Fabiana Ortega 18 de junio de 2021
El COVID-19 se
instaló en un país que desde hace casi una década tiene una herida abierta: la
diáspora de venezolanos. En el gremio médico, según cifras de la ONG Médicos
Unidos de Venezuela, la cifra supera los 30.000 profesionales que han emigrado
en los últimos años en búsqueda de estabilidad económica y laboral.
La
pérdida de ese recurso humano se agudiza, y se torna más oscura, con la muerte
de médicos y enfermeras que, como ocurre en toda emergencia sanitaria, son
quienes combaten en primera fila para salvar la vida de los pacientes, aún en
condiciones de precariedad.
Un
déficit que para finales de mayo 2021 sumaba la muerte de más de 600
trabajadores de la salud, según cifras de la misma ONG. De esa cifra,
Efecto Cocuyo ha podido confirmar en su monitoreo desde la llegada de la
pandemia al país, el deceso de 492 profesionales de la salud.
Se
trata de una pérdida de profesionales de la salud, calificados y con dilatada
experiencia, baluartes de la ciencia, no solo en la parte clínica sino también
en el área de investigación. Reemplazar a un médico especializado, al menos
recién graduado, requiere más de una década.
Junio
de 2020, la primera víctima
Aunque
desde marzo se reportaron los primeros casos de trabajadores de la salud
contagiados por COVID-19 en los estados Cojedes y Apure, no fue sino tres meses
después de decretada la pandemia, en junio de 2020, cuando se reportó la
primera víctima mortal en el gremio.
Lo
anunció el 17 de junio el mandatario nacional Nicolás Maduro al referirse
a un enfermero en Catia, municipio Sucre de Caracas. Sin embargo, el primer
deceso había ocurrido 24 horas antes en el estado Zulia. Se trataba del
epidemiólogo y exdirector del Hospital Universitario de Maracaibo, Samuel Viloria, el
primer médico muerto por coronavirus en la nación.
Un
país más frágil
A
pesar de la opacidad en las cifras que médicos y organizaciones denuncian,
algunos expertos coinciden en el daño irreparable que deja estas pérdidas y la
situación de vulnerabilidad y fragilidad en la que queda el paciente.
“El
fundamento de esto no solamente es la significación de la pérdida de personas
bien entrenadas, adecuadamente formadas. Inclusive, muchos de ellos fueron
maestros que aleccionaron a muchísimos individuos en postgrado en toda
Venezuela. También se pierde la capacidad de atención. A medida que
fallece un médico, que esté en el área de trabajo, sobre todo asociado a la
covid, fallece un recurso humano que es necesario para poder amortiguar la
posibilidad de la atención sanitaria en todos los espacios del componente
sanitario en Venezuela”, detalla el presidente de la Academia Nacional de
Medicina, doctor Enrique López-Loyo.
“Tenemos,
entonces, la situación en la cual los médicos que están atendiendo a pacientes
afectados por la pandemia están falleciendo y muy probablemente la curva de
aprendizaje de los médicos que no están bien formados va a ser más difícil de
lograr en un momento dado”, agrega López-Loyo.
Decesos
oficiales y no oficiales
A la
fecha, de acuerdo con el boletín epidemiológico de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS) del 18 de mayo de 2021, la dependencia de la Organización
Mundial de la Salud notificó el deceso de 165 trabajadores de la salud y el
contagio de 3.026 en Venezuela. Los datos corresponden al lapso que va
entre enero de 2020 al 17 de mayo de 2021 que fueron notificados por el
gobierno de Nicolás Maduro ante el organismo internacional.
Sin
embargo, la cifra dista del censo que de forma particular ha levantado la ONG
Médicos Unidos de Venezuela que lleva un registro de los casos por muerte,
contagio y sospecha de contagio y reportaba para finales de mayo de 2021, la
muerte de más de 602 miembros del personal sanitario.
Efecto
Cocuyo ha podido confirmar, desde marzo de 2020 hasta este
16 de junio, 492 decesos (314 hombres y 178 mujeres). La lista la encabezan
ginecobstetras y pediatras, con 53 y 31 decesos respecctivamente.
