Carlos Blanco 09 de febrero de 2022
@carlosblancog
1.
Venezuela es una nación destruida. Más adelante será otra vez una nación. Allí
participarán los millones que están dentro y los millones que caminan por el
mundo. Venezuela desparramada por otros territorios es una realidad social,
política, económica y cultural de inmensas proporciones cuyos alcances todavía
no se advierten con suficiente claridad.
2. La diáspora venezolana es desigual. Han sido oleadas sucesivas, diferentes en su composición social: unas empujadas por la carencia de futuro y otras por la carencia de presente, todas amputadas de pasado. Los que se fueron en la década de los 90 porque sentían el resoplido de la bestia y tenían los medios para irse, otros al comienzo de los 2000 porque le vieron la cara al gorilaje entonces jugando al papel de tiernos amigos de los pobres, luego los asediados por todas las hambres y con la sensación de derrota en todas las luchas. Millones; millones de seres humanos, donde cada uno es un nombre, un apellido, una forma de querer, un lazo roto, una nostalgia y un deseo de bracear desde el fondo que ahoga, hasta la superficie.
3. Cada
motivo ha sido único aunque se parezcan los de unos y otros. Sin contar con los
que han querido irse y no han podido, con los que se han ido y han tenido que
regresar o han querido volver porque “prefiero pasar trabajo con los míos que
allá lejos”. La realidad de fondo es que la población venezolana se
reconstituye de una manera sorprendente en muchos países, lo que incluye aquel
que con evocación llamamos Venezuela. Estar fuera porque se quiere viajar, por
motivos profesionales o académicos, por el ejercicio de la libertad que tienen
los ciudadanos del mundo, es una cosa; pero, otra muy diferente, es irse porque
al abrir la puerta de la casa ya no hay calle ni vecindario sino un inmenso
hueco producido por la devastación.
4. Hay
un minúsculo sector de las élites rosadas, que es el sector adaptativo,
“optimista” y colaborador, que proclama la buena nueva de la normalización; sin
embargo, hay que preguntarse sobre cuál normalización hablan y para quiénes.
Hay dolarización perversa, acompañada por sus dosis de lavandería monetaria
(legal e ilegal), incremento notable de importaciones, dotación de tiendas y
automercados, restricción del flujo de bolívares y consiguiente disminución de
la inflación, con el hecho inevitable del goteo hacia los de abajo en proporciones
variables y siempre escasas respecto de las necesidades.
5. Así
se ha creado una economía zombi en el cual la normalización implica que las
distancias entre los de arriba y los de abajo se incrementan. La necesidad de
(re)buscar dólares a como dé lugar ha dado espacio a la destrucción del empleo
formal fijo. Trabajar a tiempo completo para tener un sueldo en bolívares es
empleo de aventura; muchos prefieren otra aventura que consiste en tener dos,
tres o más empleos según las posibilidades. Los de la élite rosada llaman a
esto emprendimiento cuando en realidad es desesperación.
6. Ese
país de la diáspora ha sido tratado la mayoría de las veces desde la
perspectiva humanitaria, lo cual es indispensable. Así, ha habido apoyo de
gobiernos, ONGs y organismos multilaterales para darle cobijo a los
conciudadanos que han emigrado por millones. Cabe destacar el papel
excepcional, solidario, del gobierno de Colombia y de la mayoría de los
sectores de ese país. Ese flujo ha sido en su inmensa mayoría de ciudadanos de
bien, trabajadores, esforzados, deseosos de mantener o levantar sus familias,
desarrollar sus profesiones o estudios, donde también se han mezclado
malandrines y hampones en una ínfima pero ruidosa proporción.
7. El
caso del gobierno de Trinidad y Tobago es el otro extremo por miserable,
criminal, discriminatorio y brutal. El más reciente testimonio es el asesinato
de una criatura por parte de policías o soldados trinitarios que dispararon en
contra de una embarcación de ciudadanos desesperados, en huida del hambre para
llegar a la muerte. No tienen perdón de dios.
