Por Vladimiro Mujica , 23/05/2013
En el genial cuento de Borges El jardín de
los senderos que se bifurcan, múltiples realidades se entrecruzan e intersectan
en un universo de tiempos múltiples. Estas realidades son, con frecuencia,
contradictorias entre ellas, y queda abierta la interrogante sobre cuál de
ellas, y bajo qué circunstancias, sobrevivirá. Uno podría aventurarse a
especular que la idea borgiana está en el fondo emparentada con un concepto que
se ha hecho muy popular en muchas ramas del conocimiento: el cisne negro.
De acuerdo al padre del concepto, Nassim
Nicholas Taleb, un cisne negro es un evento altamente improbable que reúne tres
características principales: es impredecible; tiene un impacto masivo; y, después
de que ocurre se le atribuye un origen y una explicación que lo hace aparecer
menos azaroso, y más predecible, de lo que fue. Los cisnes negros aparecen con
frecuencia en escenarios desordenados o caóticos que son intrínsecamente
impredecibles. Creo que la situación venezolana cae claramente bajo esta
clasificación y el reciente audio revelado por diputados de la oposición y
atribuido al conductor de La Hojilla, Mario Silva, y a un prominente miembro
del G2 cubano, es un cisne negro.
La existencia de las corrosivas corrientes
internas dentro del chavismo era un secreto a voces, lo mismo que las grandes
corruptelas que navegaban a vela desplegada al amparo del poder total acumulado
durante más de una década de gobierno del extinto comandante Chávez. Lo que
hace de las conversaciones del dúo Silva-Palacios un evento improbable es la
característica del personaje que actúa como emisario de la pugna interna. No
olvidemos que fue el propio Chávez quien con frecuencia usó a Silva y a La
Hojilla como sus canales predilectos para la destrucción pública de sus
enemigos: internos o externos. En ausencia de una mejor explicación, yo tiendo
a inclinarme por la hipótesis de que fue el propio Silva quién filtró el
contenido de la grabación como una especie de póliza de seguro de vida contra
futuras contingencias y acciones en su contra. Aunque esto en verdad puede no
ser tan relevante como parece.
La segunda característica de un cisne negro,
el impacto masivo, está fuera de toda duda.
Tomará un buen tiempo antes de que se pueda
evaluar en profundidad hasta donde alcanzará el efecto de las fuerzas desatadas
por sus confesiones, pero lo que acaba de hacer Silva es comparable a las
revelaciones de Vladimiro Montesinos sobre la corrupción del régimen de
Fujimori en Perú. Está por supuesto la peregrina idea adelantada por Silva
mismo en su despedida de La Hojilla, sobre que la grabación fue construida con
trozos de audio grabados por el Mossad israelí, pero existen demasiados
indicios sobre la veracidad de la conversación, lo cual por supuesto es un
elemento determinante sobre el impacto de las mismas.
La última huella digital de un cisne negro
está relacionada con la explicación que se la da a posteriori. Las mismas van
desde trivializar el hecho señalando que todo el mundo sabía lo que Silva
afirma y que por tanto no hay ninguna novedad, hasta descartarlo como una
maniobra de desinformación, una especie de tarea póstuma de La Hojilla y su
conductor, para hacer que los venezolanos nos olvidemos de la penuria económica
y social que castiga al país agravada por las reservas de la ciudadanía sobre
la legitimidad del gobierno de Maduro. Por cierto que en este punto, Silva
adelanta la especie de que sí hubo fraude, pero que esté fue cometido contra el
chavismo al cual se le birlaron los 700.000 votos que se le atribuyen al
descontento en las filas de la revolución. La explicación para ello sería que
las fuerzas controladas por Diosdado Cabello fabricaron el escenario de un
empate virtual para complicar la situación del gobierno de Maduro y abrir la
puerta para que en un escenario de descontento social que amenazara a la
revolución Cabello se pudiera erigir como su salvador. Como todo está bajo
sospecha de juego doble, yo me inclino a pensar que Silva trata de disminuir la
importancia de la pérdida del voto chavista, algo que sabe cierto y duro, y al
mismo tiempo adelanta sus sospechas sobre la ulteriores intenciones de Cabello,
algo que también sabe con certeza.
El tratamiento que la oposición le ha dado al
cisne negro de Silva ha sido hasta ahora muy inteligente. Revelarlo pero sin
ánimos de celebración sino exigiendo que se abra una investigación para
establecer la veracidad de las gravísimas acusaciones que se hacen contra
connotados miembros de la oligarquía chavista. Pero independientemente de
eventuales acciones judiciales que probablemente nunca ocurrirán, está el costo
político que las revelaciones de Silva tendrán, no solamente por lo que dice de
Cabello y su círculo sino por la situación de debilidad en la que describe a
Maduro.
Finalmente, y quizás más importante para el
futuro, las revelaciones de Silva pueden tener un efecto inesperado: que
termine de surgir del chavismo un sector que hasta ahora ha sido ferozmente
acallado y que representa a la gente no corrupta, comprometida con la idea de
un cambio, que creyó en Chávez como fuerza de transformación y que puede jugar
un papel muy importante en la construcción de la Venezuela posible. En este
momento esa gente debe sentirse presa de una combinación de asco, impotencia e
indignación al encontrarse atrapada y sin salida entre las dos mafias de poder
retratadas en las conversaciones de Silva con su contacto del G2. Si eso
ocurre, el cisne negro habrá conducido a una nueva realidad en el mejor
espíritu borgiano: una donde se abra una puerta inesperada de reconciliación y
reactivación de las soluciones políticas en una crisis que cada vez se torna
más inmanejable
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