“Lo
que está ocurriendo es que están dejando un vacío en el gremio médico,
en la familia y en las ciencias médicas porque hemos perdido valores muy
destacados. Hemos perdido valores muy importantes en la ciencia y hemos perdido
valores muy importantes en lo que respecta al futuro de la medicina en
Venezuela. Indudablemente que eso tiene un altísimo costo porque la mayoría son
personas altamente preparadas, especialistas de varios años de experiencia”,
señala la doctora Dianela Parra, presidenta del Colegio de Médicos del estado
Zulia.
El
colapso
A
juicio de López, el repunte en la muerte de personal de salud en las últimas
semanas se debe en parte a la saturación de trabajo del personal de salud,
especialmente de las enfermeras, muchas de las cuales cumplen turnos dobles en
el áreas públicas y privadas para atender el déficit de personal en el área
pública.
En
ello coincide la presidenta de la Asociación de Enfermeras de
Caracas, Ana Rosario Contreras, cuando denuncia que las guardias que
por lo general son de seis horas se han cuadriplicado y, por tanto, existe una
mayor exposición de la concentración viral.
“Cuando
vemos que los hospitales están generando estos planes de trabajo, esto es una
declaración tácita de la escasez de personal de enfermería”, advierte.
Su
teoría es respaldada tanto por López como por José Félix Oletta, el exministro
de Salud, médico internista, y miembro de la Sociedad Venezolana de
Infectología y de la Red Venezolana Defendamos la Epidemiología. Ambos destacan
que, más allá de la pandemia, incide en gran nivel la diáspora de profesionales
de la salud a otros países de la región.
“Se
han ido personas de primer nivel que costaron muchísimo dinero y años de
formación y de experiencia, más la que se ha perdido por Covid. Lo más triste
es que aquellos que se quedaron en su país y están falleciendo por Covid. La
pérdida de recurso humano es irreparable y costará muchísimos años poder
recuperarlo. Si tienes que formar de nuevo neurocirujanos, infectólogos, tienes
que esperar nueve años para que tengas un nuevo infectólogo que sustituya a
quien se va o a cada uno que muere, asumiendo que está recién graduado”, dice
Oletta.
La
otra pandemia
Según
cifras de la misma ONG Médicos Unidos por Venezuela, se estima que más de 30
mil profesionales han emigrado en los últimos 10 años. Países como España,
Chile, Perú e incluso Colombia destacan entre los destinos de llegada de gran
parte de los galenos venezolanos.
“Se
han ido de Venezuela 60% de los patólogos y 45% de los intensivistas.
Muchas personas que están en Amazonas, Apure o los Andes, se tienen que
trasladar hacia el área metropolitana para conseguir una atención de áreas
específicas de su problema sanitario”, detalla López.
También
emigró parte del componente de la atención sanitaria como técnicos en
radiología o en patología pulmonar, por ejemplo.
“Impacta
mucho una pérdida inesperada por COVID-19. Pero se está sumando a una migración
forzada de los profesionales de la salud. Esa otra pandemia nos ha golpeado
durísimo, al punto de poner en peligro la generación de relevo. Cuando usted va
a buscar o tiene que seleccionar oncólogos, cirujanos con competencias,
neurocirujanos, terapistas intensivos, anestesiólogos o simplemente médicos
internistas y pediatras neonatólogos hay una limitación muy importante porque
muchos se han ido”, enumera Oletta, quien advierte que la pérdida no solo es en
la parte clínica sino también en la parte de investigación.
Bolívar,
un caso particular
En el caso
de Bolívar, al sur de Venezuela, el déficit de personal sanitario y de
profesores en la Academia también es un hecho. “Ya lo que está quedando es una
cantidad ínfima de médicos. Hay servicios en los que ya se ha ido más de 40% de
especialistas en el Hospital de Guaiparo. Nosotros necesitamos de todo:
neurólogo infantil, neurólogo de adulto, nefrólogo, cardiólogo, endocrinólogo,
intensivista. Venezuela se está quedando sin especialistas”, sostiene el doctor
Hugo Lezama, presidente del Colegio de Médicos del estado Bolívar.
A su
juicio, las consecuencias de ello es el aumento de las estadísticas de
mortalidad en los hospitales y ambulatorios; y el posible subregistro de las
personas que van al hospital y al no poder ser atendidas regresan a sus casas a
bien morir o a recuperarse.