8. Se
han visto manifestaciones de xenofobia en varios países; en unos casos por la
acción de delincuentes de origen venezolano, lo que genera rechazos que a veces
se desvían a generalizaciones por la nacionalidad, en vez de ser tratados como
simples delincuentes que merecen ser sancionados; en otros casos porque son o
se les ve como oferta de mano de obra que compite con la local y como gente que
presiona sobre la provisión de servicios, los espacios y el presupuesto
públicos.
9. En
todos los países hay movimientos de opinión de líderes significativos que
enfrentan la xenofobia y reconocen el aporte de los venezolanos como esforzados
trabajadores y profesionales de primera línea. Hay excepciones con líderes
irresponsables que estimulan la segregación; pero, parecen ser los menos.
10.
Pienso, sin embargo que hay tareas de la diáspora que están pendientes. Lo
primero que diría es que me parece enteramente inapropiado responder a las
dificultades de los venezolanos afuera con el recordatorio de cómo el país recibió
con generosidad y alborozo a muchos migrantes de otros tiempos. No solo es
torpe sino que esa, en todo caso, es tarea de los líderes de los países
receptores de la migración y muchos lo hacen al encomiar los aportes de los
venezolanos y recordar sus propias historias, o la de sus mayores, en nuestro
país.
11.
Además, hay otro tema que puede resultar polémico: la actitud no debería ser la
de apocarse por haber tenido que emigrar a otros sitios, sino la de ciudadanos
del mundo que se instalan en otros países, con todos los derechos que tienen
los ciudadanos o visitantes, siempre en acuerdo con las leyes y costumbres que
en ellos imperen. No como residentes que tienen que hacerse perdonar el
atrevimiento de vivir en lugares diferentes sino como pobladores respetuosos,
gentes de la nación en la cual viven.
12.
Para lograr tal propósito, el de ciudadanos con derechos y, por supuesto, con
obligaciones, es indispensable intervenir como fuerza de opinión en los asuntos
de los lugares en donde se está. Los que posean derechos políticos hasta donde
los tengan y, en general, organizarse, hablar alto y escribir en donde se
pueda, actividades destinadas a disponer del poder necesario para actuar
cívicamente y recibir un trato también cívico. No es “meterse en política” si
no elevar la voz hasta donde se pueda, conforme a las leyes locales;
seguramente no alineados en torno a una figura única o un partido, sino en
diferentes posiciones pero con la base común de la venezolanidad.
13.
Actuar como fuerza de opinión pública dentro de los países en los cuales están
cientos de miles y actuar hacia Venezuela, mediante el ejercicio de la presión
debida para que los gobernantes e instituciones de los respectivos países
coloquen en los primeros lugares de la agenda el tema nuestro, se convierte en
indispensable tarea del momento.
14. La
diáspora como parte de la nación en construcción tiene una tarea compleja pero
indispensable. Unos regresarán, otros no; pero, en todo caso, la base común
permitirá cooperar en las tareas descomunales del porvenir. Eso no es “para
después”, sino ya, en cada ámbito de acción. Explicar la magnitud del desastre,
promover la acción de gobiernos para que Venezuela sea centro de atención;
escribir en la prensa, enviar cartas a los parlamentarios, detectar
oportunidades de inversión para el futuro entre inversionistas de los países
donde se está y grupos venezolanos, difundir los elementos de la cultura, hacer
encuentros con autores, músicos, intelectuales; tomar los casos de los presos
políticos, con nombre y apellido, sobre todo los más olvidados; todas son
tareas indispensables, urgentes y viables.
15.
Muchos lo hacen; hay organizaciones creadas y otras en marcha, pero por parte
del liderazgo político interno se requiere una conciencia clara del singular
papel de los venezolanos en el mundo. No solo de los nativos sino de las
centenas de miles de extranjeros que hicieron de Venezuela su patria y que se
han ido a sus países de origen; ellos también forman parte de la diáspora.
16.
Venezuela es un país que hoy se establece en muchos territorios en el planeta,
incluido el original al norte de Suramérica. Esa situación, producto de la
desgracia, puede ser convertida en maravillosa oportunidad; muchos lo hacen por
su cuenta, pero podría ser un vastísimo y organizado movimiento internacional.
Carlos
Blanco
@carlosblancog
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico