Cipriano Heredia S. 03 de febrero de 2022
@CiprianoHeredia
(Memorias de un insólito suceso o "Testimonio de un
muchacho asomado":)*
Transcurría la noche del 3-F de 1992 con absoluta normalidad en casa de mis padres. Pasó la hora de la cena, la del noticiero y la de la novela de la época y, entre las 10 pm y 11:00 pm, cada uno fue retirándose a su habitación. Al día siguiente seguía la cotidianidad, que en mi caso consistía en ir a trabajar como asistente del Magistrado José Rafael Mendoza en el entonces Consejo de la Judicatura, mientras esperaba mi acto de grado como Abogado en la UCV, el cual tendría lugar el 30 de abril de aquel año.
Pero
de repente el teléfono de la casa repica casi a medianoche y ocasiona el
alboroto y la expectativa que una llamada a esa hora suele provocar. Era mi tía
Velma Soltero de Ruán, quien para entonces vivía en un edificio de Chuao sobre
la Av. Río de Janeiro y desde su ventana presenciaba atónita cómo se libraba un
duro enfrentamiento militar en la base aérea de la Carlota.
Inmediatamente
hacemos llamadas, pero casi nadie sabe qué pasa a esa hora. La mayoría de
quienes contactamos se están enterando por nosotros, hasta que logro
comunicarme con la casa del Dr. Pedro París Montesinos -para entonces
Presidente del Congreso Nacional- y hablo con una de sus hijas, quien me
informa que hay un alzamiento en marcha y que el Presidente ha tenido que salir
de Miraflores. También hay fuego cruzado en la Casona y se reportan
levantamientos en varios sitios del país. Le pregunto por su papá y me dice que
está en casa recibiendo y haciendo llamadas. Para esa hora reina la
incertidumbre. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está el Presidente, ni se
maneja con exactitud la magnitud de la conjura.
Cuelgo
el teléfono y sin pensarlo mucho, a escondidas de mis padres y mis hermanas,
tomo las llaves del carro en silencio, salgo de la casa y me dirijo a la de
París Montesinos. Al llegar me pongo a la orden para lo que tenga que hacerse y
acompañarle. Ya casi a la 1:00 am el Dr. París decide salir y nos vamos en un
solo carro con un conductor y un escolta. Las placas oficiales se cambian por
unas normales y nos dirigimos a la casa del Senador Lewis Pérez, a la cual
concurren otros líderes de AD.
A los
pocos minutos de estar en su casa, Lewis recibe la noticia de que el Presidente
está en Venevisión, e inmediatamente partimos todos a la estación de la Colina.
En plena subida nos interceptan varios soldados. Afortunadamente son tropas
leales que están custodiando el canal. Al entrar, ya CAP ha transmitido su
primer mensaje. Hacen presencia también los dirigentes copeyanos Eduardo
Fernández, Gustavo Tarre y Luis Alberto Machado, así como muchos líderes de AD.
Una señora que está presente –seguramente esposa de algún dirigente-, le
pregunta a CAP angustiada: “Presidente, cuénteme, ¿cómo se escapó de
Miraflores?”. Y CAP le responde con su particular tono y estilo: “Pues, cómo
uno se escapa de esas cosas”. Luego de lo cual nos ofrece a todos una brevísima
y tranquilizadora sonrisa.
Al
rato CAP transmite otro mensaje aún más tajante pero sereno. Atrás una cortina
negra y la bandera nacional. El Presidente luce sobrio y aplomado mientras ordena
en tono grave a los insurrectos, apelando a su carácter de Comandante en Jefe
de las FFAA, rendirse de inmediato y deponer las armas. Ya cerca de las 4:00 am
uno de los oficiales que está presente recibe una llamada e inmediatamente le
pasa el enorme celular –tipo ladrillo- al Presidente, anunciándole que se trata
del General Oviedo. CAP toma el teléfono, saluda y escucha al General como por
20 segundos, luego le hace un par de preguntas, e inmediatamente cuelga y nos
informa a los presentes que Miraflores ha sido retomado por fuerzas
institucionales y que parte inmediatamente hacia el Palacio.
