Carlos Alberto Montaner 21
May 2013
En estos días de mayo la noticia
política latinoamericana más importante fue la sensacional divulgación de la
presunta conversación telefónica entre el periodista venezolano Mario Silva y
el teniente coronel cubano Aramís Palacios, jefe de la
contrainteligencia de Cuba en Venezuela.
Para situar en contexto a los lectores
de EL MEDIO:Mario Silva era el periodista favorito del
desaparecido presidente Hugo Chávez. Silva se reunía con frecuencia
con Chávez, quien le daba exclusivas y primicias, y cuando visitaba Cuba solía
entrevistarse con Fidel y Raúl Castro.
Mario Silva ahora afirma, sin el menor
asomo de vergüenza, que la conversación es un montaje
sionista de la
CIA norteamericana y el Mosad israelí,
alegando que tomaron palabras de sus programas antiguos y armaron una
conversación que nunca existió.
Silva no explica de dónde estos
hábiles cuerpos de inteligencia, genios de la electrónica, tomaron las palabras
del teniente coronel Palacios, y cómo hilvanaron coherentemente y sin costuras
la fluida conversación entre los dos sujetos, con tacos incluidos. Una
verdadera proeza en la historia de la edición digital.
En todo caso, si damos por cierta la
grabación, que es lo sensato, hay varios aspectos importantes que destacar.
En primer término, es delito
que un periodista, ex profeso, colabore con un servicio
de inteligencia extranjero dándole una visión de la corrupción oficial
y de un probable golpe.
Tras oír el audio o leer la
transcripción, resulta indudable la afirmación de la oposición democrática
cuando denuncia que el Gobierno de Venezuela está totalmente
subordinado a la dictadura de los Castro.
Pero ¿qué es lo más importante de lo
que dice Silva?
Mario Silva acusa de corrupto y
golpista a Diosdado Cabello,
el presidente de la Asamblea Nacional y hombre fuerte del Gobierno de Maduro.
Ésa es su bestia negra. Afirma que hay divisiones entre los militares. Él se
coloca en el bando del Ministro de Defensa, almirante Molero, y dice que hay
rivalidades entre distintas promociones de militares. Asegura que Maduro es una
persona poco fiable emocional y políticamente y se burla de sus visiones y de
las voces que escucha. Le parece una especie de médium espiritista que se
comunica con Chávez. Ataca a Cilia Flores, fiscal general de Venezuela y esposa
de Maduro, es decir, primera dama del país, quien le cierra el paso a su marido
(obviamente, al marido de Cilia, lector, no sea mal pensado). Acusa de corrupto
a José Vicente Rangel, periodista y exvicepresidente junto a Chávez, alegación
que nadie se ha atrevido a refutar. Afirma que Fidel Castro se quejó ante él de
que Hugo Chávez insistiera en las elecciones burguesas, que podía perder porque
los pueblos no eran confiables. Habla de bandas de insaciables ladrones que
medran al amparo del Gobierno. Desacredita al Centro Nacional Electoral y le
dice al agente cubano que un hacker mandado por Diosdado
Cabello pudo alterar el resultado para perjudicar a Maduro. Ataca al
vicepresidente de Venezuela, Jorge Arreaza, nada menos que yerno de Hugo
Chávez.
En fin, Silva describe un panorama
de divisiones en la cúpula que presagia una crisis violenta en ese
país dentro del chavismo. Es lamentable que el desenlace no sea electoral y
democrático, pero parece que por ahí van los tiros, nunca mejor dicho.
Una última observación: ¿cómo
se conoció la grabación? El propio Silva lo explica al final de su
conversación con el jefe de la contrainteligencia cubana en Venezuela: le dice
que le va a dar un video o DVD con la conversación.
Para Silva era evidente que colaboraba
con un informe de inteligencia. Lo que luego sucedió es que el DVD fue a parar
a manos de la oposición democrática. Ni la CIA ni el Mosad fabricaron la
conversación. El propio Silva cayó en su trampa.
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