Por Luisa Pernalete
Llegó la pandemia, nos
garró de sorpresa a todos en el planeta, y con la pandemia el cierre de
las escuelas. “Ahora educación a distancia para todo el mundo”. Así fue en
Venezuela y en todas partes del mundo. Millones y millones de niños, niñas,
adolescentes y jóvenes, alteraron su rutina y se confinaron en sus hogares.
El cierre de las
escuelas tiene un tremendo impacto en la vida no sólo de los estudiantes, sino
también de toda la familia y de la sociedad. Y en algunos entornos mucho más
que en otros.
Veamos ligeramente lo
que para los padres ha significado esta suspensión de las clases presenciales
con la cuarentena, distanciamiento físico incluido.
Las madres, con sus
hijos todo el día en la casa, con la doble jornada que suelen tener muchas de
ellas: trabajos del hogar, no remunerado y pocas veces compartidos con la
pareja, y en muchas oportunidades, trabajo también fuera del hogar. Ahora
es posible que algunas de esas laborales se hayan transformado en teletrabajo.
Normalmente, la mujer está recargada, pero ahora, con el cierre de las
escuelas, también le toca “acompañar” a sus hijos en sus tareas. Y sabemos que
por falta de experiencia en educación a distancia, hay docentes que están
mandando más tareas de la cuenta, no siempre explican suficientemente las
clases, y obligan a las madres a convertirse en “maestras y profesoras”, con el
subsiguiente estrés. No decimos que no existan papás haciendo lo propio,
pero tradicionalmente han sido las mamás las que se han ocupado de apoyar a los
hijos en esto de “las tareas”. Hay madres que pasan el día al lado de los
hijos/estudiantes tratando de traducir lo que esperan los docentes que se haga.
Terminan el día súper cansadas, estresadas. Añadamos que mientas menos edad
tengan los niños, más acompañamiento necesitan
Pero veamos el impacto
de las escuelas cerradas en otros ámbitos. El factor de protección que
cumple la escuela. El niño, la niña, va a su colegio. Si tiene buenos maestros,
estos estarán atentos a cualquier alteración de su conducta, de su estado de
ánimo, pues ello supone que algo ha cambiado en su entorno. Si solía estar
alegre y ahora llega triste, algo pasa. Si era conversador y ahora está
callado, algo pasa. O al revés, si era reservado y ahora comparte, algo ha
cambiado. El maestro atento preguntará, se acercará para saber qué ha pasado.
Hay indicadores también para alertar posibles abusos sexuales o maltrato
doméstico. ¿Hay unas marcas en el cuerpo, y no es por caída? ¿Cuántos abusos no
se han detenido porque una maestra alertó que algo estaba pasando? Entonces la
escuela es un factor de protección para los niños y niñas. Cerradas no hay
quien detecte esas señales de alerta. No hay quien pregunte, no hay quién
observe, no hay quién alerte.
Hay más. Sobre todo
para los sectores más vulnerables, que aquí en Venezuela ya son mayoría,
según datos de la última ENCOVI (Encuesta de condiciones de vida), los pobres
de siempre y los empobrecidos de los últimos años. Con escuelas abiertas solían
comer en los planteles. Según Unicef, en América Latina y el Caribe, cerca de
80 millones de platos de comida se dejaron de servir a los niños con el cierre
de las escuelas. Ya sabemos que el PAE no es precisamente el mejor programa que
funcione en el país, pero entre ese PAE y unas cuantas iniciativas de ONG, eran
muchos los colegios que acercaban alimentos a los escolares. Eso se ha reducido
enormemente, aunque algo se ha mantenido. Hay niños que sólo ese plato de la
escuela consumían en el día.
La escuela reduce
desigualdades
Cuando he tenido la
dicha de poder ayudar a fundar una escuela, visitaba los hogares de los
estudiantes, y en ocasiones vi casas de un solo ambiente. Me preguntaba dónde
podrían los niños hacer sus tareas, estudiar en aquella precariedad, pero luego
pensaba que cuando fuera a su colegio, ahí éste, tan pobre, tendría al igual
que el resto, un pupitre, una maestra, una biblioteca, un patio para jugar… se
igualaba a otros menos pobres de su comunidad. Con escuelas cerradas, las
desigualdades se agrandan, el más pobre estará en peores condiciones. Y si los
padres de unos son analfabetas o con pocos años de estudio o pocas herramientas
también puede influir en su aprendizaje, en la escuela la maestra buena lo será
para todos.
Con escuelas cerradas
se agranda la brecha entre atendidos y no atendidos, pues la educación a
distancia es de difícil acceso para muchos, de nuevo los más pobres, los
de núcleos rurales, aquí en Venezuela los problemas de baja conectividad a
internet, problemas de luz eléctrica… todo eso aleja al niño de la educación.
Por supuesto, los lazos
afectivos, el acompañamiento psicoafectivo es menos complicado con las escuelas
abiertas que con las escuelas cerradas. La portera, la secretaria, el personal
de ambiente, también pueden formar parte del mundo de afectos del niño. No es
que distancia no se pueda trabajar la educación emocional, pero se restringe al
docente del grado y el texto no lo puede expresar todo. Este elemento también
tiene que ver con la reducción de la protección para NNA.
Hay más. Las buenas escuelas incorporan a los padres en actividades formativas, proyectos que les hace crecer, como son las escuelas para padres, en Fe y Alegría, las Madres Promotoras de paz, por dar un pequeño ejemplo. Madres con más herramientas serán mejores personas, mejores madres, reducirán y hasta erradicarán maltratos, castigos físicos, habrá más tejido social con lazos de solidaridad entre esos padres. Con escuelas cerradas esos espacios desaparecen, aunque ahora han surgido los grupos de wasaps sobre todo en colegios privados, pero en escuelas de entornos muy pobres no hay teléfonos inteligentes. Esos grupos no son tan populares en la mayoría de las escuelas.
Finalmente, hay
escuelas que hacen mucho trabajo con la comunidad que le rodea; operativos
de cedulación, operativos de vacunación – cuando se hacían -, campañas a
favor el ambiente, recuperación de espacios públicos, atención a problemas de
la comunidad, encuentro con vecinos…Con escuelas cerradas, es difícil mantener
estos espacios. Piénsese que mientras más pobre es una comunidad, la
escuela tiene más importancia, a veces es lo único que hay para unir gente en
un sector.
Algunos de estos
impactos se pueden mitigar con muy buenos equipos de maestros, por ejemplo, la
educación emocional, cultivar los lazos afectivos con los estudiantes, mantener
contactos entre madres… se requiere conocimientos, mucha creatividad,
disposición, trabajo en equipo, supermaestros y súper equipos directivos. No
digo que sea fácil pero tampoco es imposible. Más difícil reducir las brechas
de las desigualdades-
Tenemos que pensar en
que lo que nos viene será muy retador para no sólo para los educadores sino
para la sociedad en general y para el Estado. Necesitaremos “Política de
la buena”, como la llama el Papa Francisco.
20-06-21
https://elpitazo.net/opinion/impacto-del-cierre-de-las-escuelas/
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