Por Roland Denis, 28/09/2015
Al paso por calles y campos, si en algún momento
cualquiera de nosotros ha tenido que ser parte de la historia reunida en estos
últimos 20 o 30 años, sin duda alguna se encontrará con caras malgastadas,
frustradas, rabiosas, despidiéndose de una historia que al fin y al cabo es la
de ellos y ellas, la historia por muchos años apasionada de lo que se ha
llamado el chavismo. Una despedida que no es formal, se mueve entre la duda y
hasta el llanto, en otras con la alegría de descargarse de un peso
insoportable, pero despedida al fin de la historia que no se pudo.
Este escrito ya desde hace mucho tiempo ha debido
hacerse, pero ya es hora de echarlo sobre la rueda pública, palabras que en
realidad tienen una connotación tan personal como política. Poco importa,
porque ni en lo más íntimo dentro de todos los perfiles de una vida
controversial siempre se van uniendo irremediablemente los asuntos personales y
los políticos, las cargas sociales y propias que llevamos por dentro. Es por
eso que las cosas en definitiva “hay que decirlas” si algo todavía tiene
sentido decirse. La revolución son tonterías románticas, utópicas, quizás, pero
que cobran toda su razón de ser cuando vemos como el corazón se une a la
cantidad de sueños que han atravesado nuestras vidas, y que muchas veces han
tenido que sufrir la atrocidad de las bestias represivas; dolor y querencia allí
está la confrontación imposible de resolver. Y así como han tenido que sufrir
al bárbaro también han sentido la maravilla de la apoteosis colectiva en su
propio grito. Seres desplegados pidiendo el olvido a toda la maldición
centenaria de la esclavitud, la pobreza y la sumisión para al fin hacerse
dueños de sus cuerpos y tierras, que quisieron en su momento decirle adiós para
siempre a esa historia odiada. Esa era la revolución y seguirá siéndolo pero en
su senda perdida; la premonición de un gran fracaso que se revienta ante
nuestros ojos, y que en mi caso lo pude percibir desde muy temprano.
“Prefiero decir un NO” como dice la canción de la diva
a seguir convalidando circunstancias que son algo que nos niega dentro de
cualquiera que sea el sentido que le hemos dado a los pasos que uno a uno se
han hecho entre luchas y sueños, ese es el mensaje latente que se siente tras
bastidores de miles y miles de gentes que aún hacen lo posible de darle algún
sentido a alguna franela roja que les sobra en el armario. Venezuela es un país
mediano, sin connotación alguna dentro de la risa imperial que no sea su
inmensa masa de recursos minerales y biocarburos, pero lleno de recordatorios
legendarios que la vuelven una ensalada entre los mitos repetidos y las
presencias de certeros engañadores a la zaga de la riqueza pública concentrada
entre el BCV y PDVSA. Curioso país que no tiene nada que ofrecer en lo que
acontece a su actualidad pero es el bolsón originario de todos los heroísmos
nuestramericanos. Un meollo al fin sin síntesis posible entre grandezas pasadas
y la realidad más inanimada sujeta al mando de quienes jamás entendieron lo que
es un paso a favor de la alegría colectiva, ni tampoco les interesó en lo más
mínimo. Cuando no hay visión de nación, no hay colectividades profundamente
morales y mucho menos de una nación que propone al mundo una vida radicalmente
distinta a la que nos impuso el devastador capitalismo, cuando ella es
simplemente una guerra que se mueve entre discursivas grandiosas de heroísmos
pasados y las ansias desesperadas por tomar el control de las rentas de riqueza
que deja el subsuelo sortario, entonces pueden estar seguros que la “razón
revolucionaria y emancipadora” rápidamente se esfuma, como ciertamente ha
pasado y con ella lo mejor del chavismo.
El chavismo se fraguó como una apuesta subversiva que
supo en su momento recoger todas las fuerzas que quedaron pendientes luego de
los grandes fracasos de las izquierdas armadas y reformistas, al mismo tiempo
que una jugada con seres gansteriles que supieron entender que lo mejor era
entremezclarse con la diáspora rebelde que desde mediados de los años ochenta
no tuvo manera de contenerse, poniendo bajo la mesa muy bien escondida el
verdadero conservadurismo que unía en una misma cofradía conspirativa al
gánster con el ser más reaccionario, unidos al vuelo subversivo de los
soñadores. Desde esa majestuosa ensalada donde no hay sabor que se combine, es
que se entiende que el nuevo apogeo revolucionario tenía que asumir las formas
de una gesta caudillesca como en efecto pasó. De hecho era imposible para aquel
entonces una dirección colectiva, ideológicamente homogénea, más bien las
apologías “a la diversidad, a la horizontalidad” que una y otra vez repetimos,
en nuestro caso particular paradójicamente no eran más que una bienvenida al
caudillismo, un rechazo al nosotros unificado y organizado y una raro
retraimiento al “pueblo” liso y pobre comandado por su hijo elegido, de siglos
pasados. Por estas mismas razones, era inaceptable la emergencia de un caudillo
imponente y despótico, sino un aprendiz de la base popular que dio vida; la
maravillosa senda y personalidad de Chávez. El también tenía que ser “diverso y
horizontal”, es decir, igualitario, algo que Chávez entendió y militó en ello,
aunque me haya pateado en la cara el libro de “Los Fabricantes de la Rebelión”,
por indudable soberbia.
