Rafael Veloz 02 de febrero de 2022
@Rafaelvelozg
El
dinamismo es una de las características propias del ejercicio de la política en
todos los países del mundo, pero en el caso de Venezuela y de naciones con
regímenes autocráticos y totalitaristas, se obstruye o se impide por completo
el desarrollo del conjunto de acciones que son parte medular de esa dinámica,
que acompañada por la probidad, pueden permitir “la mayor suma de felicidad
posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”,
como dijo el Libertador Simón Bolívar, al referirse al “gobierno más perfecto”,
durante el acto de instalación del Congreso de Angostura, el 15 de febrero de
1819.
Dentro de esas acciones están las de preservar, modificar y dictar nuevas leyes con raíces constitucionales, para que se conviertan en las normas o bases en que se sostendrá la sociedad para su normal desarrollo. Cuando el texto constitucional y esas leyes son transgredidas o ignoradas se transita por la denegación de la justicia y se rompe por completo con el estado de derecho, lo que hace imposible cumplir con los principios de la gobernanza, situación que afecta a todos los ciudadanos, las instituciones y también a los organismos públicos y privados. Esto es precisamente lo que sucede en la Venezuela actual a causa del régimen usurpador de Nicolás Maduro, que actúa solo para enquistarse en el poder y enriquecerse incluso a costa del sufrimiento de todo el pueblo, por lo que urge ponerle el punto final.
La
consecuencias han sido la violación sistemática de los derechos humanos, con
acento en los crímenes de lesa humanidad, miseria y corrupción, así como la
humillación al pueblo trabajador, incluidos los pensionados y jubilados,
quienes después de laborar toda su vida por Venezuela, hoy viven no de una
lismona, porque en realidad los beneficios económicos que reciben son mucho
menos que eso.
La
inmensa mayoría entiende a la perfección todo lo anterior. También esa inmensa
mayoría anhela con fe y esperanza que se recupere la libertad y la democracia
muy pronto. Sin embargo, con eso no basta porque también se debe entender que
hay que hacer las cosas bien con unión, determinación, conocimiento y armonía
para lograr los objetivos. En consecuencia, lo primero es hacer valer esa
inmensa mayoría que se opone al régimen, como tanto a dicho el Presidente (E)
de Venezuela, Juan Guaidó, para luego juntos construir futuro, tanto el
inmediato que es lograr la salida de la dictadura como el que vendrá después al
hacer realidad la mejor Venezuela, que no son tan solo tres palabras, tampoco
una simple aspiración o una consigna política que tenemos en Voluntad Popular,
sino un objetivo al que no renunciaremos jamás. Parafraseando al papa Juan
Pablo II, ante el momento político que vivimos, es oportuno decir que el futuro
comienza hoy, no mañana.
¿Podemos?
¡Claro que sí!
La
fuerza que tenemos
En
innumerables ocasiones he escuchado decir que no podemos luchar contra el
régimen de Nicolás Maduro porque no tenemos armas. Eso es cierto, pero nosotros
en ningún momento nos hemos planteado la salida de los usurpadores por medio de
una acción violenta. Dejemos eso a las divagaciones o mentiras que suelen
esgrimir los dictadores para tratar de encubrir sus fines oscuros y el abuso
del poder.
Lo que
tenemos, en cambio, no es cualquier cosa. Ya hablamos del músculo y por ende la
fuerza que representa tener una inmensa mayoría de ciudadanos que quieren un
cambio. Pero también tenemos como herramienta la constitución vigente de
Venezuela, a cuyo cauce debemos volver. Así como ella nos otorga derechos nos
impone deberes que no podemos eludir y hay que cumplir sin demoras.
Y en
el plano internacional regional tenemos, por ejemplo, el espíritu y la letra de
la Carta Democrática Interamericana (CDI) de la Organización de Estados
Americanos (OEA) que resalta el valor del ejercicio efectivo de la democracia
representativa, el crecimiento económico y el desarrollo social basados en la
justicia, la equidad y la democracia, que son interdependientes y se refuerzan
mutuamente. Así como reafirma que la lucha contra la pobreza, especialmente la
eliminación de la pobreza crítica, es esencial para la promoción y
consolidación de la democracia y constituye una responsabilidad común y
compartida de los Estados americanos. La CDI nos habla de la promoción y
protección de los derechos humanos, como una condición fundamental para la
existencia de una sociedad democrática, por lo que es menester colocar la Carta
Democrática Interamericana en el tapete, ahora en un lugar preeminente, para
sumarla a la investigación que en fase preliminar abrió la Corte Penal
Internacional contra Maduro y sus funcionarios por presuntos crímenes de lesa
humanidad.
Nos
corresponde, por otro lado, reconstruir las instituciones de la nación y para
potenciar a nuestro país de cara al futuro, sentar las bases para que en el
plano educativo tengamos una sociedad del conocimiento. Otras tareas tendrán el
resto de los sectores de la vida nacional para poder fortalecer las capacidades
y proporcionar un entorno propicio para el acceso a las oportunidades,
centrándonos en los grupos de poblaciones más vulnerables y excluidos, con el
fin de que sean sostenibles desde el punto de vista económico, social y
medioambiental, que son los objetivos que tiene trazado para el 2030 el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En
conclusión, hay que hacer las cosas, hacer el trabajo para construir el futuro
próximo y el que le sigue de cerca. De eso se trata y hay que hacerlo desde
ahora.
Dr.
Rafael Veloz
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