Por Hugo Prieto
Hay que encarar la crisis.
Es menos costosa una derrota, rectificando, que una derrota sin rectificar. Es
el peor momento para enfrentar un proceso electoral, argumenta
Se ha perdido mucho tiempo,
afirma el sociólogo y profesor de la UCV Javier Biardeau. Se habló del aumento
del precio de la gasolina, de la lucha contra la corrupción, y no se ha hecho
nada. La oposición está jugando al desgaste y, en medio del desgaste, el
gobierno cree que está viviendo un momento político favorable. ¡Ah, tú lo
que quieres es que te coma el tigre!
De una agenda maximalista en
el terreno social se pasó a una minimalista, donde el único objetivo es darle
continuidad al gasto social, con la Gran Misión Vivienda Venezuela como
estandarte. Hay un malestar, un descontento, en las bases del chavismo. Una
crisis de representatividad muy peligrosa, que nos retrotrae a cosas que se
vivieron en el Pacto de Punto Fijo.
La corresponsabilidad de
Chávez
—¿No hay una serie de
preguntas, casi existenciales, dentro del chavismo? ¿Dónde estamos? ¿Qué está
pasando? ¿Adónde vamos?
—Creo que el proceso
bolivariano está viviendo su peor crisis histórica. Crisis de liderazgo,
dificultades en las políticas públicas, cambios en la coyuntura internacional
muy desfavorables y la pérdida de su principal referente, político e ideológico
que, sin duda, era Chávez. Esa combinación de factores, aunada a un desgaste
que ya se venía visualizando, lenta y gradualmente, desde el año 2007, ha
generado una situación de crisis que es reconocida por toda la población.
Hay una crisis, ese es el
punto de partida. Y quien está en la conducción del Estado es el chavismo
posterior a Chávez. Y en 24 meses, entre octubre de 2013 y ahora, no se le ve
ni eficacia ni efectividad ni eficiencia en las políticas públicas. Eso ha
generado el peor síntoma de falta de respaldo al alto gobierno. Hay una
situación real de descontento, de malestar, y es el peor momento en el cual el
chavismo puede enfrentar un proceso electoral.
—Siempre se habló del
hiperliderazgo de Chávez. Y Chávez tampoco hizo mucho para desmontar esa idea y
ese concepto. ¿No se planteaba, justamente después de su muerte, la oportunidad
de abrir el juego y asumir el problema desde otra perspectiva? No había
posibilidad, por decirlo de alguna manera, de seguirle el paso a Chávez. ¿A qué
atribuye eso?
—En principio, creo que
primó la idea de darle continuidad a ese modelo de liderazgo. Es decir, las
nuevas personas encarnan el viejo estilo de Chávez, cosa que es imposible,
porque el estilo de liderazgo de Chávez estaba aunado a su carisma. A la forma
que tenía de conectarse con la gente, con los sectores populares, que fue su
principal capital político.
Y lo otro es que no se
construyó una cultura, en el seno del primer anillo del poder de Chávez, de
dirección colectiva. Chávez también tiene ahí una corresponsabilidad. Hasta
bien avanzada su enfermedad, todavía existía la hipótesis de que Chávez
continuaría en el mando y ellos (el alto gobierno) tampoco estaban preparados
para lo que sucedió.
—Todavía no sabemos a
ciencia cierta cuál fue la causa de la muerte de Chávez, pero uno pudiera
inferir, por algunos indicios, que se trataba de una enfermedad catastrófica.
Si el alto gobierno sabía cuál sería el desenlace, ¿no hubo un lapso, un
paréntesis, para abordar el tema del liderazgo?
—Sí, pero ahí hay un peso
muy fuerte de entender la dirección política, desde el inicio del movimiento
bolivariano. Bueno, Chávez devoró, prácticamente, cualquier liderazgo
competitivo, de sombra, o que fuera proclive a compartir la dirección política
del proceso. Y allí están varios ejemplos que quedaron en el camino con
trayectorias políticas meritorias. Alguien, que ni siquiera aspiraba a
disputarle el liderazgo a Chávez, pero que le mencionó ese tema de manera muy
temprana y que hoy se recuerda mucho, fue Müller Rojas. En varias
oportunidades, Müller le planteó a Chávez que el liderazgo político necesitaba
ser mucho más consultivo de lo que estaba siendo.
Y esa cultura, que se fue
cimentando a lo largo de 15 años, incidió para que no se construyera un
liderazgo colectivo, ni de conducción compartida o colegiada o como quiera
llamársele. Justamente, durante la discusión de la enmienda constitucional para
la postulación continua del Presidente, a mí me dijo un alto dirigente del
chavismo que, desde el punto de vista de la Presidencia, no había futuro para
nadie, sólo para Chávez. Ellos mismos ya habían interiorizado la tesis de que
después de Chávez no había otra cosa. Creo que allí nunca se preparó un
escenario de liderazgo colectivo.
—¿No había opciones?
—También había unas
creencias muy consolidadas, en el alto gobierno, sobre cómo los sectores
populares se representan en el liderazgo colectivo en Venezuela. Todavía es una
matriz muy convencional, en la que el hombre fuerte predomina sobre cualquier
otra figura. Pareciera que si no hay un hombre fuerte que proyecte autoridad,
no cuenta como presidenciable o para ejercer la jefatura política.
Un gobierno de aspiraciones
minimalistas
—Usted habla de falta de
eficacia y efectividad, pero allí están las OLP como política social, y en el
plano económico todo se ajusta sin mayores injerencias del gobierno. Este es un
momento en el cual la “mano invisible del mercado” está muy presente.
—Vamos a un recuento. En
2013, la consigna era el gobierno de calle. Si preguntas, ¿hoy se habla del
gobierno de calle? Vas a encontrar que la respuesta es negativa. En 2014, después
de los primeros seis meses de guarimbas y de todo ese tema, se comenzó a hablar
de la reactivación de los consejos presidenciales del poder popular. Digamos
que gradualmente se fueron dejando de lado y el problema fundamental comenzaron
a ser la inseguridad y las presiones alrededor de un cambio de la política
económica. Se hicieron unos anuncios que nunca se implementaron.
El presidente Maduro, por
ejemplo, habló en septiembre de 2014, si no me equivoco, del aumento de la
gasolina, estamos en octubre de 2015 y no se ha tomado ninguna decisión. Se
habló, cuando Rafael Ramírez estaba en el gabinete, de introducir cambios,
tanto en el régimen cambiario como en la política fiscal, pero tampoco se hizo
nada. Se hicieron anuncios y más anuncios, pero las acciones de gobierno no han
ido más allá de garantizar la continuidad del gasto social en su nivel, a pesar
de la caída de los precios del petróleo.
No sabemos si ese gasto
social es efectivo, si es eficaz, o cómo se está distribuyendo. Pero se
concentró en el cumplimiento de los objetivos de la Gran Misión Vivienda
Venezuela. Allí está el punto fuerte del gobierno.
—¿Se congelaron los otros
temas de la agenda social?
—Se propone incluir dentro
del Plan de la Patria los objetivos del milenio. Ya no se trata de derrotar la
pobreza relativa y estructural, sino acabar con la miseria y el hambre. Se
comienza a manejar la retórica de las Naciones Unidas, que sugiere objetivos
muy gradualistas para que se reduzca la pobreza absoluta en el mundo. Diría que
son unos objetivos minimalistas, cuando Chávez plantea en su programa electoral
(el plan de la patria) una agenda maximalista. Lo que ha intentado Maduro es
disminuir las expectativas que están allí y por eso ha sido criticado por los
sectores más críticos y radicales del chavismo o de la izquierda.
Yo creo que en el fondo es
un gobierno que ha tratado de maniobrar situaciones en las cuales ha
predominado la táctica, para no decir el pragmatismo, y los objetivos
estratégicos son fundamentalmente de retórica para mantener el imaginario de
continuidad con el presidente Chávez. Pero la debilidad del gobierno, en su
centro de gravedad, sigue siendo cómo la economía se está devorando el capital
político del proceso bolivariano. Mientras el alto gobierno no tome medidas
allí, eso es como un lastre que va hundiendo el proceso, mientras la oposición
espera, vamos a decirlo así, que el chavismo siga errando.
—Hay quien afirma que en
Venezuela estamos viviendo un “periodo de baja intensidad”, no tan severo como
el que vivieron en Cuba. Utilizan esa metáfora para referirse a un período de
restricciones, de penurias.
—No creo que se puedan
comparar ambas situaciones. En el caso cubano, por ejemplo, era muy difícil
encontrar los contrastes entre renta presunta y la situación que vivía el
ciudadano de a pie. Aquí la paradoja, y lo que está generando más explosividad
en la situación, es que desde septiembre de 2013 se anunció una lucha contra la
corrupción que nunca se ha dado.
Hay denuncias y son los ex
ministros del presidente Chávez los que tienen los datos. Y más recientemente,
está el caso del contrabando de gasolina en barcos. No estamos hablando del
bachaqueo de a pie, ni de los raspa cupos personales, sino de grandes casos de
corrupción que evidencian que no hay control, y eso merma aún más la moral de
quienes apoyaron el proceso bolivariano.
