Américo Martin 07 de noviembre de 2014
@AmericoMartin
Las disposiciones del presidente
Maduro relacionadas con militares, colectivos y gabinete están ocupadas por los
nervios y la improvisación. Se relacionan con hechos que invaden áreas no
gubernamentales como los colectivos, que sin embargo fueron concebidas como
armazón paramilitar destinada a la defensa revolucionaria in extremis.
Las brujas de la fantasía, que tanto
han revoloteado alrededor de la sesera de los líderes, comprometen el vapuleado
modelo infructuosamente impuesto en Venezuela. Siembran no pocas ideas extravagantes.
La primera, quizá, sería que estos primeros 16 años sin ver luz se explican por
la disparidad entre el pasado decadente y el luminoso futuro. Son tanteos
necesarios, hercúleas pruebas, hazañoso aprendizaje en busca de la senda aun no
encontrada que nos llevará de la mano al socialismo imaginado por el difunto
eterno. Lógico sería, pues, que no hayan abundado los aciertos si es que puede
mencionarse alguno. Se ha estado disparando en la oscuridad -¡pero no le hace!-
los blancos parecen dibujarse con mayor nitidez en el horizonte. Por eso los
fracasos no serían propiamente tales, sino errores inevitables en busca de la
perfección.
¿Se entiende la idea? Los
revolucionarios que construyen el gracioso modelo vivieron en ese pasado que
debe revolucionarse. Se trata de ambientes cargados de degradado capitalismo
por lo que ha sido menester este paso de los cruzados del socialismo a través
de purificadoras vejaciones. La destreza revolucionaria no cae del cielo. La
pureza debe adquirirse en lucha contra los elementos. Es la premisa que nos
llevará al puerto seguro y feliz, a la Tierra Prometida por el endiosado líder.
Al fin y al cabo don Simón Rodríguez
había advertido que es imposible tener República sin educar republicanos, frase
tergiversada por nuestros fallidos bolivarianos al homologar República y
dictadura revolucionaria. Obviamente, el inteligente maestro del Libertador era
un amante de la libertad en el marco del Siglo de las Luces y los Derechos del
Hombre y el Ciudadano, y por eso cuando hablaba de República solo podía pensar
en la soberanía del pueblo (jamás en oligarquías socialistas vitalicias) en la
democracia y el ciudadano que popularizó la revolución liberal francesa desde
1789 y 1792.
Como bien sabemos “ciudadano” es la
antípoda, la negación de “súbdito”, figura ésta propia de la monarquía absoluta
que aquellos tres soñadores del Monte Sacro supuestamente juraron subvertir en
la América Hispana. Hoy en día se considera que ciudadanos son los seres
humanos libres, iguales, protegidos por instituciones que garantizan el respeto
de sus derechos humanos, civiles y políticos, y esos sí que no caben en
regímenes autocráticos o dictatoriales aunque se adornen con galanas
ideologías.
Los ciudadanos son el sostén de las
democracias y de la propia soberanía porque si no es inconcebible encontrar a
un déspota a la cabeza de algún proceso independista, lo que a lo sumo podría
conseguir es una independencia castrada, sumisa y reversible. Al desterrar la
democracia, reproducirá la vasalla condición de súbditos sin libertad ni
garantías, propia de los regímenes totalitarios. Ciudadanía y libertad, en su
más amplio sentido, solo son imaginables en el marco de democracias dignas de
ese nombre.
Es perfectamente coherente que en un
sistema despótico el factor militar sea irremplazable. Pero no cualquier
“factor militar”. Para evitar que los uniformados, a sabiendas de las normas
constitucionales, impidan imposiciones dictatoriales, en 16 años hemos
presenciado el intenso esfuerzo de ideologización de la Institución Armada y de
militarización de la estructura gubernamental y la sociedad civil.
Subrayo la palabra “militarización”
para diferenciarla de “militar”, dado que en democracia los militares tienden a
ser naturalmente civilistas y no militaristas. El peligro totalitario y
dictatorial está vinculado al militarismo y hace del civilismo democrático su
enemigo a vencer. Así como hay militares militaristas también los hay
civilistas, muy probablemente en mayoría aunque la disciplina les imponga
guardar silencio. Y del mismo modo hay civiles civilistas y civiles
militaristas, usualmente más despiadados que los militares de esa condición.
Los nombres están a la vista.
En tiempos del presidente Chávez
comenzaron a avanzar en la sombra los militares civilistas. La respuesta fue el
desborde de depuraciones, cambios, ideologización de la Institución Armada.
Pero el hiperquinético gobernante no recuperó la calma. Por desconfiar de los
militares concibió cuerpos paralelos, y no contento con introducir esa fisura
en la institución, promovió los colectivos. Fue su respuesta a aquellos
uniformados que no pudo someter, pese a intentarlo como nadie.
Los colectivos nacieron como
instrumentos de defensa de la revolución y simultáneamente como eventuales
sucedáneos de la Fuerza Armada. Alentada por la prevención, la tensión entre
colectivos y militares está creciendo a su aire. Aprovechando su autonomía, los
colectivos se expanden sin permiso alegando que nacieron para combatir
desviaciones morales e ideológicas.
Al desatarse la lucha dentro del PSUV,
algunos de los jefes de corrientes se conectan con colectivos. Los necesitan
para posicionarse. Les facilitan recursos para influir sobre ellos, pero tales
artilugios quizá sean inútiles porque aquellos generan sus propias políticas y
jefes.
La erosión desarticula al gobierno y
perjudica el diálogo solicitado infructuosamente por corrientes internas con
visiones del socialismo contrarias a las de la cumbre del poder. La
simultaneidad de las pugnas entre grupos, colectivos y militares descubre la
gravedad de la crisis y explica ciertas desconcertadas medidas oficialistas.
Sale despedido del MININT un fuerte
líder militar, por presión de varios colectivos que exigen adicionalmente la
expulsión del diputado Cabello. Un general en jefe asume MINDEFENSA. Goza de
especial respaldo de Cabello. ¿Se podrá inferir que pondrá en su sitio a los
colectivos?
¿Quién armará semejante rompecabezas,
en medio del indetenible deterioro de un país cada vez más desesperado?
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