Ana Guaita Barreto 20 de junio de 2021
@AnaCGuaita
Desde
que inició la debacle venezolana con la llegada del chavismo al poder, millones
de venezolanos huyeron del país en busca de una mejor calidad de vida.
Desde
el año 2002 (año en el que comenzó a agudizarse la crisis) el número de
migrantes venezolanos en el mundo ha ido en un descontrolado aumento sin
precedentes.
Las
olas migratorias
Luego
de que el régimen de Chávez despidiera en el año 2003 a aproximadamente 20
mil trabajadores de Pdvsa a raíz del paro petrolero, muchas de esas
familias decidieron emigrar para evitar las represalias que el entonces
presidente, amenazaba con cumplir.
En esa
misma tónica, entre los años 2005 y 2008 numerosos empresarios buscaron nuevos
horizontes en otras tierras debido a la persecución política y la
expropiación de empresas industriales y agropecuarias que llevó a cabo
el principal responsable de la desgracia venezolana.
Pasaban
los años y el caos continuaba: en el año 2015, la clase media se vio más
afectada, a causa de la crisis económica, social, política,
hospitalaria y humanitaria que enfrentaba –y que enfrenta- el país.
Esto los obligó, en gran medida, a abandonar lo que había sido hasta ahora una
“relación tóxica” llamada Venezuela.
Testimonios
de la diáspora
Este
20 de junio, Día Mundial del Refugiado, decretado así en el año
2001por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
(Acnur), LaPatilla conversó con varios migrantes venezolanos
que se encuentran entregando sus vidas en suelos extranjeros buscando una forma
honrada de salir adelante.
Seis
venezolanos radicados en Panamá, Costa Rica, Argentina, Chile, España y
Uruguay contaron las duras experiencias que les tocó vivir desde su
llegada un país que les abrió las puertas, luego de que su natal Venezuela
hasta las ventanas les cerró.
Estos
jóvenes contaron, entre lágrimas, cómo han sido los años lejos de sus seres
queridos, sabiendo que cada familiar dentro de Venezuela sufre por las
distintas crisis ocasionadas por la ambición del régimen de Maduro para
perpetuarse en el poder.
El
derecho a la salud y a la vida, consagrado en la Constitución venezolana, en su
artículo 43 se ha visto seriamente vulnerado por los representantes de la
dictadura chavista; a diario mueren los ciudadanos por falta de medicinas,
atención hospitalaria y el alto costo de la salud. Este fue el tema más
abordado por nuestros entrevistados.
Dolor
familiar
“Estando
en Venezuela nunca había lidiado con la muerte de una persona cercana. Al año
de vivir en España, 3 de mis abuelos murieron. Lo primero que sentí fue culpa,
no podía estar con mis padres y abrazarlos porque sus padres habían muerto”,
confesó Karla Peraza, una periodista venezolana, quien se encuentra actualmente
trabajando como operadora en un call center de España, luego
de ser profesora de periodismo y fotografía a nivel universitario en Venezuela.
Y es
que quien emigra sabe perfectamente que al llegar a otro país hay que “estar
preparado para saber que trabajar ‘de lo que sea’ forma parte de tu camino y
que no es, tu destino final”, señala Daniela De Pascuali, otra periodista
desplazada por el régimen de Chávez y Maduro.
Gabriella
Mejías, desde Panamá destaca que “dada la situación de la pandemia todo es un
poco más difícil, así que, dependiendo de lo que se consigue puedo ser: mesera,
señora de servicio, manicurista, oficinista, secretaria, ayudante general, me
dedico principalmente a sobrevivir de la manera más honrada posible”.
Otra
circunstancia que es conocida y temida por cada migrante es que el tiempo para
un reencuentro familiar es desconocido. Pueden pasar meses, pueden pasar
décadas para que el abrazo más deseado ocurra de nuevo o simplemente puede
nunca ocurrir.
En
este sentido, Yokasta Sanoja, una publicista criolla radicada en Uruguay
comentó que “ha habido varios muertos en su familia”, explicó con voz
temblorosa que la muerte que más le dolió “fue un tío que nunca nos dijo que
estaba enfermo, nos enteramos cuando estaba grave”. Yokasta detalló que cuando
estaba en planes de emigrar, su tío insistía mucho en despedirse de ella en el
aeropuerto: “Después lo entendí… Él quiso ir porque sabía que no me vería
más”, lamentó.