Si la idea es que la crisis
es un sacrificio compartido y hay un liderazgo que se está poniendo al frente
de ese sacrificio, eso, de alguna manera, prestigia al liderazgo. Pero si
sientes que el liderazgo está encerrado en una burbuja y que ha perdido
conexión con las demandas y aspiraciones de la gente en la calle, incluida casi
la mitad del chavismo, que manifiesta malestar y descontento, entonces dices:
se está quebrando. Y si no se aborda esta crisis económica, esta crisis de
representación, estamos volviendo a las cosas que nosotros vivimos con el Pacto
de Punto Fijo. Me refiero a la crisis del bipartidismo, en medio de una
profunda crisis económica. Eso no es poca cosa.
Desconocer los indicadores
de la economía mundial
—De sus palabras se
desprende que este es un gobierno que está a la defensiva, muy a
contracorriente de Chávez, que nunca perdió la iniciativa, incluso en los
peores momentos que le tocó enfrentar. Lo que uno ve aquí son respuestas
reactivas frente al cuadro económico y social que vive el país.
—Hasta el tercer trimestre
de 2014, el precio del barril se mantuvo relativamente alto (80 dólares en
promedio); los expertos petroleros articulados con el gobierno tenían la tesis
del “efecto rebote”, todos generaron la expectativa de que era una situación
pasajera, y ahora han empezado a reconocer que se trata de una situación
estructural, de largo plazo, que va a afectar la posibilidad de crecimiento
económico en los próximos 10 años.
Si se da continuidad al
modelo que traía Chávez, la situación se va a agravar, entre otras cosas,
porque no hay la posibilidad de sustentar la viabilidad del modelo, basados
exclusivamente en los precios del petróleo.
—Una tremenda demostración
de irresponsabilidad. Hasta un neófito que mire la evolución histórica de los
precios del barril advertirá que estos tienen sus ciclos. ¿A cuenta de qué no
iba a producirse el bajón en los precios?
—Alí Rodríguez, por ejemplo,
dijo que se confió excesivamente en el crecimiento de los Brics. Fundamentalmente
de India y China, que tenían crecimiento de 10%. Lo que estamos viendo es que
estos países estaban perdiendo capacidad de crecimiento. Era una expectativa
errada. Se están reconociendo los errores de prospectiva, en el terreno de la
economía mundial. Pero no hay autocrítica con relación a los cambios que se
hicieron, entre otros, la modificación de la ley del Banco Central de Venezuela
y el Fondo de Estabilización Macroeconómica. Se pasaron los fondos a reservas
internacionales y eso se despilfarró en los últimos tres años. No hay margen de
maniobra. Aquí se acabó el tiempo del ensayo y error. Y eso tiene costo, tiene
impacto.
Recientemente, estaba
leyendo a un chavista que decía que lo más interesante del legado de Chávez era
su pensamiento estratégico. Lo acabas de decir. Dentro de los principios del
pensamiento estratégico, la iniciativa es fundamental. ¿Cómo te explicas que se
haya perdido la iniciativa, que se actúe en forma reactiva? Y la oposición,
como un jugador inteligente en el juego político, lo que está esperando es el
desgaste de los errores no forzados que comete el gobierno para agarrarlo, como
se dice vulgarmente, en la bajadita.
—¿Qué pasó con la consigna
“con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”? ¿Eso se acabó?
—Eso se debilitó. No me voy
a hacer eco de lo que han dicho algunos chavistas en algunas entrevistas, de
que todo se acabó. Yo creo que ese discurso tiene un efecto retroactivo sobre
la propia situación de crisis. Son posturas que no apuntan a dar una salida,
sino, simplemente, a bajar la santamaría. No creo que se haya acabado, pero sí
se ha debilitado la fuerza moral del proceso bolivariano. Se está afectando ese
espíritu, que Chávez intentó defender más como proceso y como proyecto
político: el tema de la fuerza moral del chavismo. En estos 24 meses hay un
gigantesco deterioro de eso.
Podría decir, además, que el
comportamiento electoral no traduce el lenguaje de bajar la santamaría. El
chavismo es una realidad sociopolítica que tiene un piso duro. Y cualquier cosa
que pase en el terreno electoral, debe contar con ese actor para recomponer el
juego político.
—¿Está hablando como si el
chavismo estuviera en la oposición?
—No, estoy hablando de un
escenario probable. Creo que nadie que compile encuestas en los últimos 12
meses, te pueda decir que el chavismo tiene asegurada la victoria (en las
parlamentarias del 6-D). Quien diga eso está un poco como el ministro de
propaganda iraquí, que decía que estaban venciendo a Estados Unidos durante la
invasión. ¿Te recuerdas de eso?
El escenario electoral
—Varios voceros del chavismo
hablan del “supuesto negado de que la oposición gane”.
