Soledad Morillo 19 de junio de 2021
@solmorillob
La
democracia no es fácil. Requiere ciudadanía muy avanzada. Supone compromiso
vitalicio y siempre planteará desafíos. La democracia exige oficio y destreza
en lo pequeño y lo cotidiano, y también en lo grandioso y en lo magno. La
democracia te dirá que, si quieres libertad, pues tendrás que hacerla
parte de ti, educarte en ella, sudártela, ganártela a pulso. Y no te la pondrá
cómoda. La democracia es un reto a la madurez de quienes quieren
gobernar, legislar, administrar justicia, de quienes han sido
encomendados con la tarea de gerenciar un libre, transparente e imparcial
sistema electoral, y en suma de todos los que aspiran el poder. La democracia
es política de primer nivel.
En
realidad, en la mayoría de los países democráticos (los que realmente lo son)
los ciudadanos la aprecian y la entienden, aunque no usen palabrerío rimbobante
ni para expresarse tengan que recurrir a citas académicas en griego y latín.
Para los ciudadanos la verdadera democracia es un sencillo sistema de respetos.
A muchos políticos les cuesta entender que la gente lo que quiere es tener una
vida buena, con trabajo decente y productivo, que les permita mantener a sus
familias. La gente quiere vivir en paz, vivir de su trabajo, vivir en concordia.
Quiere que sus derechos sean respetados. Quiere que la traten con
respeto. Un sistema que permite, fomenta o tan siquiera tolera el irrespeto no
es democracia. Todo eso, que suena tan elemental, pues resulta que algunos
(poderosos) no lo entienden.
La democracia
no es un pesado e incomprensible libraco compendio de ideas enrevesadas que
solo entienden unos pocos muy letrados. La democracia es una novela que siempre
se está escribiendo, en cuyos capítulos estamos todos porque es la novela
de todos nosotros.
A no
confundirnos. Lo que está fallando en Venezuela y en muchos países no es la
democracia. La torta la están poniendo los que la pretenden convertir en una
coartada diseñada a imagen y semejanza de su propia mediocridad. Los políticos
que se escudan tras ella para esconder su notable carencia de principios y
valores. Los uniformados que convierten a la palabra «patria» en una infeliz y
desgastada muletilla. Los empresarios que no sabrían competir en un mercado sin
prebendas. Los profesionales que se saben de medio pelo y que festejan el peor
es nada porque les conviene.
Hay
muchas cosas que ponen de bulto cuánto y cómo los que conducen el país lo están
haciendo mal porque irrespetan a la democracia. La destrucción del aparato
productivo, la corrupción que ya no se molestan en maquillar, la violación
abierta de derechos humanos, el robo de miles de millones de dólares, la
entrega de territorio a la guerrilla y la delincuencia, el abandonar al país a
su suerte en el enfrentamiento a la pandemia, la confiscación de las
instituciones del Estado, la burla constante al pueblo que padece calamidades
infinitas, el mirar a los ciudadanos de a pie con desprecio y desdén y
suponerlos sus siervos de la gleba, los esclavos de esa vagabundería bautizada
como la revolución.
De
nuevo, no es la democracia la que falla. Son ellos. Ella, la democracia está
ahí, esperándonos. Dispuesta a darnos el país que necesitamos, de permitirnos
ser los ciudadanos que queremos ser. No hay que reconstruirla. Hay sí que
sacarla del encierro oscuro y maloliente en el que tan convenientemente la han
metido. La democracia está presa; es presa política. Nos toca liberarla.
SOLEDAD
MORILLO
@solmorillob
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