El
lado oculto de la migración
En las
redes sociales abundan las fotos de migrantes en los destinos turísticos que
les ofrecen los países de acogida. Hermosas playas, paisajes envidiables,
buenos restaurantes y felicidad palpable son solo algunos de los panoramas que
se aprecian en las publicaciones de los refugiados venezolanos en otras
tierras.
Sin
embargo, no todo es color de rosa: detrás de cada una de esas fotos / videos
existe una historia no contada cargada de dolor, penurias y tristezas que se
encuentran reprimidas en el interior de cada venezolano.
Gabriella
Mejías estando en Panamá desde el año 2016, relató que ha perdido familiares y
mascotas y no pudo despedirse de ellos, señaló que “duele no poder expresarle
el último adiós a tus seres amados, he perdido a muchos conocidos y familiares,
realmente es horrible, es de las noticias que si estando presente no quieres
escuchar, imagínate a miles de kilómetros”.
Gabriella
aclara que el proceso de sobrellevarlo para ella siempre ha sido “trabajar más
y más y más”. Y es que no es fácil recibir este tipo de noticias cuando el
sentimiento de impotencia invade el cuerpo entero.
Del
mismo modo, Karla relata que “todo depende de cómo fue tu actitud al salir de
Venezuela. En mi caso fue una tortura subirme a ese avión dejando a los míos en
tierra. Luego cuando vas avanzando, cuando poco a poco logras tu permiso para
trabajar, luego un trabajo, tu primer sueldo y la alegría de ayudar a los
tuyos, y también de cumplirte un capricho, ahí te das cuenta que la felicidad
no sería felicidad si la tristeza no existiese”.
Empezar
de cero: ¿Una aventura que se disfruta o un martirio que se sufre?
En la
entrevista sostenida con los venezolanos en otros países, cada uno detalló que
al inicio todo fue muy complicado. Roymar Celis, una licenciada en Comercio
Exterior que reside actualmente en Chile, comentó el arduo camino que tuvo que
atravesar para vivir dignamente en una buena zona de la ciudad capital.
“Emigrar
para mí representó un cambio tremendo. En Venezuela fui supervisora en un call
center de una reconocida empresa de telefonía por muchos años y en
Chile mi primer trabajo fue de parquímetro”. Roymar explicó que debía salir de
su casa a las 6:40 de la mañana y “pasar todo el día de pie, caminando bajo el
sol, bajo la lluvia, bajo el frío, pedir prestado el baño en restaurantes,
locales y tiendas”.
Otra
de las experiencias negativas que atravesó esta venezolana en ese empleo
y que contó con mucho pesar a LaPatilla fue la de “comer frío en la calle y a
veces ni poder comer porque el trabajo no tenía las mejores condiciones para
eso. Había días donde salía de casa a las 6:40 de la mañana y no iba al baño
sino hasta las 9 de la noche que llegaba a casa”.
Antonio
Romero, por su parte contó que al llegar a Costa Rica todo fue bastante fuerte:
“Particularmente me ha tocado duro. Me han robado, estafado, he dormido en la
calle, he sido vendedor ambulante en los semáforos y en los autobuses de San
José”, pero no todo ha sido malo, Romero recordó que también ha tenido
aventuras “maravillosas e increíbles” que ha sabido disfrutar.
La
gota que derramó el vaso
Una
historia siempre tiene un inicio, un desenlace y un final. Para estos jóvenes
Venezuela se convirtió en un cuento que acabó en la triste despedida en el
icónico arte de Carlos Cruz Diez en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía.
Yokasta,
en Uruguay comentó que “aunque mi mamá trata de ocultarme las cosas, sé que a
veces el mercado no le alcanza, el agua no llega, el internet es una porquería,
el transporte público no existe”. Esas fueron las principales razones que la
llevaron a convertirse en una más que buscó vida y sustento en otro país
distinto al suyo.
“Daría
todo por poder sentirme seguro en mi país y volver a él. Desearía saber que
siempre habrá servicios básicos (luz, agua, gas) también tener la certeza de
que si me enfermo conseguiré medicinas o simplemente atención médica, tener la
seguridad de poder ir al supermercado y comprar lo que me apetezca, pero sobre
todas las cosas me encantaría poder tener la seguridad de que si salgo a plena
luz del día no me van a robar o matar”, destacó Antonio Romero desde Costa Rica
cuando fue consultado acerca de las razones por las que abandonó Venezuela.
