Miguel Méndez Rodulfo 09 de octubre de 2015
El
régimen paso a paso, de una manera implacable, con gradualidad milimétrica,
pero muy bien planificada, nos ahoga copando todos los espacios mediante los
cuales nos podemos expresar con libertad. La compra de medios, por interpuestas
personas, las intimidaciones y censuras contra los pocos que aún conservan su
independencia, y las amenazas, cierres y presiones efectivas contra los medios
críticos, sofocan y asfixian a la
sociedad. El chavismo no se ha conformado con tener a todos los poderes
públicos a su servicio, sino también a las FFAA, a las milicias, a los
colectivos, a los círculos bolivarianos e incluso a una guerrilla propia, amén
del apoyo de las FARC que opera en el territorio nacional. Por si eso fuera
poco, el manejo del presupuesto de la nación, los ingresos petroleros y la
maquinita de hacer dinero en que se ha convertido el BCV, le han dado al gobierno
un poder casi absoluto sobre la sociedad venezolana. Por otra parte, el
desconocimiento de los tratados internacionales y su interpretación libre de la
Constitución, le garantizan una impunidad absoluta.
Pues
bien, en este panorama desolador, en el que provoca tirar la toalla, florece
como nunca antes la resistencia y si algo hay seguro, es que el régimen tiene
sus días contados. De nada ha valido este poder omnímodo, de nada la
persecución de connotados líderes políticos como Leopoldo López y Antonio
Ledezma, poco ha importado el poder militar, ni el control de los medios y no
han prevalecido sobre la sociedad las carretillas de billetes que se manejan en
las altas esferas del gobierno. En la hora oscura en que pensaban que la Nación
estaba más oprimida, ésta se levanta terca, porfiada y desafiante. Cuando este
régimen oprobioso pensaba que el odio social que creía haber instalado en el
alma de la sociedad venezolana, era ya una marca indeleble en el ADN social, se
alzan tres líderes de procedencia mantuana como las opciones a sustituir en el
poder a estos fariseos que nos desgobiernan, La amargura para esta camarilla
corrupta es que 16 años de intentar torcer la historia venezolana, fueron en
vano. Poco a poco Venezuela se reencuentra con su esencia policlasista, aunque
por azares de la política, sean apellidos patricios los que tengan la primera
opción de poder. Es también, si se quiere, un castigo a la ideología
gobernante. De todas formas esta nación de alto mestizaje y de democrático
ascenso social, siempre tendrá una cantera de líderes mayoritariamente de
extracción popular.
Sin
duda que el estado de excepción sobre una parte importante del territorio
nacional, dificultará la campaña electoral opositora (este es el nuevo dakazo
del gobierno), pero no hay sino que recordar en qué condiciones votó el pueblo
venezolano durante la dictadura de Pérez Jiménez. Ahora, más que nunca, hay una
altísima intención de votar, eso dicen las encuestas y se palpa en la calle.
Pero lo que no dicen los sondeos es la rabia contenida que tiene el pueblo
contra estos inescrupulosos gobernantes. Mi explicación acerca de por qué no ha
habido un estallido popular, en medio de la tragedia que hoy vive el
venezolano, se explica por el bochorno que sienten las clases populares por
haber apoyado a este régimen nefasto. Descubrirse engañadas luego de tanto
tiempo, las ha privado de reaccionar, por lo que han fijado a las elecciones
parlamentarias como el hito para que se produzca un cambio pacífico del modelo.
De
manera que si se suspenden las elecciones, se las roban o entraban a la nueva
asamblea, ello significará el punto de inflexión para la tolerancia del bravo
pueblo. El 7 de diciembre marcará para Venezuela una fecha crucial: un gobierno
agotado en sus recursos, una inflación nunca vista y una escasez por los
cielos, serán el escenario de un zarpazo electoral. El gobierno debe pensar
bien lo que va a hacer.
09/10/2015
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