Por Ing. Alberto Rey, 21/10/2014
La palabra seguridad es un constructo humano. Es tan poderosa, que con ella se engloba prácticamente toda la supervivencia del hombre, su cultura, su hábitat y hasta su futuro. La seguridad podríamos asimilarla perfectamente a un selecto grupo de palabras que arbitrariamente he llamado complejas, no por su construcción gramatical, sino por la multidimensionalidad que encierran. En este grupo también tengo a la libertad y a la felicidad.
Hago esta complicada introducción para intentar explicar algo bastante más sencillo; que es abordar la ya bien conocida pregunta de ¿Cómo resolver el problema de la seguridad?
El asunto sería tan complicado como responder a la cuestión de cómo resolver el problema de la libertad o la felicidad.
No pretendo aquí dar las claves del sentido de la vida porque sencillamente no las tengo. Sólo quisiera mostrar que cómo tema complejo su solución no puede ser simple y que se requiere una aproximación desde varios ángulos para poder dar con una efectiva respuesta.
Deberíamos empezar por entender cuál es el propósito de la seguridad. ¿para qué sirve? ¿cuál es su sentido?
Aquí puede haber tantas respuestas como lectores, pero me voy a quedar con la más amplia: la seguridad sirve para garantizar la subsistencia y el bienestar de la persona y su entorno. Cuando definimos el propósito, también estamos fijando un patrón de medición. Es decir, si en una ciudad mueren muchas personas víctimas de la violencia, por la razón que sea, podemos afirmar que no es segura, porque allí no se garantiza la subsistencia. Igual aplica cuando no se pueden garantizar componentes tan vitales como la alimentación, el agua potable, la salud o la educación. Son todas piezas importantes y necesarias para la subsistencia y el bienestar. De hecho, EL PNUD en el año 2006, acuñó el concepto seguridad humana, vinculándolo a quelos individuos tengan garantizada su seguridad económica, ambiental, alimentaria, personal, comunitaria y política. Va más allá de la estabilidad nacional o territorial y busca la protección de las personas contra cualquier amenaza, vulnerabilidad o riesgo.
Más específicamente y para los profesionales del área, la seguridad se vincula con la vida ciudadana. La seguridad ciudadana tiene como propósito garantizar la vida y el bienestar de los ciudadanos. Piensen por un momento en todo lo que esto implica y verán que va mucho más allá de tener policías en la calle.
Otro aspecto que se considera como una dimensión de la seguridad es un poco más subjetivo, pero igualmente clave, y se trata la muy importante pregunta:
¿qué nos hace sentir más seguros?
En esta respuesta está la instrumentación directa de aquello que se debe lograr para que la seguridad se inserte positivamente en la valoración del individuo y, por efecto de ciclo virtuoso, contagie al resto de la gente. Aquí me refiero entre otros, a elementos como; las calles iluminadas, las aceras despejadas de obstáculos, al respeto de las normas de tránsito, a los espacios públicos ocupados con actividades constructivas, a la imagen del policía como un servidor y autoridad que se gana la admiración de la población y al funcionamiento del sistema de justicia como regulador de las desviaciones. La seguridad es un compendio de muchos elementos, que cuando operan en conjunto, trasmiten el mensaje correcto, invitándonos a integrarnos con el espacio y con el resto de los ciudadanos.
Así como para el individuo, la felicidad está vinculada a su nivel de bienestar, al sentido de su vida y sus logros acumulados, igualmente, pudiéramos concebir una seguridad feliz y positiva, orientada a garantizar el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos y a producir y mantener logros que nos vinculen a la identidad y sentido de pertenencia con nuestras ciudades. Es posiblemente una vía para construir cohesión y tejido social alrededor de la necesidad que todos tenemos de vivir en espacios más seguros.
http://fundesmu.wordpress.com/2014/10/21/una-seguridad-feliz/
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