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sábado, 25 de mayo de 2013

El socialismo rentista

ISAAC MENCÍA  23/05/2013

Con la renta petrolera se quiso construir un Estado clientelar y destruir el aparato productivo privado. Este modelo necesitaría precios petroleros en alza constante muy superiores al creciente gasto público

La crisis económica que está padeciendo nuestro país, cuyos síntomas más elocuentes son: la inflación desbordada en el primer cuatrimestre del 2013 (12,5%) superior más de nueve veces a la inflación de países como Colombia y Perú; la generalizada y grave escasez de bienes (21,3% en abril) y servicio básicos, entre ellos, alimentos, productos de higiene personal como papel toalé, y electricidad; la devaluación del bolívar en 70% en promedio en menos de 2 meses, mientras en la mayoría de los países de la región su moneda se está revaluando; el más elevado riesgo-país del continente, lo cual ha obligado al régimen a colocar deuda pública durante varios años a tasas de interés que superan las de países hundidos en una profunda crisis como Grecia y España.

La conversión de Venezuela en un país importador neto de gasolina, no obstante disponer de las mayores reservas probadas de petróleo del mundo y de haber sido tradicionalmente un exportador de derivados del crudo; el acentuado y reiterado déficit en las cuentas públicas en medio de la mayor bonanza petrolera de toda la historia y la inconstitucional utilización del BCV como instrumento de financiamiento monetario del gasto gubernamental.

La sequía de divisas con precios del petróleo por encima de los 100 dólares por barril, lo cual conjuntamente con la eliminación del Sitme ha ocasionado una brecha exorbitante entre el precio del dólar oficial y el precio del mercado paralelo, así como una parálisis de diversos sectores de la economía al no poder importar insumos y bienes en general en circunstancias en que la economía se ha hecho cada vez más dependiente de las importaciones; el deterioro gerencial, operativo y financiero de Pdvsa y la quiebra de las empresas estatales de Guayana; son claros indicadores de que el modelo económico estatista-populista etiquetado con el nombre de "Socialismo del Siglo XXI", ha entrado en una fase de implosión progresiva atenazado por una acumulación de distorsiones y desequilibrios.

UN MODELO INSOSTENIBLE 

Todos estos problemas derivan de la inconsistencia e insostenibilidad de un modelo que se montó con la falsa creencia ideológica de que la renta petrolera permitiría sin restricción alguna financiar los dos grandes objetivos implícitos de la llamada revolución bolivariana: repartir de manera clientelar la renta petrolera con propósitos de control político de la población receptora de las transferencias y dádivas del gobierno, y al mismo tiempo destruir el aparato productivo privado con una política de expropiaciones y controles, sustituyéndolo con la propiedad estatal sobre los principales medios de producción y actividades productivas.

El resultado de este modelo ha sido, por un lado, el despilfarro y la corrupción en el manejo de la renta petrolera sin saldar la deuda social y disminuir la pobreza de manera sostenible, y por el otro, destrucción de buena parte de la economía productiva pública y privada, y con ello la destrucción de riqueza.

Para que este modelo pudiera mantenerse sin entrar en una fase de implosión se tenía que cumplir una condición esencial que no se ha venido dando: precios petroleros con ingresos crecientes a una tasa muy superior a la tasa de incremento del gasto público interno y externo, incluyendo en este último la erogación de miles de millones de dólares para el sostenimiento de la dictadura de los Castro en Cuba. La voracidad de gasto de la revolución ha sido de tal magnitud, que no sólo se tragó en 14 años más de 1,3 billones de dólares, sino que multiplicó por más de 6 la deuda del sector público comparada con el año 1998, dejando de paso al país en la carraplana.


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