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martes, 14 de octubre de 2014

Los políticos de oficio, por @stalin_gonzalez

Stalin González octubre de 2014

Para quienes elegimos la política como oficio tenemos un gran compromiso; nuestro norte es el servicio a los ciudadanos y el bienestar común, por lo que nuestra actuación debe contener aquellos valores que consideramos elementales en nuestra convivencia social y convencidos en estos tiempos que los que solo es posible en democracia; los valores a defender y regir es el debate, el reconocimiento por el otro y la transparencia de nuestra acción.

El debate es el motor del político demócrata. La coexistencia de las diferentes formas de ver una sociedad es posible tras un intercambio de las ideas que la sostienen. Por otro lado, la historia de este oficio y su principal naturaleza obedece a la argumentación de los proyectos que se defienden y por ende su defensa en diferentes espacios.

Por su parte el reconocimiento del otro es la base de la convivencia; no es posible el oficio político sin entender la existencia de otras posibilidades de hacer política, de entender la sociedad y de quienes la comprenden.

La transparencia es de los valores políticos menos ejercidos a cabalidad y la razón fundamental de la desacreditación del político. Esta consiste no solo en la honestidad en nuestras acciones, sino también la comunicación fluida de la intención de éstas, así como el acceso a nuestra gestión, administración entre otras. La confianza ciudadana está basada fundamentalmente en esta premisa, siendo esta la exigencia fundamental de la ciudadanía global en los dirigentes, las administraciones públicas y al sistema político en general.

La no existencia de alguno de estos valores compromete de forma importante nuestro oficio político y con ello la credibilidad que tienen de nosotros los ciudadanos. Por otro lado la no existencia de estos valores niega la política y nuestra vocación democrática. Creo en este momento no solo es necesario revindicar el oficio sino también los valores que deben contenerlo. La preocupación por lo público merece la injerencia de todos los ciudadanos, pero su administración merece de aquellos que tienen vocación al servicio del otro y para ello creo aún más necesario defender los valores que deben comprenderla.

El debate como método de resolución de nuestras diferencias, la tolerancia como fórmula de una sociedad más justa, y la transparencia como lógica de gestión pública debe ser nuestro compromiso con los ciudadanos para construir un territorio de paz, de respeto y de democracia.


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