Orlando Viera-Blanco 17 de junio de 2021
@ovierablanco
“Es
el oscurantismo que se extiende desde Venezuela por las venas rotas de América
Latina. No tiene su génesis en la inflación o el déficit fiscal. La miseria de
los pueblos es consecuencia de la tiranía, no al revés.”
El
veterano periodista Zachary D. Carter desentierra el legado perdido de una de
las mentes más fascinantes de la historia. En su obra, precio de la
paz, reestablece un conjunto olvidado de ideas sobre democracia,
dinero y buena vida, con implicaciones transformadoras para los
debates actuales sobre la desigualdad y las políticas de poder que dan forma al
orden global.
Walter
Lippmann en su libro The good Society caricaturizó el New
Deal de Roosevelt de influencia keynesiana como “un descollante colectivismo
gradual de apetencias socialistas”. Pero era la economía de
guerra keynesiana diseñada para enfrentar el militarismo nazi y
fascista, donde lanzó un arsenal democrático, estatista e industrioso contra
aquel ultraje a la seguridad y la paz de los pueblos…
Keynes: un manifiesto en favor de la razón y la alegría.
Keynes
fue un filósofo de la guerra y la paz; el último de los
intelectuales ilustrados que concibió la teoría política, la economía y
la ética como partes de un diseño unificado. Su principal proyecto no
residía en el manejo del gasto público sino en la supervivencia de lo que él
denominaba «la civilización». Por eso me gusta Keynes.
Revolucionario y terco en lo humanista. EL ideal civilizatorio es
un ideal sensiblemente tuitivo, vigilante. El tema es que Keynes también se
ocupó de las artes, la cultura y la inteligencia de los pueblos. Su problema no
era la escasez sino la inestabilidad provocada por regímenes autoritarios.
Lograr
una economía productiva, con tasas positivas, bajo desempleo y moderado déficit
fiscal, era impedir que los tiranos llevaran a sus pueblos a la guerra y la
ocupación, por crear valor y fuerza productiva en el
nacionalismo fratricida. Es la defensa de Keynes contra el oscurantismo. Carter
reseña que “cuando un periodista le preguntó si el mundo había vivido
alguna vez algo parecido a la Gran Depresión, Keynes respondió con absoluta
sinceridad: Sí. Se llamó La Edad Oscura [Alta Edad Media] y duró
cuatrocientos años…” Cuatro siglos de abrumadora miseria; cuatro siglos de
guerra, peste, hambruna y muerte…Y Keynes presenció su propia oscuridad cuando
estalló la guerra de 1914. En los años anteriores a la II Guerra Mundial trató
a sus oponentes de «militaristas, imperialistas, poderes malhechores;
enemigos de la raza humana». Su obra más conocida, la Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero, no fue sólo un
intento de dar justificación teórica a los proyectos de obras públicas sino un
ataque frontal contra el militarismo. Un manifiesto en favor de la razón y la
alegría.
Las
cuatro libertades…
La
doctrina del laissez-faire—según Keynes—aunaba la defensa
conservadora de los derechos de propiedad individual desarrollada por Burke,
John Locke y David Hume, con el «igualitarismo democrático» de Jean-
Jacques Rousseau y el «socialismo utilitario» de Jeremy Bentham.
Bien…Satisfacía la lógica del darwinismo social donde la competencia
garantizaba el progreso de los mejores y más fuertes, y las variantes de la
teología cristiana en las que Dios guiaba los asuntos humanos de acuerdo con un
plan divino-liberación-donde los triunfadores habían sido elegidos por Él…
Pero “a
largo plazo todo estaremos muertos” alertó [Keynes] lapidariamente, porque
aun con precios estables, austeridad fiscal, expansión, libre competencia o la
mano de Dios, sin estado de derecho, propiedad, DDHH, oportunidades, democracia
ni seguridad ciudadana, seremos presa fácil de la dialéctica de la revolución
social.
Los
fundamentos de una democracia sana y fuerte están en el terreno fértil de
las cuatro libertades: i.- Igualdad de oportunidades; II.-Empleos
para quienes pueden trabajar; III.-Seguridad para quienes la necesitan; IV.-Fin
de los privilegios para unos pocos y la preservación de las libertades civiles
para todos.
Zacarías
nos cuenta “que Keynes fue una auténtica maraña de paradojas. Un burócrata
que se casó con una bailarina; un hombre gay cuyo mayor amor fue una mujer; un
leal servidor del Imperio británico que clamó contra el imperialismo; un
pacifista que contribuyó a financiar dos guerras mundiales; un
internacionalista que ensambló la arquitectura intelectual del Estado-nación
moderno, y un economista que cuestionó los propios fundamentos de la economía…Pero
incardinada en todas esas aparentes contradicciones una visión coherente de la
libertad humana y la salvación política: “la buena vida” que es cuidar
la cultura de sus pueblos, sus artes, su gentilicio, su talento, su ethos, su
dignidad,su educación.
El
verdadero valor universal es el hombre es libre, por alegre y feliz. Por
sentirse útil…Los acuerdos de Bretton Woods intentaron eso. Nivelar las
ventajas competitivas y excedentarias de unos países vs. otros en búsqueda de
un ideal: la estabilidad de los pueblos competentes como
factor de soberanía, autosuficiencia y solidez republicana, que resiste el
ocupacionismo, el oscurantismo malhechor y militarista.
Es el
oscurantismo que se extiende desde Venezuela por las venas rotas de América
Latina. No tiene su génesis en la inflación o el déficit fiscal. La miseria de
los pueblos es consecuencia de la tiranía, no al revés.
En un
discurso pronunciado en 1944 ante la Sociedad Marshall, Keynes expuso una
profunda reflexión sobre la economía del desarrollo: “En última instancia,
la prosperidad económica no depende del genio de unas pocas personas sino de la
escala en que se pueda producir gente competente en todos los estratos de la
sociedad”. En pocas palabras, la competencia masiva del capital humano es
la clave para el desarrollo. Ahí comienzan las cuatro libertades que son:la
buena vida, el arte, la ética y la democracia…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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