Álvaro Vargas Llosa 21 de
mayo de 2013
En la impactante conversación entre el funcionario del
espionaje cubano, Aramis Palacios, y un muy conocido perro de presa del
chavismo, Mario Silva, difundida en Caracas por la oposición, el segundo dice
al primero: "Estamos metidos en un mar de mierda, compadre".
Ahora se entiende mejor el cabal sentido de la importación de 50 millones de
rollos de papel higiénico.
Esta grabación tiene una significación
semejante a la que tuvo, en septiembre de 2000, en el Perú, el primer video en
el que el jefe del espionaje, Vladimiro Montesinos, sobornaba a un político y
que dio poco después al traste con el régimen. Es un documento que hunde
el escalpelo en el vientre de la dictadura y expone sus vísceras.
Lo primero que demuestra es la
subordinación a Cuba (la oposición, además, asegura que el agente cubano tenía
la responsabilidad de recoger el informe para trasladárselo a Raúl Castro). El
subordinado chavista expone al jefe cubano lo que sucede. La conclusión es que todo
está podrido, la desmoralización cunde, la lucha de facciones es feroz y la
corrupción alcanza a todos los niveles del Estado. Y que las elecciones
fueron cualquier cosa menos fiables.
Se sabía que Diosdado Cabello, el
Presidente de la Asamblea Nacional y quien debió, de acuerdo con la
Constitución, suceder a Chávez, mantiene una pugna con Maduro. Esta
conversación indica que Cabello tiene el control total de las milicias y
un considerable poder para presionar al Ministro de Defensa. Se habla de un
posible golpe de Estado, lo que en boca de Silva, hombre de la facción de
Maduro, sugiere que buena parte de lo que hace el ilegítimo Presidente en estos
días va dirigido no sólo contra Capriles sino contra su rival interno. Cabello
también tiene bajo su mano buena parte de la inteligencia venezolana, de allí
que Cuba maneje una inteligencia paralela, heredada de Chávez. El propio
Palacios se lo recuerda a Silva cuando éste le dice que si Cuba se desvincula
se derrumbará todo el armazón asistencialista de las "misiones", y el
interlocutor cubano añade: "...Y la inteligencia".
La corrupción es poco menos que
ontológica. Por lo pronto, Cabello y un vasto entorno de socios están
sacando dólares del país a raudales, un razón, asegura Silva, por la cual
hay tanta presión a la baja sobre la moneda local. Entre quienes ayudan a sacar
los dólares ilegalmente está gente de la Disip, la policía secreta.
Parte de la pugna se dirime en el
Consejo Nacional Electoral, la instancia que tuvo a su cargo el proceso
electoral fraudulento. Silva expresa que había temor a que la facción de
Cabello alterara los resultados en contra de Maduro, razón por la cual fue necesario
que Maduro se adelantara anunciando una diferencia de votos a favor suyo
suficiente para impedir que su "victoria" fuese revertida.
El peligro, desde el punto de vista de
Maduro, no ha pasado porque, como explica Silva, Cabello y los suyos pueden ahora facilitar
a la oposición la recolección de firmas de cara a un referéndum revocatorio.
Otras instancias, como la televisión privada sometida al gobierno,
especialmente Venevisión, son mencionadas como aliados de lealtad dudosa hacia
Maduro y espacios donde sectores disidentes que dialogan con la oposición
tienen alguna entrada. La conclusión es clara: "Maduro está obligado a
poner contra la pared a Cabello".
Silva, un hombre que va de matón por
la vida, confiesa "mucho miedo". Siente que la crisis económica puede
tumbar al gobierno y que los enemigos de Maduro van a contribuir a agudizar esa
crisis: "Hay que detener la sangría de dólares que está sacando gente
nuestra". ¿Por qué es esto importante? Elemental: la salida
de dólares provocará una nueva devaluación
y la reacción popular podría ser devastadora. Por eso Maduro no puede permitir
que sus rivales se apoderen de PDVSA, el gigante petrolero y fuente de sustento
de todo el aparato de poder. Silva confirma que Rafael Ramírez, actual mandamás
de la empresa pública, es una pieza clave de la estrategia de Maduro. Si se lo
tumban, los enemigos de Maduro al interior del poder asfixiarán a su gobierno
financieramente.
Hacia el final, Silva, que confiesa a
su interlocutor que el pueblo está "caceroleando" a su familia en la
calle, se delata a sí mismo. No: delata catorce años de chavismo: "El
objetivo a matar soy yo porque yo sé demasiada mierda".
Esta grabación es una radiografía
minuciosa y cabal del Socialismo del siglo XXI. Y tiene un inconfundible aire a
fin de fiesta.
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