Carlos Romero Mendoza.
@carome31
Tomás Straka nos dice: “Desde 1810
estamos convocando elecciones. Es una tradición que ha vencido las más
variadas adversidades.” Advierte que nunca “hemos dejado de de
cumplir con el rito de votar, que a partir de 1945 empezó a ser más que eso, un
simple rito”. Agrega además en un artículo publicado en la revista
Desafíos de la Historia, No. 30, que “algo en nuestros valores sobre lo que es
y sobre lo que debería ser una república hay en los comicios que nos
impidió renunciar a ellos. Algo que brota con toda su fuerza en la
revolución democrática de mediados del siglo XX que se extiende hasta
hoy”.
Esta dinámica de votar prácticamente
todos los años, va agotando al ciudadano, pero además, el reconocer que para
algunos el voto tiene un valor monetario, como producto de una manipulación
grosera ante la necesidad humana, puede llegar a convertir ese deber cívico en
un ritual necesario para que tengamos un rostro de democracia.
Hoy más que nunca se hace necesario
reflexionar y revisar lo que Straka llama “nuestros valores sobre lo que es y
debería ser una República”, para reencontrar allí las razones suficientes para
no renunciar al voto como derecho político.
Para ello, es esencial que se abran
los espacios para el encuentro entre partidos políticos, dirigentes, representantes
electos y ciudadanos; además, entre éstos y las organizaciones que hacen vida
en cada una de nuestras comunidades, pues cómo nunca antes, el país reclama que
nos reencontremos y retomemos esos valores cívicos que son necesarios para la
defensa de un espíritu ciudadano que tenga la capacidad de recuperar una
democracia que funcione para todos.
Los resultados de las elecciones del
pasado 16 de diciembre de 2012, brindan a la sociedad democrática una
oportunidad única, que el tema de una eventual elección presidencial no debe
opacar; me refiero a la posibilidad de abrir el debate nacional sobre el tipo
de federalismo que somos y que queremos ser, y el diseño de descentralización
que el país reclama.
El hecho que los resultados
electorales confirmen que la mayoría de los Consejos Legislativos Regionales
tienen una integración mayoritaria de representantes del oficialismo, abre las
puertas para que desde ese espacio –en teoría- de representación popular, vaya
impulsando el diseño Comunal, independientemente si hay o no elección
Presidencial. El oficialismo por vía de los Consejos Legislativos
Regionales tiene el camino abierto para demostrar que ese proceso de
transformación del Estado es irreversible, pero la alternativa democrática tiene
a su vez la oportunidad de demostrarles que eso no es así.
Como se ha advertido, desde los
Consejos Legislativos Regionales, se pueden dictar leyes estadales que
reorganicen territorialmente a los Municipios que integran el Estado; a tal
fin, cada Estado tiene su propia Constitución y sus propias leyes, por lo tanto
el debate que se debe abrir, si acaso se pretende tomar esta ruta política,
exige un liderazgo regional y local conscientes de la enorme responsabilidad
que tienen, pues este debate no se puede dar desde el centro del poder en
Caracas, este debate debe responder a las realidades locales y deba atender a
las exigencias formales que cada Constitución y cada ley estadal en su caso
correspondiente exige.
Si los Consejos Legislativos
Regionales toman esta ruta, deben respetar fielmente el principio del artículo
16 de la Constitución mediante el cual el territorio nacional SOLO se organiza
en Municipios y a tal fin, los liderazgos locales y regionales deben exigirlo
en compañía con los ciudadanos.
La existencia de una Mesa de Unidad, y
de los lineamientos generales para un Gobierno de Unidad, la existencia de
alcaldes electos por primarias, además de una elección municipal pendiente, son
ingredientes que permiten construir un camino hacia la identificación de los
consensos necesarios sobre nuestro diseño Federal y Descentralizado, que
contribuya al debate regional y local, logrando con ello no imponer un
pensamiento único, por el contrario, PERMITE construir una visión compartida
del diseño de Estado que el país reclama.
Además, si el oficialismo no toma esa
ruta, de todas formas las dos visiones de país se reencontrarán en las
elecciones Presidenciales, cuando éstas se den, o en su defecto en las
elecciones municipales, ¿cuál será primera?, sólo las condiciones físicas y
mentales del presidente podrán determinarlo.
La incertidumbre con las fechas
electorales, no deja sin efecto que el eje central de estos procesos
electorales es la definición del modelo del Estado. Por lo
tanto mirar hacia las elecciones Municipales es una necesidad para poder desde
la base de la organización política y social, proponer un proyecto alternativo
de organización que se contraponga al Poder Popular, que además, no es
inventado, sino que por el contrario es la raíz de esa República, que aún no
logramos concretar desde 1811.
Hoy el país no nos permite dedicar los
esfuerzos sólo a esperar al 10 de enero para apostar a un proceso de elección
presidencial “express” como alternativa para que con el voto se recupere una
democracia incluyente y por ende plural, que funcione para todos.
El tiempo histórico nos exige iniciar
un debate desde los municipios, desde las regiones, es decir, desde abajo hacia
arriba, que alimente de contenido concreto y específico un proyecto alternativo
de país, con el que el ciudadano se identifique, y que esté inspirado en el
Estado Federal y Descentralizado que aprobamos legítimamente en el año 1999 y
que ratificamos el 2 de diciembre del 2010.
Si desde el año 1810 estamos
convocando elecciones y hoy a 200 años estemos en un debate sobre el diseño de
Estado para el país, tal vez, lo que Venezuela exige hoy, es que alimentemos
nuestra tradición electoral con participación ciudadana, que aprendamos de una
vez por todas, que la figura de un Caudillo y la simple participación
electoral, no resuelve los problemas de fondo de nuestro país, y por lo tanto
que desde la participación, acompañemos a los partidos y éstos a su vez a la
misma ciudadanía en la tarea única de recuperar el espíritu de la Democracia a
través de la construcción de la ciudadanía desde abajo hacia arriba, a través
precisamente del debate cívico, pacífico y constructivo del país que todos
queremos.
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