sábado, 25 de mayo de 2013

Televisión y violencia


Por Oscar Lucien, 24/05/2013

¿Cómo hacer viable la aspiración de la “construcción de una nueva televisión en Venezuela para la paz” si el sistema bolivariano de comunicación e información está diseñado desde el mismo seno del Estado para un propósito eminentemente confrontacional y autocrático? ¿De qué manera puede la televisión venezolana “desinfectar de fascismo la sociedad” si el Estado promotor de tal iniciativa desinfectadora ostenta, en su propia racionalidad, relevantes elementos del fascismo/ castrismo? Las frases entrecomilladas son tomadas de las declaraciones de Nicolás Maduro, que precedieron su airada y coercitiva convocatoria a los propietarios y directivos de las empresas televisivas Venevisión y Televen. Descontado su talante autoritario, el centro argumentativo de la iniciativa de Maduro, al convocar a los directivos de estos canales, se funda en una visión anacrónica y limitada de la acción de los medios en la vida social y del papel de las audiencias en el “consumo”, disfrute y valoración de los contenidos de los medios. Pero, incluso, acreditándole algún valor a ese punto de vista, sin suficiente respaldo de evidencia empírica o investigación cualitativa, lo mínimo que podría hacer una iniciativa pública de racionalidad democrática es predicar con el ejemplo.

El gobierno a cuya cabeza se encuentra hoy Maduro, por decisión del CNE, tiene años negando los altos índices de inseguridad y las elevadas tasas de homicidios que colocan a nuestro país entre los de mayor mortalidad en el continente; los más altos responsables de los poderes públicos, renuentes a actuar sobre una garantía tan fundamental como el derecho a la vida, se han escudado en la criminalización de los medios, negando la contundente preocupación ciudadana presente en todos los sondeos de opinión, bajo el criterio de que todo es una “sensación de inseguridad” promovida desde los medios de comunicación privados. Atrapado Maduro en la terrible circunstancia de ser, también, “el gobierno anterior”, hoy admite la realidad pero sigue confundido en el mismo error argumentativo y de concepción: el problema son los medios.

Tres ideas quiero puntualizar.

En primer lugar, países con una programación con altos contenidos violentos, por ejemplo Estados Unidos, Canadá, Japón, no tienen los elevados índices de asesinatos que tiene Venezuela. En Colombia, por ejemplo, país productor e inspirador de las “terribles narconovelas” que tanto preocupan al Gobierno, han logrado reducir de manera contundente la criminalidad, y hoy Caracas es una ciudad más violenta que Bogotá o Medellín. Conclusión preliminar: no hay una correlación directa entre contenidos violentos y conducta de las audiencias. Éstas son activas y creativas y leen los mensajes de acuerdo con su entorno social, familiar, formación escolar y bagaje cultural. La visión de la “aguja hipodérmica” de los medios de comunicación es insuficiente para comprender la compleja realidad de la relación usuario/medios. En resumen, presidente Maduro, asesórese antes de hablar de un tema tan complejo.

Segundo, soy favorable a la promoción de consensos, a la convocatoria de un acuerdo nacional con la participación de la escuela, organizaciones de usuarios, iglesias, gremios profesionales, la industria de la publicidad y, por supuesto, la televisión, pública y privada, para el diseño de una política pública consensuada, de racionalidad democrática, única viable en la perspectiva de “una nueva televisión para la construcción de la paz”.

Por último, la gestión de la televisión pública y su estructura programática al servicio del más obsceno proselitismo descalifica de manera absoluta al Ejecutivo para toda acción orientadora en la gestión de los medios en Venezuela. Se debe predicar con el ejemplo: con la potente infraestructura del Estado no existe un solo programa que constituya una oferta “decente”, alternativa, para el espectador venezolano.

Una anécdota. Como parte de un equipo de investigadores del programa “Educación para el uso creativo de la televisión” del Instituto de Investigaciones de la Comunicación de la UCV, sostuvimos entrevistas con adolescentes de comunidades educativas de zonas populares. En esos encuentros preguntamos a los niños su opinión sobre determinada serie de ostensible contenidos violentos que estaba en la programación. Nos sorprendió la respuesta inmediata de uno que levantó la mano como impulsado por un resorte: “No jombre, maestro, esa violencia me da risa. Violencia es esto”. Y nos mostró su pierna enyesada. “Anoche los malandros se cayeron a tiro por mi casa y una bala atravesó el rancho. Yo estaba viendo mi televisión tranquilito”.


Oscar Lucien
@olucien

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