Alek Boyd 11 de noviembre de 2014
No hace falta ser un
genio para saber que ni siquiera Obama tiene el poder de rebajar el precio del
petróleo
Permítaseme el empirismo de describir
a Venezuela como un petroestado: un estado cuyo ingreso principal, desde hace
casi 100 años, es aquel derivado de la venta de petróleo. Venezuela es miembro
fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y ha
sido, históricamente, uno de los mayores productores de petróleo del hemisferio
occidental. Se dice que cuenta con las mayores reservas del mundo, y su
economía ha estado sujeta a los vaivenes relacionados con el precio del
petróleo.
Los gobiernos anteriores al chavismo
básicamente buscaron maximizar el ingreso. Primeramente, a través de políticas
de inversión y fiscales favorables a empresas extranjeras, a lo cual le siguió
la nacionalización de la industria petrolera en los años 70, y la apertura a
principios de los 90. El objetivo siempre fue aumentar la producción, con lo
cual incrementarían, en teoría, los ingresos. La estatal Petróleos de Venezuela
(PDVSA) era una de las mayores y más productivas empresas del mundo. Una red de
refinerías en el Caribe, EEUU y Europa permitió integrar verticalmente el
negocio. Todo ello llevó a la Venezuela prechavista a obtener, de facto, un
tratado de libre comercio con EEUU, históricamente su principal socio
comercial. El abundante y aparentemente inagotable ingreso petrolero transformó
a Venezuela en un petroestado, cuya clase política ha estado caracterizada por
su galopante populismo.
Cuando Hugo Chávez llegó a la
presidencia, el barril de petróleo estaba en menos de 10 dólares. Hugo entendió
el poder asociado al rol de ser amo y señor de un petroestado. Por ello acabó
pronto con la tradicional separación que existía entre clase política y
petrolera. Los tecnócratas que fundaron, desarrollaron, y convirtieron a PDVSA
en la joya de la corona fueron despedidos y suplantados en la empresa por
leguleyos a quienes Hugo utilizó a su conveniencia. El aumento de los precios,
cuya causa algunos apólogos quieren atribuir a Chávez, indudablemente le
permitió incrementar el gasto público como nunca se había visto en Venezuela, y
convertirse en el líder que el mundo conoció. El carisma y la retórica
anti-yanqui, aunados a un chorro de petrodólares manejados irresponsablemente
con absoluta discrecionalidad, le ganaron aliados a Hugo a nivel mundial.
Los precios del petróleo están
cayendo. Ello se debe a una serie de factores, conocidos en la industria como fundamentals.
Cualquier persona medianamente informada en el tema sabe que las economías de
los mayores consumidores afectan la demanda. La oferta se ve afectada por otros
factores, tales como nivel de producción de países productores, geopolítica,
etc. Así, el ralentí de las economías china, brasileña y alemana, el virus del
ébola, el avance del terrorismo en Siria e Iraq, la reactivación de producción
y puertos en Libia, la explosión de la producción de esquistos en EE UU, el
descuento de precios implementados por Arabia Saudita, los niveles de
producción en Rusia, las políticas de la OPEP, el fortalecimiento del dólar, el
aumento del nivel de reservas estratégicas, las posiciones de los fondos de
inversión en el mercado... son algunos de los factores cuyo impacto se refleja
en el precio del petróleo. Huelga decir que el presidente de un petroestado
debe —por lo menos— estar al tanto de dicha dinámica. Pero no parece ser el
caso de Nicolás Maduro, quien declaró hace poco que Washington —la
administración de Obama es de suponer— era el culpable del descenso de los
precios.
No hace falta ser un genio para saber
que ni siquiera Obama tiene el poder de afectar, por ejemplo, los niveles de
producción en Rusia. ¿Hemos de suponer que George W. Bush convenció a Chávez de
despedir a miles de trabajadores de PDVSA para que terminasen emigrando a
Canadá y Colombia a contribuir significativamente con el incremento de
producción en esos países, lo cual efectivamente roba mercado a Venezuela? Los
llamados urgentes a recortar la producción hechos por Venezuela, responsables
del incremento de los precios a principios de la pasada década según los
chavistas, no cuentan ya con la atención y apoyo de sus aliados en la OPEP.
Agreguemos los miles de millones de
dólares anuales (12.500
millones de dólares según ex-director de PDVSA) que el régimen venezolano
malgasta en el subsidio a la gasolina —la más barata del mundo—, y el llamado bachaqueo (exportación
ilícita de gasolina venezolana a Brasil, Colombia e islas del Caribe por mafias
que cuentan con la venia y participación de militares venezolanos). ¿Es eso
culpa de Washington también?
No le bastó a Hugo el haber recibido
un ingreso mayor al combinado de todos los gobiernos de Venezuela del siglo XX.
Por ello el régimen de su sucesor se encuentra en la preocupante situación de
tener que hacer frente al pago de miles de millones de dólares por concepto de
deuda adquirida en emisión de bonos. En lugar de implementar un programa de
austeridad fiscal y ponerle coto a la corrupción, Maduro prefiere, por ejemplo,
aumentar el salario mínimo en 15% y el sueldo a los militares en un 45%. ¿Por
presiones de Washington, hemos de suponer?
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