Desgraciadamente ese mismo aprendiz de multitudes, de
sus sueños y de sus programas, de la radicalidad extrema a la hora de proponer
un nuevo horizonte a nuestro país, de esa fantasía inicialmente maravillosa del
poder popular, del vomitar cualquier pasado para hacer cierta la posibilidad de
algo que se asemeje a la realización material bolivariana, al mismo tiempo
convirtió en tesis de gobierno arrastrar esa ensalada gansteril que poco a poco
se fue comiendo no solo las antesalas burocráticas de la presidencia y
ministerios sino a colectivos, dirigentes, cuadros históricos de la lucha
revolucionaria. Si hay un legado de Chávez realmente oscuro es el no haberse
sacado de encima el caudillo que lo obligaron a ser para convertirse en el
dirigente con disposición a utilizar el mando de Estado en contra del sustrato
gansteril que lo acompañó en su fase conspirativa y posteriormente democrática.
Esta maraña de situaciones tengo años tratando de
entenderla después de sufrirla, en algunos casos de escribirla, sin mayores
éxitos, lo cierto es que tenía que suceder lo que hoy sucede para tomar el paso
del cual muchos sencillos seres de mi país hacen sin mayores complejidades
mentales, aunque sean muy intensos sus sentimientos: el adiós al chavismo. Una
revolución supone situaciones de dura decisión que llevan consigo todos los
riesgos de la historia, sin esas decisiones es absurdo, cobarde y mentiroso
hablar de ella y mucho menos dirigir en nombre de ella. Si aquí no se hizo
desde los inicios que era indispensable entonces desde hace mucho tiempo hemos
debido hablar en estos términos. El chavismo muere con Chávez al igual que el
fidelismo muere con la ida de Fidel de la dirección de Estado. Cuba y Venezuela
han sido las últimas utopías de Estado revolucionario encarnadas en los héroes
que le dieron paso. Chávez al no romper con el caudillo que le crearon
alrededor suyo, no tuvo otra salida que gritar la necesidad de la ruptura
cuando su vida se sabía acabado, pero aún así, y personalmente sin entender aún
porque no se atrevió a ello, dejo intacto el sustrato gansteril. No entiendo
porque más miedo se le tiene al poder que te rodea que a la propia muerte. ¿Es
que las estructuras de burocráticas de Estado son tan inmensamente poderosas
que aún frente a la evidencia de la muerte se imponen?. Aquí hay algo que no
entiendo, es un fondo metafísico desconocido o simplemente alguna información
que me falta, o será que soy un imbécil.
A partir de allí ha venido un desastre que harto
estamos de denunciarlo en sus efectos y orígenes material-económicos,
políticos, sociales, pero en este caso no se trata de repetir lo gritado. Un
amigo me decía que en estos días en uno de estos programas de chismes contra la
oposición de Diosdado Cabello, el amigo ya no solo habla de chismes acompañados
por cualquier cantidad de discursos de Chávez, sino que ahora, asemejando al
caudillo, hace programas junto a civiles y militares que lo aplauden. Pero
burlándose de su héroe y comandante, hace poco monta un programa donde su
público militar y civil, aplaude nada menos que una hora de televisión
presentando a su familia. No es la familia de su cachifa que las deben tener a
montones la que vale, no es la familia haciendo colas condenada a un sueldo
pírrico que no es más que explotación pura de una fuerza de trabajo que paga
con su esfuerzo lo que otros han desfalcado, es su familia, padres, tíos,
hijos, hermanos, y dele, gozando las consecuencias infectas de una historia. Su
goce es el retrato perfecto de la burla a nuestra explotación como pueblo. Pero
en fin, más que el aborrecimiento que personalmente me da semejante
manipulación mediática con valores fotográficos gomecistas o propios de las
culturas pictóricas de la oligarquía del siglo XIX, quiero simplemente acotar
que el “adiós al chavismo” no es solo del honor indignado del pobre, es también
de los que se gozan con televisión al frente, todas las divinidades del poder.
