Por Hugo Prieto
Como premisa me pregunto qué
tiene que ver esta atmósfera de nostalgia y reminiscencias por el pasado con la
actividad económica. Parece un contrasentido, una hipótesis descabellada. Sin
embargo, le hago el planteamiento a Asdrúbal Oliveros. El resultado es tan
esclarecedor como aplastante. Los números son elocuentes y desnudos. Mejor
sería que pongamos los pies en la tierra de una vez por todas.
¿En blanco y negro dónde
ubicaría a la economía venezolana actual?
Después de una contracción
de más del 80 por ciento, en siete años, diría que la economía venezolana está
en el foso. Habría que hacer una evaluación de los sobrevivientes y de cómo
operar, después de una contracción de esa magnitud. No creo que la economía
siga cayendo, pero la recuperación va a ser extremadamente lenta. Diría,
además, que hay unos cambios que afectan las dinámicas de los ciudadanos, de
las empresas y del sector privado. La definiría como una economía de
sobreviviente, lo que va quedando después de una devastación similar a la que
produce una guerra, si cabe el término. Lo que estamos viendo es cómo esos
sobrevivientes se adaptan a ese nuevo entorno, a partir del año pasado y con
más fuerza este año.
Dice que la recuperación “va
a ser extremadamente lenta”. ¿Qué lo lleva a esa afirmación?
Cualquier país, después de
una contracción como la que ha tenido Venezuela, que es la peor después de la
Guerra Federal, y la peor de América Latina en los últimos 50 años, es
imposible que se pueda recuperar por sus propios medios. No los tiene, no los
tienen ni los ciudadanos, ni las empresas, ni el Estado. Al finalizar va a
necesitar una profunda cooperación internacional por distintas vías -organismos
multilaterales, gobiernos, instituciones, un marco legal que atraiga inversión
extranjera-, pero nada de eso va a ser posible si no se resuelve el tema
político, empezando por quién es el presidente y la legitimidad del presidente.
Nosotros calculamos que, de darse ese proceso de reconstrucción, Venezuela
necesitaría, en los primeros cinco años, alrededor de 233 mil millones de
dólares. Eso es el equivalente a seis veces el tamaño -40 mil millones de
dólares- de la economía venezolana hoy. Pero esos recursos (provenientes de la
comunidad internacional) no los vas a poder levantar, insisto, si antes no
resuelves el problema político. Hablo de la reconstrucción económica, que es mi
asunto, pero el país también necesita una reconstrucción institucional. Yo creo
que está lejos de hacerse, de que ocurra, ¿no?
¿Qué sectores, qué nichos,
podrían recuperarse bajo los parámetros actuales?
De entrada, lo primero que
hay que entender es la destrucción del Estado como proveedor de bienes y
servicios públicos. Eso es un elemento muy importante que no hemos
internalizado del todo. El papel del Estado todopoderoso, que era rico, que se
metía en todo, hoy no existe. Desde el punto de vista financiero, es un Estado
colapsado. Eso, por supuesto, cambia la dinámica de relaciones entre el Estado
y el sector privado. Ese hecho explica, por ejemplo, que hoy el Estado le
permita operar al sector privado con autonomía, con independencia. De lo
contrario, la situación se haría más inviable de lo que ya es. Se hace,
incluso, por supervivencia política. Un segundo elemento (consecuencia del
anterior) es que el impacto que tenía la actividad petrolera en la economía no
petrolera tampoco existe. Eso marcaba la dinámica en Venezuela, tanto de los
ciudadanos como de las empresas. Y no existe porque la contracción del ingreso
petrolero es brutal. Entonces, tienes, por primera vez en mucho tiempo, a un
sector privado que opera al margen del Estado. Para mí ése es un hecho
trascendental que ha ocurrido en los últimos años. Y espero que se profundice
en el futuro, que no regresen los elementos perversos que tuvimos en el pasado.
