jueves, 13 de diciembre de 2012

¡A votar!


Miguel Méndez Rodulfo Caracas, 13 de diciembre de 2012

El desconsuelo en que nos encontrábamos luego del 7 de Octubre, con el pasar del tiempo ha dado lugar a la esperanza. Cierto es que en estas elecciones del próximo domingo 16, se espera una participación menor de votantes, como históricamente ha sucedido con las elecciones regionales, pero esto afecta por igual a oposición y oficialismo; por otra parte, no es lo mismo enfrentar al Presidente que a uno cualquiera de sus pésimos funcionarios, con lo cual las posibilidades de que obtengamos una buena cantidad de triunfos en estados estratégicos del país, es una posibilidad cierta. La gente está muy clara que las autoridades más cercanas a la realidad cotidiana de su territorio se evalúan sin la venda de la ideología o el velo del misticismo. En este caso la selección del voto depende de las capacidades de los candidatos, de sus logros, de su compromiso y del proyecto que presente para resolver los problemas que aquejan al colectivo.

Así las cosas, Enrique en Miranda, Pablo en Zulia, César en Táchira, Fernando en Carabobo, Morel en Nueva Esparta, Richard en Aragua, Lester en Mérida, Andrés en Bolívar, Antonio en Anzoátegui, Goyo en Falcón, son candidatos a gobernadores que tienen la mayoría gran seguridad de triunfo, por lo cual debemos pasar del sufrimiento, superar la indiferencia y llegar a la participación entusiasta, porque sí podemos obtener un importante triunfo que le ponga un alto muro de contención a las pretensiones del gobierno de establecer un estado comunal, que además de ilegítimo, acabaría con los estados y municipios e impondría la voluntad absoluta de un sólo poder y en consecuencia de un sólo hombre.

Razones para votar hay muchas, además de las anteriores, pero es que con la declaración testamentaria del Presidente se abre un abanico infinito de posibilidades que permiten ser optimistas, sobre todo considerando que el capital político de un iluminado, en esta sociedad, ni en ninguna, es transferible. Sino allí están los ejemplos de Perón, Castro, Mao, etc., autocracias personalistas cuyo legado no pasó al relevo político (sus sucesores no pudieron gobernar con la supremacía con que lo hicieron ellos) y su era muere con dichos personajes, porque aunque haya una continuidad de nombre las ejecutorias gubernamentales de sus seguidores son democráticas como el caso Argentino, o deben hacer concesiones tales que terminan abjurando del sistema que pregonaron, como en el caso de China, senda que se propone seguir Raúl Castro.

De manera que no nos queda otra que recoger las velas del desencanto, guardar en el closet la molestia contra los señalados por nuestra ira, descolgar la apatía, desincorporarnos del abstencionismo momentáneo en que nos habíamos ubicado y salir a votar, como si nada, con el cumplimiento del deber por delante, que no es otro sino la obligación de ser responsables con nuestros hijos, familia, comunidad y país.

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