“Los
que estamos quedando aquí estamos trabajando en cascarones vacíos. Estamos
haciendo milagros; estamos haciendo peripecias salvando la vida de nuestros
pacientes”, enfatiza.
Enfermeras
sin reemplazo
En el
caso de enfermería, indica Contreras, que más de 60% del personal emigró y en
estados como Barinas, Falcón, Zulia y Mérida no hay reemplazo de este personal.
“Eso
es muy grave porque hay estudios que se han realizado en Estados Unidos y Reino
Unido que evidencia que cuando disminuye el personal de enfermería se
exponencia el riesgo a morir de los pacientes. La enfermera es la que asume la responsabilidad de cumplir el
plan de trabajo que el experto hizo tras el diagnóstico“, subraya.
Contreras
además denuncia el riesgo de una mala práctica al incorporar a estudiantes de
los primeros años de la carrera que no tienen consolidadas las competencias
técnicas para poder ejercer de manera segura la enfermería.
“Están
tratando de que aprendan a inyectar con una naranja. Inyectar no es un acto mecánico.
Es un acto científico que implica conocer la anatomía y qué tipo de
medicamentos se está pasando. Un estudiante de los primeros años de la carrera
no tiene las competencias requeridas para hacer ejercicio de enfermería y mucho
menos para hacer el proceso de vacunación. Porque vacunar es una cosa e
inmunizar es otra. Para vacunar, cualquiera puede; pero para inmunizar se
necesitan otras cosas: respetar la cadena de frío, los protocolos de seguridad
para que ese biológico cumpla la función de proteger al paciente”.
La
mitad del gremio médico vacunado
Actualmente,
según cifras de la ONG, cerca del 50% de trabajadores de la salud habrían sido
vacunados en la jornada que inició en febrero y pese a que el ministro de
Salud, Carlos Alvarado, señalara que se había vacunado al 90% del gremio.
A
diferencia de otros países donde el reporte oficial y las mesas técnicas las
encabeza el ministro de Salud junto a expertos, en Venezuela, desde que se
decretó la pandemia, el reporte de los casos de contagio por Covid-19 ha estado
a cargo, en su mayoría, de la Vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez, y del
Ministro de Comunicación e información, Freddy Ñañez.
Desde
meses atrás no precisan el número de pruebas aplicadas; tampoco del personal
sanitario contagiado y fallecido.
En ese
sentido, Oletta, lamenta además que no haya un reconocimiento a la labor que
cumple el personal médico y de enfermería en las condiciones actuales. “Más
allá de lamentar la pérdida irreparable de las personas, aquí hay que hacer una
reparación a todos los profesionales de la salud. Usted no ve declaraciones, en
el discurso oficial, que reconozcan ese esfuerzo”, sentencia.
Un
dilema ético
Con
este panorama está surgiendo otro fenómeno el cual Contreras cataloga
como “migración laboral”. Son aquellos trabajadores de la salud que, en su
instinto de supervivencia, optan por renunciar a sus responsabilidades, bien
por temor, bien por mejores beneficios salarios, o bien por ambos.
“No
quieren ir a trabajar. Tienen miedo de ir a trabajar porque tampoco les proveen
de los equipos de protección personal para que ellos puedan atender con algo de
tranquilidad a los pacientes”, destaca Parra y denuncia que en algunas áreas de
hospitales públicos dotan de una mascarilla para 24 horas.
En el
caso de las enfermeras, el salario base de una enfermera representa cinco
dólares en promedio, cuando la canasta básica alimenticia está proyectada en
300 dólares al mes.
“Las
enfermeras están en extrema pobreza y quizá muchas no han podido superar ese
paradigma que nos enseñaron que ‘el paciente primero’. ¿Y por qué se van de los
hospitales? porque trabajan en condiciones de altísimo riesgo y en vez de
llevar comida a su casa lo que pueden llevar son afectaciones de virus. Hay
quienes se han dedicado a otras actividades; y hay quienes han decidido cuidar
a pacientes”, señala Contreras.
Tanto
para enfermeras como médicos se trata de un dilema ético. Pero todos coinciden
en la dimensión deontológica de la profesión: hay que preservar la vida del
personal sanitario, aún cuando esto signifique tomar distancia para
resguardarse.
*Al
momento de levantar este reportaje, ninguno de los encuestados se había
vacunado.
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