es de la sinodalidad.
Significa que en realidad yo no puedo ser obispo para los demás si antes, y lo
más importante, no soy cristiano con los demás. Si no tengo relaciones mutuas
con los demás no puedo ser un obispo cristiano, no soy cristiano. Por eso él
insiste que estamos en una sociedad piramidal. En la Iglesia la pirámide está
invertida. El obispo tiene que servir por abajo y el pueblo tiene que estar por
arriba. Y el Papa tiene que estar el más abajo de todos. Fíjese lo que piensa,
si esto no es teología de la liberación, que es teología de la liberación.
El
Papa habla un lenguaje muy coloquial que cualquiera lo puede entender,
prescindiendo de que él nunca va a decir la palabra teología de la liberación,
pero eso es lo que está transmitiendo con toda el alma. Lo fundamental no es la
teología de la liberación, sino que se vaya dando la liberación y que nosotros
podamos contribuir a ello.
Padre,
lo he escuchado con mucha atención. Sé que usted pertenece al campo de los
esperanzados, cree mucho en aquéllos que tienen una actitud realmente cristiana
de entrega, de servicio a los demás, una actitud deliberativa como a usted le
gusta llamarla. Y al frente tenemos una pandemia, una dictadura, millones de
venezolanos fuera del país y un Gobierno que se rehúsa por principio a
abandonar el poder. ¿Podemos realmente encaminarnos a una alternativa
superadora?
Yo
pongo mi vida en ello y yo espero que eso se ha de dar. No estoy hablando de
principios o de ideas. Al poner la vida en ello, me encuentro con muchísimos
otros que están en lo mismo. Por eso ahorita nunca hemos estado peor, pero
nunca hemos estado mejor. Por ejemplo, enfermeras o médicos son de heroísmos
impresionantes, hablo de miles, no es minoría. Se está dando a muchos niveles.
La gente hoy no se muere de hambre porque hay muchas organizaciones no gubernamentales
que se están ayudando en la práctica. Yo me encuentro con mucha gente. Recibo
muchos testimonios. Para mí es importante que haya un cuerpo social y de allí
es de donde tiene que haber un cambio. Si eso se hace, sí podemos sacar al
gobierno, pero no es tarea de un día. Lo otro puede ser un cambio de ejecutivo,
pero no va a haber una alternativa superadora. O sea que si no se dan todos
estos elementos, la alternativa no será superadora y no será alternativa. Será
quítate tú para ponerme yo. Pero no habrá una auténtica democracia. No, no la
habrá.
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