ÓSCAR ARIAS SÁNCHEZ
26 FEB 2015
La
situación en Venezuela se está precipitando. El arresto del alcalde de Caracas,
Antonio Ledezma, a manos de agentes de inteligencia –aparentemente sin orden de
arresto y con la delirante justificación de un supuesto intento golpista-
confirma lo que muchos hemos temido durante los últimos meses: el gobierno de
Nicolás Maduro está dispuesto a dejar que arda Troya antes de procurar un
diálogo democrático.
Arrinconado
contra la pared, ha incrementado sus niveles de violencia, represión e
intimidación. El irrespeto a los derechos humanos es patente. La comunidad
internacional debe exhibir más que un apoyo pasajero al pueblo venezolano. Este
debe ser el inicio de una vigilia por Venezuela, una vigilia incesante y
contundente: es necesario que todos, líderes mundiales, activistas, profesores,
periodistas, ejerzan presión para que el gobierno de Maduro libere a los presos
políticos y respete el Estado de Derecho.
No
podemos ser libres, en ningún lugar, si permanecemos impasibles ante la
opresión, en cualquier lugar.
Hago
también un llamado a la comunidad internacional para que vuelque sus ojos sobre
Venezuela. Conozco bien la dinámica de las relaciones internacionales. Sé que
existe una competencia por la atención a nivel global, y que Venezuela comparte
el escenario con regímenes que presentan un riesgo más cercano para las
potencias mundiales.
Sin
embargo, quiero subrayar que estamos en un punto de inflexión: en una Venezuela
postrada económicamente, y aislada políticamente, la presión internacional
puede generar resultados positivos. La primera condición debe ser, como lo he
dicho muchas veces, la liberación de todos los presos políticos. Cada día que
se arrestan oficiales electos o estudiantes es una violación a los derechos
humanos, a la Carta de las Naciones Unidas y a la Carta Democrática de la
Organización de Estados Americanos.
La
liberación de los presos políticos debe ser el primer paso de una estrategia
que lleve a un pleno restablecimiento de la democracia en Venezuela.
Es
innegable que dos piedras angulares de la supervivencia del régimen chavista
han sido el desempeño económico, sustentado sobre el comercio del petróleo, y
la popularidad de su líder (en su momento Hugo Chávez y después, en menor
medida, Nicolás Maduro). Creo que todos podemos coincidir en que estas dos
fuerzas se encuentran hoy en el peor estado registrado desde 1999.
No
es la división ni la venganza lo que llevará a Venezuela a un mejor futuro,
sino la inclusión pacífica e inteligente. Yo confío en que ha llegado la hora.
Confío en que los venezolanos sabrán reconocer que el régimen chavista pudo
haber tenido, en sus inicios, intenciones nobles, pero su fracaso es
indiscutible. Una democracia canaliza el descontento popular con eficacia. Una
democracia rectifica errores con prontitud. Chávez y Maduro se encargaron de
ahogar esa capacidad de respuesta.
Óscar
Arias Sánchez fue presidente de Costa Rica de 1986 a 1990 y de 2006 a 2010 y
obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1987 por sus gestiones para la pacificación
de Centroamérica
Tomado
de: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/26/actualidad/1424907734_103168.html
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