Hay un tercer elemento: la hiperinflación destruyó la capacidad que tenía el
Estado de recaudar ingresos. Esa capacidad es mínima y la más baja de América
Latina. Sin tener presente estos tres elementos, no podríamos entender la
recomposición de sectores que ha ocurrido en los últimos años.
Volvamos a la pregunta. ¿Qué
sectores, qué nichos, pueden despertar en la economía venezolana?
Asumamos, como premisa
fundamental, que no habrá cambio político. Pudieran crecer el sector alimentos,
el sector salud, cuidado personal. Lo básico. De hecho, hemos visto algo de
recuperación. ¿Por qué? Porque los ha favorecido las remesas y el hecho de que
un sector de la población ha encontrado en la economía informal una fuente de
generar ingresos. Además, ha habido algo de recuperación en la actividad
comercial, la actividad importadora, servicios profesionales (los trabajadores
por cuenta propia se dolarizaron más rápido) y en tecnología. Ahí hemos visto
signos positivos. Obviamente, en detrimento de otros sectores (la actividad
petrolera, banca y seguros -muy minimizado- y la industria de la construcción),
actividades que tienen un impacto muy fuerte en la dinámica global.
La sensación de que vivimos
entre los escombros, en medio de la destrucción económica, ¿podría convertirse
en una realidad permanente?
Sí, creo que sí. Si no
alcanzas, insisto, la solución política y la reconstrucción institucional, la
realidad de la que estamos hablando se va a convertir en algo permanente. Una
minoría, quiero hacer énfasis en eso, puede tener éxito, puede sobrevivir,
puede reinventarse, pero las grandes mayorías están en modo sobrevivencia.
Entonces, vas a tener un país estructuralmente pobre, sin capacidad de
crecimiento. Sin que ocurra ese milagro que muchos esperan y que podría
insertar a Venezuela en el concierto de las naciones latinoamericanas, como una
economía de peso.
¿La burbuja dolarizada no
tiene ningún impacto en los ingresos del gobierno?
A mí la expresión “burbuja
dolarizada” no me gusta porque, al final, la dolarización es más profunda de lo
que muchos creen. Nosotros hemos hecho siete estudios de transacciones en
dólares y te puedo asegurar que más de 2/3 de los pagos se hacen con esa moneda.
La liquidez en dólares que circula dentro de Venezuela es prácticamente cinco
veces más que la liquidez en bolívares. Ése es un dato representativo.
Adicionalmente, más de la mitad de la población maneja divisas, aunque eso no
quiere decir que tenga los dólares suficientes para vivir. Pero, efectivamente,
esa estructura dolarizada no logra llegar, al menos por la vía formal, al
Estado, entre otras cosas, porque el Estado tendría que avanzar hacia lo que
los economistas llamamos una dolarización financiera, en la cual los dólares
pasen por la banca, en un ecosistema más eficiente. Y allí el Estado pueda
recaudar impuestos en divisas. Pero creo que hay elementos de resistencia,
porque si llegamos ahí, las autoridades (el Estado) perciben que eso les pudiera
quitar grados de libertad.
El Estado todopoderoso, que
en Venezuela se consolidó en la segunda mitad del siglo XX, alentó el
surgimiento de grupos empresariales. Nuevos empresarios que surgían bajo el ala
del Estado. ¿No será que el chavismo está creando su propia capa empresarial?