El
carro de la presidencia del Congreso lleva esta vez al Dr. París acompañado de
un par de dirigentes de AD. Me toca irme ahora con Luis Emilio Rondón y Liliana
Hernández, quienes habían llegado también a Venevisión. La insólita caravana de
más o menos 12 vehículos, en la que no va ni un solo carro con placas oficiales
ni de tipo militar, se desplaza con precaución por la Cota Mil hasta alcanzar
la Av. Baralt, la cual baja parcialmente, se mete a la derecha en una esquina y
cruza a la izquierda hacia abajo en otra, para desembocar finalmente cerca del
“Palacio Blanco”, y luego entrar a Miraflores por la llamada “Prevención 1”:
entrada principal sobre la Av. Urdaneta.
Al
llegar a Miraflores el espectáculo no podía ser más lamentable. Se escuchan
tiros aún a lo lejos, pasan frente a nosotros varios soldados insurgentes
detenidos, todos llevan los brazos arriba y las manos sobre la cabeza, mientras
caminan en fila custodiados por efectivos de la Casa Militar. Hay un charco de
sangre considerable frente al pasillo que conduce al interior del Palacio, y
dos soldados fieles a la Constitución ponen en orden sobre la acera el
armamento incautado a los rebeldes. Es considerable la cantidad de huecos que
hay en las paredes externas causados por los impactos de bala.
Dentro
de Miraflores las cosas no son diferentes. Al caminar por los pasillos es
inevitable pisar pedacitos de escombros de las paredes, techos y columnas que han
quedado regados por todos lados. Se observan más charcos de sangre y huellas de
disparos por doquier, incluyendo uno en la puerta del Despacho Presidencial. Me
asomo a la Sala de Edecanes y está el Ministro Ochoa en traje de campaña dando
instrucciones por teléfono, mientras que el Ministro Ávila Vivas es quien ya ha
entrado y recibe al Presidente.
A
partir de ese momento Miraflores empieza a llenarse de gente. Todo el mundo
político se da cita en Palacio, y los medios toman por asalto el escenario con
el amanecer. A las 08:00 a.m el Dr. París sale de una reunión con el
Presidente, nos vemos en los pasillos y me dice que se retira. Debe prepararse
para dirigir la sesión del Congreso que se realizará pocas horas después, para
considerar y aprobar la suspensión de garantías que el Presidente está
decretando en ese momento.
Acto
seguido me invita a irme con él de regreso, y aunque el deseo de quedarme allí
me invade, atiendo a su gesto y pienso que es un gran momento para escuchar de
sus labios lo que en realidad pasó. Así es que me subo tras él en el mismo
vehículo en el que comenzó nuestro periplo de esa insólita madrugada, no sin
antes recoger del suelo un par de pequeñas piezas de las muchas que había por
todos lados, las cuales guardo como excepcional recuerdo de la fatídica
experiencia que Venezuela vivió aquella nefasta madrugada, cuyos destructivos
efectos se han extendido hasta el sol de hoy para desgracia de todos los hijos
de esta arruinada Nación.
Para
finalizar, siendo que en este 2022 se cumplen 30 años de aquel hecho y también
es el centenario del natalicio del Presidente Carlos Andrés Pérez, valga la
ocasión para reconocer en él no sólo al decidido y valiente líder que enfrentó
aquella vil insurrección con gallardía y éxito, sino también para poner de
relieve su talante de gran demócrata, civilista, visionario, institucionalista
y Jefe de Estado, cuyo perfil, trayectoria y méritos contrastan de manera
profunda con los de quienes intentaron derrocarlo esa noche, así como otros que
luego se arrimaron a esa sombra y han devastado a Venezuela.
*Nueva
versión del artículo original publicado en 2012 con el mismo título
Cipriano
Heredia S.
@CiprianoHeredia
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