Fernando Mires 17 de diciembre de 2012
“La política implica un fuerte y lento
perforar de duras maderas con pasión y buen criterio al mismo tiempo. Es completamente cierto, y toda la
experiencia histórica lo confirma, que no se hubiera logrado lo posible si en
el mundo una y otra vez no se hubiese intentado lo imposible. Pero el que puede
hacer eso tiene que ser un líder, y no sólo eso sino – en un sentido muy llano
de la palabra – también un héroe. Y también aquellos que no son ni lo uno ni lo
otro, deben armarse con esa fortaleza de ánimo que nace del fracaso de todas
las esperanzas, y hacerlo ahora mismo, porque de otro modo no estarán en
condiciones de prevalecer ni siquiera por sobre lo que ya hoy es posible. Sólo
el que está seguro de no quebrarse cuando el mundo, visto desde su propio punto
de vista, es demasiado estúpido o demasiado perverso para lo que él desea
ofrecerle; sólo aquél que frente a todo ello es capaz de decir: “¡aun así!”,
sólo ése tiene “vocación” para la política” (Max Weber, La Política como
profesión)
Los buenos políticos se prueban en los
momentos de derrota y no en los de victoria, deduzco de las frases con las
cuales Max Weber corona su clásico “La Política como profesión”: Eso quiere decir:
quien sólo quiera obtener victorias, debe buscarse otra profesión que no sea la
política ni la carpintería pues en ambas hay que perforar lentamente “sobre
duras maderas con pasión y buen criterio”. Porque -y ahora no cito a Weber sino
a otro filósofo que también entendía de carpintería, Kant– “sobre esa madera
tan torcida que es el ser humano no podemos carpinterear nada derecho”.
Palabras que hacen recordar al Jesús de los cristianos quien, además de ejercer
la profesión de Dios, era carpintero.
Carpintería aparte: El chavismo en
Venezuela, después de las elecciones regionales de Diciembre del 2012 vive otro
momento de gloria en una larga cadena de victorias y la oposición otra de sus
tantas y duras derrotas. Mas, seamos sinceros: ¿esperaba alguien que entienda
de un mínimo de política un resultado distinto?
La pregunta cobra relevancia si se
tiene en cuenta que ninguna oposición del mundo ha obtenido una victoria
inmediatamente después de una derrota presidencial. Todo lo contrario.
Elecciones regionales o parlamentarias realizadas en un corto plazo después de
una presidencial tienden a reforzar a la presidencia. Dichas elecciones juegan
en el ritual de la política el papel de un acto de confirmación. Siempre ha
sido así y siempre así será. Amén.
Por un periodo corto entendemos entre
dos y seis meses. Pero la indesmentible astucia anti-democrática de los
chavistas superó esta vez todos los records de cortedad: ¡sólo seis semanas
después de las presidenciales! Es decir, las elecciones regionales fueron
concebidas como un simple epílogo de las presidenciales, o como una fiesta en
honor a Chávez. Si a ello sumamos el novelón trágico urdido alrededor de la
inmortalidad del caudillo, y no por último, el cretinismo abstencionista de una
fracción de la oposición, el triunfo del chavismo estaba más cantado que la
Cumparsita.
Pudo haber sido algo mejor para la
oposición. Zulia no se debió perder, menos frente a “ese” candidato
oficialista. Yo no sé que pasó ahí. En Monagas la oposición fue con dos
candidatos. Pero todo lo demás ya se sabía.
Pudo también haber sido peor. Miranda,
la piedra más preciosa de las elecciones, fue ganada por el incansable Henrique
Capriles quién, además, reafirmó su condición de líder nacional de toda la
oposición. Miranda, además, era el regalo que el chavismo quería hacer a
Chávez.
Recuerdo en este punto que hace
algunos días escribí a un amigo venezolano lo siguiente: “Si yo estuviera en
una imaginaria disyuntiva, pienso que sería mil veces preferible ganar Miranda
y perder todas las demás gobernaciones a ganar todas las gobernaciones y perder
Miranda”. Yo creo que cualquier chavista inteligente habría pensado lo mismo,
pero al revés. Miranda era el objetivo de Chávez, todo lo demás era secundario.
¿Qué habría sucedido si Capriles
hubiera perdido en Miranda? Primero, todo ese enorme capital político acumulado
en su excelente campaña
presidencial se habría venido al suelo. Segundo, la oposición habría perdido a
su candidato en el marco de una situación bio-histórica en la cual se
vislumbran nuevas elecciones presidenciales. Tercero, al interior de la
oposición se habría desatado una lucha de fracciones al lado de la cual la que
ya tiene lugar al interior del chavismo habría sido un simple juego de niños. Y por si hubiera sido poco,
Capriles habría perdido frente a un candidato más chavista que Chávez.
Liquidar políticamente a Capriles
habría significado, para usar los términos del ajedrez, un jaque mate del
chavismo a la oposición. La derrota electoral fue en cambio un simple y normal jaque en
una larga partida. Una derrota, pero no una catástrofe. La lucha, entonces,
continúa.
Es importante, además, constatar que
la oposición no sólo ha conservado a su líder. Junto a él ha sido confirmada
una estrategia. Pues además de Capriles, Henri Falcón, Liborio Guaurulla y el
casi elegido Andrés Velásquez, mantienen una misma línea. Los cuatro persiguen
unir las luchas democráticas con las luchas sociales, es decir, una política
orientada hacia una democracia social. Los cuatro, a través de su experiencia,
saben muy bien que no todo quien vota por Chávez es chavista. Saben, por
último, que si no acceden a ese electorado que ocasionalmente vota por los
chavistas sin ser chavista, nunca podrán derrotar al chavismo.
En fin, los cuatro líderes son
expresión de la correlación real de fuerzas al interior de la oposición. Por lo
mismo mantienen su hegemonía sobre una derecha radical muy minoritaria pero con
gran acceso a los medios. Una derecha antichavista hecha a la medida de lo que
requiere el chavismo: polarizante, insensible socialmente, histérica
políticamente. Una que cuando vota lo hace como si estuviera haciendo un gran
favor a la oposición. En fin, una derecha que en lugar de sumar, resta.
Por supuesto, así lo ha reconocido
Ramón Guillermo Aveledo, la MUD deberá experimentar modificaciones. Por de
pronto deberá aceptar que si bien las elecciones son el hecho más decisivo de
la vida política, no toda la política se reduce a elecciones. O la MUD
-organización pluripartidista de carácter electoral- amplía su competencia
hacia el espacio de las luchas democráticas no-electorales, o deberá buscar una
forma de coexistencia con ellas. Algo muy importante pues el que se avecina no
sólo será un periodo electoral sino, sobre todo, uno marcado por intensas
luchas sociales.
Dar un sentido político a las luchas
sociales es tan difícil como perforar las más duras maderas. Pero esa es tarea
del político, sea éste de profesión o de simple vocación
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