Totalmente. Yo puedo
identificar, de alguna manera, tres grupos empresariales en Venezuela. Uno
tradicional, conformado por empresas eminentemente familiares, que entienden el
entorno, lo han sufrido y son parte de los sobrevivientes. Otro, que agrupa a
nuevas empresas, no siempre asociadas al poder, muchas de ellas pequeñas,
quizás algunas no puedan madurar y mueran en el camino. Se trata de un nuevo
tejido empresarial, débil todavía, pero que está surgiendo. Y un tercer grupo,
también nuevo, cuyo desarrollo tiene que ver con sus conexiones con el poder y,
por supuesto, las ventajas que derivan de esas conexiones. Eso les ha
permitido, incluso, un crecimiento acelerado. Yo lo que creo, pero ya estamos
hablando de política, es que el chavismo entendió que para mantenerse en el
poder es importante crear su propio poder económico. Esa tarea siempre estuvo
pendiente, desde la época de Chávez, pero por ciertas dinámicas que están
ocurriendo en la economía se está dando. Eso explica, en gran parte, la
flexibilización del modelo para darle cabida -en distintas actividades,
incluido el petróleo- a nuevos actores. Esos tres grupos empresariales van a
reconfigurar la nueva realidad del sector privado en Venezuela, de aquí en
adelante.
Los grupos empresariales que
han crecido bajo el ala del chavismo, en algún momento entenderán que, si no
hay una reinstitucionalización del país y estabilidad política, no van a
prosperar los negocios. No van a crecer. A fin de cuentas, el dinero no tiene ni
fidelidades ni moral.
Totalmente. Pero, en el
corto plazo, yo no veo una transición democrática en Venezuela. Aunque, en el
medio plazo, veo incentivos para que eso ocurra. En parte por lo que señalas.
Para poder crecer mucho más, ese sector privado (ya reconfigurado) va a
necesitar varias cosas. Uno, que el país crezca en general. Dos, que la base de
consumo crezca. Tres, va a necesitar acceso a financiamiento. Y eso sólo puede
darse en términos de esa reinstitucionalización. Entonces, en el mediano plazo,
esa necesidad se va a convertir en una presión importante.
Me interesa indagar en un
tema que quedó pendiente. ¿Cómo la economía sumergida o negra provee ingresos
al Estado? ¿Cómo funcionan esos mecanismos?
En Venezuela siempre ha
existido una economía gris o negra, como lo quieras llamar. Un poco por el
universo de distorsiones -controles de todo tipo- que hemos tenido, pero yo
creo que esa economía negra se ha potenciado en los últimos cuatro años. En
parte, coinciden dos fenómenos, uno político y otro geopolítico internacional.
Obviamente, ambos están relacionados. El primero está dado por el talante, cada
vez más autoritario, del Gobierno de Maduro. Y el segundo está dado por la
imposición de las sanciones, en especial las de Estados Unidos. Al final esas
dos cosas han exacerbado esa economía negra, tanto que hoy, según nuestros
datos, el 20 por ciento del PIB de la economía venezolana funciona en negro.
Eso es un número elevado para nuestros estándares, nunca antes habíamos llegado
a esos niveles.
¿Cuáles son las
implicaciones, los alcances, digamos, de esa realidad económica?
Yo creo que es clave para
entender por qué no se ha dado una transición hacia la democracia en Venezuela.
¿Por qué? En primer lugar, porque esa economía negra genera circulante de
dinero que tiene incidencia en lo social. Negar eso es no entender la realidad.
Ésos son dólares que van pasando de manos, hay procesos de compraventa de
bienes, que no sólo benefician a los llamados enchufados o a los corruptos,
sino que incluso llegan a otras capas de la población y tiene impacto en el
consumo. Entonces, hay una valoración social de esa economía negra. Luego
tienes una valoración política. Es decir, esa economía negra es renta de los
grupos de poder. Entonces, “si yo tengo unas rentas por este sistema, ¿cuál es
mi incentivo para que esto cambie, si yo soy un beneficiario directo?” Por eso
hice la conexión entre el sostenimiento político y la economía negra. Es un
factor clave en esta dinámica en Venezuela. Le ha dado oxígeno al Gobierno para
enfrentar las sanciones y, paradójicamente, las sanciones exacerbaron esa
economía en negro, entre otras cosas, porque funcionó como mecanismo de
sobrevivencia y, además, permitió, en buena medida, neutralizar el efecto de
las sanciones.