Si mi familia es lo bonito, el caudal de una fama política heredada, entonces
mi amigo usted quedó absorbido del todo dentro de una equivalencia sonámbula de
que su familia pueda ser el retrato de algún placer que dignifique al ser
nacional. ¡Que locura egocéntrica, reaccionaria y hedonista!... ¡adiós al poco
chavismo realmente profuso y de pueblo que queda!... y súmenle una cuota
simbólica evidente: militares aplaudiendo el acto, es al mismo tiempo un
mensaje de terror que bajo sus sonrisas compradas nos están añadiendo haciendo
uso familiar del orden mediático que controlan.
El poder corrompe, si claro pero más allá de todo el
poder es una creación histórica desde que un hombre se puso por encima de otro
creando las diferencias sociales, algo que solo desde Maquiavelo se entendió
cuan poco tenía que ver con lo moral sí mucho de la capacidad de mover las
técnicas de la manipulación de circunstancias en la relación amigo-enemigo. Fue
genial su aprendizaje o lo que inspiró, dejó en claro de que se trata la
política frente a un mundo que se preparaba para invadir el mundo bajo su
modelo mercantil-explotador que habrían de llamar “democracia”. El chavismo
como a todos le tocó también corromperse, reproduciéndose en un legado de digna
manipulación maquiavélica donde a diferencia de tantas memorias revolucionarias
pasadas no deja materialmente nada. No deja nada que suponga inteligencia,
productividad, ciencia, organización colectiva, de lo cual podamos estar
orgullosos a pesar de todo. Es un legado vacío y meramente simbólico, donde
solo los pocos que han podido resistir al cerco violento y burocrático al que
han condenado este país, quedan medrando un grito revolucionario y
autogobernante posible: comunidades, comunas, órdenes de control obrero
decaídos, sin posibilidad alguna de unificarse para despedazar esta infernal
burla. Eso ahora es imposible, mas tarde quizás pero los pasos de unión habrá
que darlos, y son muchos y largos.
El “adiós al chavismo” es el adiós a un extraordinario
sueño que frente a nuestras caras se nos convirtió en una pesadilla, en una especie
de maldición a la cual todas las tendencias que se dicen revolucionarias día a
día le proponen una salida; unas mas principistas, otras más pragmáticas, otras
valientemente se despegan del comando político oficial. Pero así mismo, todos
los días esto va perdiendo más y más sentido, ya que el chavismo dejó de
tenerlo, siendo inútil proponerle salidas cuando su esencia quedó totalmente
ahogada en el fichaje gansteril que gobierna el gobierno, gobierna sus bases,
gobierna el saqueo monumental que han generado.
Los afiches del recuerdo chavista y del mismo Chávez
se desmoronan ante la indiferencia colectiva, para pasar a la nada, al símbolo
sin contenido propio de los capitalismos informáticos, esa “estética del vacío”
que inauguraron ya hace unos años nuestros espléndidos escuálidos. Y esa es
precisamente la razón por la cual el chavismo muere condenando a todo un pueblo
a la improductividad, fascinado por la capacidad de manipulación que le ha
dejado su comandante-presidente y que se la arrebatan después de muerto, pero
deshaciéndose a su vez en esta fascinación mediatizada. Se olvidaron de hacer
el cálculo en el tiempo de cuánto funciona semejante imposición al
subconsciente colectivo. Ya llegó su fin, ya llegó el adiós que millones le
estamos dando.
Estoy seguro no obstante, que este adiós, y los que se
van a ir acotando, no son solo un final de frustraciones dejando castrada la
aventura revolucionaria. Precisamente ese enorme vacío, ese contexto de radical
improductividad con que deja tirado el chavismo este país, puede ser al mismo
tiempo, el punto de partida de un nuevo brote soñador, sin caudillos ni ordenes
simbólicos preestablecidos, de relaciones directas, horizontales, comunicantes
y productivas entre comunidades de seres trabajadores donde resplandezca de
nuevo la “moral del alzado”. Si nos fijamos en el proceso de pacificación de
las FARC y probablemente el ELN en Colombia, también podría decirse que muere
lo que fue un gran sueño lleno de sangre. O la misma Cuba de donde renace el
placer de la usura y la acumulación, después de décadas de increíbles
esfuerzos, combinada a la amistad con los EEUU. Puede ser que generaciones que
ya hemos pasado los años nos quedemos atrapadas en esta frustración, trataré
que no sea mi caso. La sangre nuestramericana no se va a quedar quieta, y mucho
menos entre nosotros venezolanos donde el chavismo al irse finalmente al
carajo, nos deja todo por hacer, vivitas las utopías de quien no acepta morir
entre afiches y propagandas; la nada nos forzará a la creación. Un mundo nuevo
sigue por crearse y la belleza vital del Che que todavía muerto parecía en
vida, lo sigue inspirando, mientras tanto váyanse al coño de lo que sea
grandísmos farsantes, ladrones, mentirosos, traidores, que el pueblo venezolano
y nuestramericano pide paso, y si no se lo dan será de nuevo con su sangre que
sabrá dárselo, ¡no hay pueblo vencido!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico