Por Carlos Alberto Montaner 27
mayo 2013
Carlos Alberto Montaner es escritor y
analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de
España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de
la Internacional Liberal. Su último libro es la novela "La mujer del
coronel".
El boliviano Evo Morales va a aspirar a un tercer mandato
presidencial. El
parlamento promulgó una ley que lo autoriza a ello, frente a la opinión de la
oposición que afirma que es inconstitucional.
Michelle Bachelet intentará volver al
poder. La ley chilena autoriza la reelección dejando un periodo por medio.
En Argentina, está abierto el debate sobre la reelección
de Cristina Fernández,
para lo cual habría que reformar la Constitución. La presidente lo ha
descartado, pero algunos de sus partidarios insisten en ello.
En todo caso, opino que la reelección
es un tremendo error. Es preferible que sólo se gobierne una vez. Puede parecer
inconveniente negarle a la mayoría de los electores lo que supuestamente
prefieren, pero hay que entender que una república constitucional no es
exactamente una democracia electoral mayoritaria.
La república constitucional es una
estructura política hecha de reglas e instituciones encaminadas a preservar los
derechos individuales.
A mi juicio, es preferible que los
presidentes ejerzan su cargo por una sola vez en la vida, sin posibilidades de
ser reelectos, como sucede, por ejemplo, en México.
La no reelección impide el surgimiento
de los caudillos. La no reelección obliga a quien ocupe la presidencia a
hacerlo lo mejor posible porque no tendrá otra oportunidad de corregir sus
errores. La no reelección facilita un tipo de gobierno en el que el mandatario
no tiene que hacer concesiones indebidas porque no necesitará la ayuda de nadie
para mantenerse más tiempo en el poder.
La idea de que un solo mandato no
alcanza para desarrollar un programa de gobierno es absurda. Siempre se ocupa
la presidencia a medio camino y se entrega a medio camino, porque gobernar es
dirigir una barco que salió a navegar hace mucho tiempo, y seguirá navegando
después de que el capitán del barco, o sea el presidente, lo abandone y le
entregue el mando al sucesor.
La continuidad que necesitan las
sociedades no es la de las personas, sino la de las instituciones y los planes
de gobierno. Las repúblicas constitucionales ideales, las que mejor funcionan,
son aquellas en las que las personas que las dirigen son mucho menos
importantes que las instituciones y las leyes que las rigen. La sabiduría popular
suele afirmarlo: nunca segundas partes fueron buenas.
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