¿La economía negra, de
alguna manera, contribuye a financiar los programas sociales, valga decir, los
CLAP y los bonos que se reparten a través del carnet de la patria?
Una porción muy pequeña,
vinculada a dos actividades que se hacen hoy en negro. Una es la venta de
crudo, que se hace por esa vía para neutralizar las sanciones, y otra es la
venta de oro por parte del Estado. Esas dos actividades le generan al Estado
mecanismos de ingresos. Poco transparentes. Es difícil incluso cuantificarlo.
Pero pueden derivar en el financiamiento de diversas actividades del Gobierno.
El grueso de la economía negra, es fundamental entenderlo, funciona al margen
del Estado. Pero tiene impacto en la población, por eso hablé de la valoración
social y también de la valoración política. Si bien opera al margen, más allá
de estos dos elementos.
Llegado el punto, tenemos
que hablar en términos políticos. Y la pregunta es ¿tiene la dirigencia del
chavismo incentivos para cambiar la situación actual?
Esto hay que ponerlo en
contexto: mientras tú tengas un Gobierno sancionado, obviamente la economía
negra es una respuesta a ese tema. Volvemos al inicio de esta conversación. En
la medida en que yo pueda garantizar una reinstitucionalización y un regreso a
la democracia, eso puede permitir más transparencia en el uso de los fondos
públicos. Mientras esté operando este mecanismo (las sanciones), la economía
negra es una válvula de escape para el chavismo, un mecanismo de
sobrevivencia.
¿Esta combinación de
autoritarismo y de control social va de la mano con la estructura económica que
estamos viviendo?
Totalmente. Insisto, no le
quito el impacto social que tiene la economía negra, pero también disminuye la
tensión. Lo que quiero decir con esto es que si tienes un conjunto de
actividades que operan al margen de la ley -la extorsión, el mercado negro, la
explotación del oro, reventa de gasolina subsidiada, reventa de vacunas,
cualquiera de estas actividades- al final eso genera un conjunto de rentas y tú
tienes grupos que se están beneficiando. Es iluso pensar que sólo se beneficia
la cúpula, también hay una porción de la población que se beneficia de esto,
que con ese ingreso, con esa renta, vive, come e intercambia bienes. Entonces,
tiene una dimensión social muy poderosa que inhibe el conflicto y, por eso, en
alguna medida, el chavismo la permite. Es un ganar ganar en un triple esquema.
Ganan los grupos de poder, porque obviamente se quedan con la mayor tajada de
esas rentas. Ganan grupos económicos que se convierten en operadores
financieros al mover esas rentas adentro y afuera. Y gana el chavismo que cuenta
con ese mecanismo para disminuir la tensión social al haber capas de la
población con acceso, minúsculo, sí, a esas rentas. Un triple propósito para la
estabilidad del Gobierno.
Estamos anclados en el
pasado, nos regodeamos en el país que una vez fuimos. Pero lo cierto es que
Venezuela cambió para siempre. ¿Realmente aceptamos el país que tenemos? Algo o
mucho de lo que ha dicho tiene que ver con la realidad. ¿Por qué no se habla
tan crudamente como lo ha hecho de esa realidad?
Creo que eso tiene que ver
con una característica típica de los seres humanos, que es la negación. Al
final, el país que tuvimos no va a volver. Al menos yo lo tengo claro. No va a
volver. Ese país que era rico, en el imaginario de la gente, en el que hacer
negocios era muy fácil, en el que la recuperación de una inversión era rápida,
en el que había movilidad social, de las mayores que existían en América
Latina, donde la gente podía mejorar su nivel de vida, ese país no existe y no
va a volver. Tenemos esa nostalgia, esa añoranza por el pasado. Pero tenemos
que pasar a lo que tenemos y de ahí mirar hacia adelante.
***
*Economista (Summa Cum Laude) de la Universidad
Central de Venezuela. Director de la firma consultora Ecoanalítica.
27-06-21
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