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martes, 13 de octubre de 2015

Estado de Decepción, @ffacchinb



Por Fernando Facchin B., 09/11/2015

El régimen se “sustenta” en una relación de poder escandalosamente errada, como lo es el “chantaje político”, lo que ha roto los significados sentimentales del chavismo y ha devenido en un lamentable “estado de decepción ciudadana”.

El régimen construyó su propia anticultura política con reglas contrarias a todos los criterios éticos que deben imperar en la conducción de un estado; están sumidos en el más ominoso descrédito, basta hablar con el ciudadano común sobre el régimen y ya todos sabemos sus respuestas.

El régimen ha pasado a ser una impostura política que ha destruido la independencia civil y consiguientemente la condición de ciudadanía por la del militarismo pernicioso en todas las esferas de poder de donde no escapan gobernaciones y alcaldías.

Los tiempos de decepción crecen dramáticamente y las razones de tal crecimiento son suficientemente conocidas por la sociedad en pleno, por cuanto son acciones repetitivas un gobierno desprestigiado y en caída libre.

Bajo el estado de decepción ciudadana hay quienes insisten que se deben romper los moldes de la vieja política, pero no es así, con lo que hay que romper son las malsanas ideas politiqueras del legador y su sucesor, hay que romper con la ficción política que nos coartó la libertad, hay que romper con la manipulación chantajista del mito/culto a la personalidad y con el manipulado sentimiento de miedo creado por el terrorismo oficialista; se precisa destruir el discurso manipulador que deforma la realidad hasta pretender convertir y posicionar en la sociedad la creencia de poseer el don exclusivo de la verdad.

El tiempo pasa, las expectativas no cumplidas se transforman en ansiedad y pasan a la decepción y de allí a la desobediencia civil ilegítima y desorganizada, el “bachaqueo” es una evidencia inocultable. El chantaje manipulador colma por un momento el sueño de los incautos, pero tan inescrupulosa manifestación termina en pesadilla.

En la era nazi, estalinista y fascista la propaganda política, tal como se hace hoy en nuestro país, se reducía a dos expresiones fundamentales, la mentira descalificatoria y la voz de mando, el predominio de la imagen frente a la explicación, de lo sensiblemente brutal a lo irracional, la exaltación de las zonas más oscuras del inconsciente colectivo con la sola idea de “orientar al soberano” en la perspectiva del momento, todo dentro de un discurrir irracional y discontinuo, que termina en un “estado de decepción”. El antídoto contra la decepción son las elecciones parlamentarias y el voto masivo de todos los venezolanos.


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