Por Jesús Alexis González, 09/02/2015
En variados aportes de opinión, se tiende a incurrir en el sesgo analítico en relación al
desenvolvimiento económico venezolano, enfocando y soportando los argumentos
mediante cifras estimadas básicamente en bolívares, como si estuviésemos en un
contexto de economía cerrada
(producto y renta son idénticos) al tiempo de negar la interdependencia con respecto a las
relaciones económicas internacionales ante una utópica inexistencia del sector externo; cuando en realidad estamos en presencia de una economía abierta. Tal verdad de
perogrullo, es abiertamente soslayada por la vocería gubernamental cara a la
crisis 2015 (y más) amparándose en una teórica generación segura de ingresos en
bolívares para “mostrar” una supuesta fortaleza del sector interno, cuando en realidad las dificultades que se avecinan
vendrán por la vía de la insuficiencia
en dólares que se traducirá en una marcada volatilidad de nuestra economía,
habida cuenta que el dinamismo del mercado doméstico se apuntala desde afuera a través de las
importaciones. De igual modo, es usual observar que se improvisa en materia de
políticas públicas cuando se enfrentan
las consecuencias como si fueran las causas induciendo la permanencia del
hecho que lo origina; como por ejemplo: causa:
ausencia de un modelo económico/ consecuencia:
desequilibrio macroeconómico; causa:
falta de autonomía del BCV/ consecuencia:
emisión de dinero inorgánico para financiar monetariamente el déficit del
sector público y de PDVSA; causa:
elevada inflación/ consecuencia:
sobrevaluación del bolívar, contracción del aparato productivo nacional y de la
renta nacional, deterioro del poder adquisitivo de la población, caída de las
reservas internacionales y desconfianza sobre la estabilidad monetaria (del
2003 al 2014 se han “fugado” cerca de US$200.000 millones):
Dado que el gasto público
ejerce la función de “correa de
transmisión” de los ingresos petroleros al resto de la economía, resulta
pertinente recordar (en atención a nuestra escurridiza memoria) cual ha sido el
comportamiento histórico del tipo de
cambio (TC); es decir el número de bolívares que debemos entregar para
obtener un dólar. Veamos: en el año 1929 la paridad estaba fijada en 1BS/$ la cual se mantuvo por 12 años hasta 1941, momento cuando
se fija en términos de su contenido en oro (0.290323 gramos) en relación al
contenido del dólar estadounidense (0.889 gramos) para una nueva paridad de 3,06Bs/$, siendo que el TC para la venta al público se fijó en 3,35Bs/$ que permaneció inalterable por 20 años hasta su
devaluación en el año 1961 oportunidad en la que se situó en 4,30Bs/$manteniéndose por 23 años y su
variación se materializa con la devaluación en febrero de 1984 para ubicarla en 7,50Bs/$; es de resaltar que en 43 años (1941-1984) la
paridad aumento apenas en un 99,7% (menos de una vez).En los cuatro siguientes periodos presidenciales,
la TC varió desde 38,63Bs/$ pasando por
87,60 por 89,90 hasta 111,48Bs/$ a
finales de 1988, reflejando una variación de 188,6% en dicho lapso y de un 2.492,5%
con respecto a 1961 (más de 24 veces) es decir durante los 40 años
(1958-1998) del espacio democrático; variación que ha debido entenderse como
una intermitencia clara sobre la gestación en los últimos 10 años de un
deterioro económico. A partir del inicio (electoral) del proceso revolucionario
en 1999, y luego de instaurarse en febrero de 2003 un control de cambio
( ¿intenciones soterradas?) se fija un
TC de 1.600,0Bs/$ dando inicio a una sucesión
de devaluaciones que en 2004 varió la TC hasta 1.920,00Bs/$ y luego en 2005 se
ubicó en 2.150,0Bs/$ para nuevamente devaluar en 2010 hasta 2.600,0Bs/$ (2,60BF)
destinado a sectores prioritarios y
a 4.300,0Bs/$ (4,30BF) para el resto; incorporando en junio 2010 el Sitme a 5.300,0 Bs/$
(5,30BF) dirigido a importaciones no
prioritarias, esquema que se unifica
en diciembre 2010 en 4.300,0Bs/$ (4,30BF) hasta la eliminación del Sitmeen febrero 2013 cuando se fija una TC
de 6.300,0Bs/$ (6,30BF)
posteriormente complementada con la creación
del Sicad I en marzo 2013 que “funcionò” bajo una supuesta subasta que
situó la paridad en unos 12.000,0Bs/$ (12,0BF),
para luego añadir en febrero 2014 el
Sicad II (“para torcerle el pescuezo al paralelo”) con una TC fluctuante promedio de 50.000,0Bs/$
(50,0BF). Tal sistema de cambio fijo con 3 TC más el paralelo, totalmente disfuncional y proclive a
situaciones indeseables fue recientemente
(21/01/2015) “modificado” dejando igualmente 3 TC: 6.300,0Bs/$ (6,30BF) para
alimentos y medicinas, y otras 2 TC
pendientes por definir (¡!); con lo cual se perfecciona una variación revolucionaria de la TC en el periodo 1999-2015
(16 años) de 5.551,2% (base 6.300,0Bs/$) más de 55 veces; de 10.664,3% (base 12.000,0Bs/$) más de 100
veces; y un 44.751,1% (base 50.000,0Bs/$) ¡más de 400 veces!.
En fin, al continuar Venezuela en la situación de enclave económico petrolero habida cuenta de no haberse generado
una vocación exportadora no petrolera
como condición motora para el crecimiento y desarrollo ha obligado a los
Gobiernos, en aras de “mostrar” una aparente “estabilidad” de nuestra economía
(y perpetuar la fantasía populista), a mantener
sobrevaluada la paridad del bolívar frente al dólar (mayormente en los
últimos 12 años) al extremo de estrangular el aparato productivo nacional (de
1998-2014 las importaciones aumentaron en un 259,9%); o lo que es lo mismo, la “política” cambiaria ha
contribuido a la dolarización de la
economía en conjunto con una
inestabilidad tanto del sector externo como del interno, que erróneamente
pretenden revertir con controles, ocupaciones, expropiaciones, sanciones y
encarcelamientos volviendo a equivocarse (¿ideológicamente intencional?) en
relación a la causa que origina el
actual drama económico.
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