San Josemaría 06 de julio de 2024
@sJosemaria
Necesitas
vida interior y formación doctrinal. ¡Exígete! –Tú –caballero cristiano, mujer
cristiana– has de ser sal de la tierra y luz del mundo, porque estás obligado a
dar ejemplo con una santa desvergüenza.
–Te ha de urgir la caridad de Cristo y, al sentirte y saberte otro Cristo desde el momento en que le has dicho que le sigues, no te separarás de tus iguales –tus parientes, tus amigos, tus colegas–, lo mismo que no se separa la sal del alimento que condimenta. Tu vida interior y tu formación comprenden la piedad y el criterio que ha de tener un hijo de Dios, para sazonarlo todo con su presencia activa. Pide al Señor que siempre seas ese buen condimento en la vida de los demás. (Forja, 450)
Mirad
que el Señor suspira por conducirnos a pasos maravillosos, divinos y humanos,
que se traducen en una abnegación feliz, de alegría con dolor, de olvido de sí
mismo. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo. Un
consejo que hemos escuchado todos. Hemos de decidirnos a seguirlo de verdad:
que el Señor pueda servirse de nosotros para que, metidos en todas las
encrucijadas del mundo -estando nosotros metidos en Dios-, seamos sal,
levadura, luz. Tú, en Dios, para iluminar, para dar sabor, para acrecentar,
para fermentar.
Pero
no me olvides que no creamos nosotros esa luz: únicamente la reflejamos. No
somos nosotros los que salvamos las almas, empujándolas a obrar el bien: somos
tan sólo un instrumento, más o menos digno, para los designios salvadores de
Dios. Si alguna vez pensásemos que el bien que hacemos es obra nuestra,
volvería la soberbia, aún más retorcida; la sal perdería el sabor, la levadura
se pudriría, la luz se convertiría en tinieblas. (Amigos de Dios, 250)
Tomado
de: https://opusdei.org/es/dailytext/
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