Por Andres Hoyos, 21/10/2014
Querido Elias:
Revisando
por estos días los materiales del Festival Malpensante con la idea de revivirlo
en 2015, tu nombre pasó dos o tres veces frente a mis ojos. Viniste a la
versión de 2008 y te esforzaste entonces en responder una pregunta irrespetuosa
para un historiador de fuste: “¿Es la historia también un asunto de poetas?”.
Sin embargo,
no te escribo por eso, sino porque leí la “Carta abierta” que en estos días te
dirigió desde prisión Leopoldo López. Te cuento que quedé estupefacto con su
idea de convocar una asamblea constituyente en la Venezuela de hoy. Leopoldo es
un líder carismático, lo que, como se sabe, con frecuencia quiere decir
irreflexivo. ¿Entiende López que al intentar sepultar la Constitución de Chávez
está pidiendo simple y llanamente la capitulación del régimen? O sea, los
chavistas sólo permitirán que se arroje el famoso “librito” de don Hugo a la
basura cuando de ellos no quede ni el raspado. Antes lo intentarán todo —y
quisiera enfatizar en ese todo— con tal de no ver a su caudillo humillado de
semejante manera.
López no
parece entender que las constituyentes exitosas se convocan al final de los
procesos históricos, cuando un régimen ha sido no sólo enterrado, sino velado
durante largo tiempo y ha surgido un nuevo bloque hegemónico. En Chile, para
poner un ejemplo obvio, todavía rige la Constitución que promulgó Pinochet en
1980, pese a que la Concertación gobernó 20 años, con la breve interrupción de
Piñera. Y la recién reelegida Michelle Bachelet, que hizo campaña con la idea
de que el país necesitaba dejar atrás el legado del dictador, ya dijo que ni
siquiera ella se le mide a convocar una constituyente.
Uno de los
problemas de la Constitución colombiana de 1991 fue justamente que se redactó
en medio de la crisis brutal desatada por el asesinato de Luis Carlos Galán y
demás magnicidios del momento. Sin embargo, las uvas estaban verdes y la
Constitución ha resultado inestable y en ocasiones difícil de defender. No por
otra razón ha padecido de una constante reformitis que delata sus problemas
congénitos. En fin, ya se sabe lo difícil que es escarmentar en piel ajena y la
carta de López lo confirma.
Desde lejos
uno no entiende la impaciencia de la oposición venezolana. El tiempo les está
dando la razón. El precio del petróleo va hacia abajo, lo que en muy corto
plazo podría conducir a la quiebra del régimen. Hoy se ve con claridad cuán
ridículo era pretender desarrollar una revolución estatista —porque ni siquiera
era comunista—, basándose en la expectativa de que el más capitalista de los
commodities, el petróleo, iba a tener precios altos para siempre. En semejante
contexto la Constitución es lo de menos, pues por más sesgados que sean sus
artículos o las interpretaciones que les den, ninguna carta resiste la
potencial debacle electoral del partido en el poder. En otras palabras, hay que
empezar por ganarles en forma inapelable unas elecciones.
¿Por qué no dejan que sea el propio Maduro, o quien
se atreva a reemplazarlo, el que tenga que empezar a revesar los desatinos del
chavismo, en vez de intentar un proceso constituyente que casi con seguridad
unirá de forma férrea a sus partidarios? No tiene sentido, Elías querido.
Incluso hay un peligro: que al unificar el chavismo en defensa de la
Constitución de Chávez, simplemente le estén regalando votos para las
elecciones parlamentarias que vienen.
andreshoyos@elmalpensante.com@andrewholes
http://www.elespectador.com/opinion/carta-elias-pino-iturrieta-columna-523458
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