Y es
que la cantidad de delitos cometidos en plena luz del día en Venezuela se ha
convertido en un empuje “obligado” para los venezolanos.
“En
los zapatos” del emprendimiento
Las
crisis ayudan a los ciudadanos a dar lo mejor de sí para superarse cada día.
Hay una frase bastante acertada que han tenido presente los venezolanos en el
exterior: “O lloramos o vendemos pañuelos para las lágrimas” y es lo que están
haciendo muchos fuera del país.
Y
Daniela De Pascuali puede dar fe de eso. Ella es una periodista engrosa la
lista de venezolanos en Argentina y también le brindó su testimonio a
LaPatilla.
Luego
de trabajar de lunes a lunes con una jornada de 12 horas diarias y sin días
libres durante un año y medio, De Pascuali comentó que su “cuerpo no me daba
más”.
“Yo
trabajaba en una tienda de ropa interior donde no podía ni sentarme, ni
recostarme de nada, siempre tenía que estar erguida, a lo militar. Yo solo veía
el reloj y cuando salía, me decía, ‘bien, pudiste, lo lograste’”, explicó
Daniela.
La
rutina de Daniela se basaba prácticamente en dedicarse al empleo que tenía en
ese momento y a cumplir su sueño: tener su propia marca de zapatos en Buenos
Aires.
“En
las mañanas trabajaba con Diocady (su marca de zapatos); en las tardes, hasta
la noche era vendedora de un local comercial, los sábados en la mañana iba a
clases y salía corriendo al trabajo hasta la noche de nuevo y los domingos iba
a vender los zapatos que hice durante la semana en una feria turística
artesanal en Buenos Aires”, relató entre lágrimas nuestra entrevistada en
Argentina, quien además explicó que esta situación “hizo que terminara en el
médico” y tuvo que tomar una decisión: contra todo pronóstico renunció al
empleo y “enfrenté mi emprendimiento. Ya ha pasado un año y medio de esa
decisión y aquí seguimos”, comentó con un tono de orgullo.
Orgullo
estampado
En la
misma situación se vio Roymar, en Chile: por la pandemia del Covid-19 se vio
ahogada económicamente porque la despidieron de su empleo y decidió emprender
su propio negocio… Ahora diseña, cose, estampa y vende sus propias creaciones,
las cuales varían desde franelas, hasta forros porta-vasos.
Pionera
en esta área, esta emprendedora venezolana realiza sublimaciones de camisas,
tazas, llaveros, mousepads, rompecabezas, entre otros artículos.
“Aún
no olvido los días en los que pasaba 10 horas caminando todo el día, comiendo
en la calle, (muchas veces frío) y sin poder ir al baño. Fue una experiencia
horrible”, relata Roymar. “Actualmente doy gracias a papá Dios que todo eso se
terminó para mí”.
Soluciones
para Venezuela
En
esta entrevista se les consultó a los seis venezolanos acerca de las posibles
soluciones para el caos que vive el país que los vio nacer y las seis
respuestas coinciden en enjuiciar y encarcelar a los representantes del régimen
de Chávez y Maduro, dentro y fuera de Venezuela; refundar las instituciones
públicas y por último eliminar los beneficios que reciben estas personas por
“trabajar” para el Estado venezolano.
Por el
momento Gabriella, en Panamá explica que no hay solución para Venezuela y
detalla que no quisiera volver al país. “Lamentablemente no quisiera regresar,
más bien mi familia me dice que no regrese, que tristemente me costaría mucho
adaptarme al día a día de Venezuela”.
Personas
familiares y creyentes
Durante
la entrevista con cada uno de estos jóvenes se pudo constatar que en las
declaraciones que brindaron, su familia y su creencia en Dios era lo que los
mantenía en pie de lucha frente a las adversidades.
Demostraron
un compromiso con sus seres queridos que aún residen en Venezuela y explicaron
que “gracias a Dios” han podido ayudar a quienes lo necesitan, mientras ellos
se encuentran en esas tierras lejanas.
Dios
acompañará a cada una de estas personas en sus arduos caminos porque él solo
le entrega fuertes batallas a sus más capaces guerreros.
Tomado
de: https://www.lapatilla.com/2021/06/20/historias-de-la-diaspora-testimonios/
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