—Te puedo decir más: en “el
supuesto negado de que la oposición gane”, como dicen ellos, va a ser muy
difícil que obtengan las 3/5 partes. Es algo que se va a jugar mucho en estos
dos meses. Y si no obtiene las 3/5 partes, va a ser imposible que eso se
traduzca en una victoria política. Lo digo con relación a las expectativas que
tiene de acelerar un proceso de transición, un postchavismo. En cambio, si gana
el chavismo con 85 votos, que sería lo mínimo, va a cantar victoria: en el peor
cuadro de guerra económica, de caída del precio del petróleo, de diversas
amenazas y desestabilización interna, “nosotros pudimos vencer y sortear el
momento coyuntural”.
Sí la oposición obtiene 100
diputados, ahí sí se le va a poner muy duro el tema de la gobernabilidad al
chavismo. ¿Por qué? Porque hay elementos claves en la conducción del gobierno
(la posibilidad de moción de censura a los ministros, la imposibilidad de
aprobar un presupuesto con un consenso mínimo o de promulgar una ley
habilitante), que plantean otro juego político.
—En el escenario que usted
pinta, no se advierte espacio para el consenso.
—Todo depende de cómo se
lean los resultados. El propio Schemel, que era el vocero que generaba
expectativas positivas, desde el punto de vista de las encuestas, ha dicho que
quien gana hoy es el descontento. Pero eso no se lee políticamente, ni se
traduce en un proceso de rectificación, de corrección de rumbo, de asumir,
autocríticamente, que la situación es grave, porque el problema, en mi opinión,
es que hay una especie de enceguecimiento. Puedo entender que la gente se enceguece,
pero eso no puede ser eterno, porque va a llegar un momento en que eso va a
traer efectos negativos. Para decirlo claramente, mi deseo, desde hace mucho
tiempo, es que el gobierno encuentre el rumbo de la rectificación.
—Pero es casi imposible rectificar
en una etapa electoral, porque el mensaje que se enviaría es que estás en una
posición de debilidad. Y para el chavismo sería una posibilidad negada.
—Eso es como un manual de
marketing político para un pueblo que se considera infantil desde el punto de
vista de su capacidad de reflexión política. En los países donde el liderazgo
llama al sacrificio, enfrentando la situación, y encarna la posibilidad de
prestigiarse en la lucha para superar una situación adversa, eso no es más
difícil de lo que tú planteas, que es meter el polvo bajo la alfombra.
Este es un momento muy
grave; no es una crisis episódica, es la acumulación de tensiones que detonaron
ya, que no permiten el control de daños. No es el pote de humo. Lo que se ha
agotado completamente son las fintas. Ya la gente sabe, en la calle, que con
las fintas los están engañando, que le están diciendo medias verdades.
—Puede ser que mi argumento
le resulte elemental, simplista…
—…Trivial.
—Sí, trivial. Déjeme
plantearlo de otra manera. Si la necesidad, si la urgencia es de rectificación,
aún en medio de un proceso electoral, ¿por qué no se hace?
—Porque están privados de
ese criterio, del criterio de la desconfianza y la subestimación de la
capacidad del pueblo de entender que se necesitan medidas de rectificación. Se
han distanciado tanto, que la crisis de representación es de doble vía, entre
los líderes y sus bases de apoyo. Se presupone que la base social, sin
compromisos utilitarios, no tiene ninguna fuerza moral para defender el proceso
y con eso lo único que se está reforzando es un patrón político clientelar y
populista. No es un proceso de politización, como se dice constantemente del
pueblo, no es un proceso que tenga continuidad con el legado de Chávez. No sólo
de politización, sino de radicalización, en el plano ideológico. Lo que estás
reconociendo es que ese trabajo falló.
Si estás jugando a perder lo
menos posible, a estirar el tiempo… ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que la plastilina se
rompa? Diría, honestamente, que se ha perdido mucho tiempo. No es tiempo de
llorar sobre la leche derramada. Ah, ¿pero qué hacemos ahora? Lo que tienen que
hacer es asumir los costos de la rectificación. Es decir, una derrota
rectificando es menos costosa que una derrota sin rectificar. Y ese es el punto
que no veo en la ecuación política del alto gobierno.
La hora de rectificar
—Es hora de agarrar el toro
por los cachos.
—Es hora de encarar la
crisis. Si se prometieron medidas, ¿por qué no se han tomado? Yo escuché a Alí
Rodríguez decir que si se toman medidas, eso va a ser más grave aún.
—No se hace porque en ese
momento la oposición va a dejar de ser reactiva, no va esperar “en la bajadita”
y va a pasar a la ofensiva política.
—Me parece muy bien, el
gobierno se verá enfrentado a situaciones donde se verá obligado a retomar la
ofensiva política. El problema es que en este momento la oposición espera el
desgaste y el gobierno, en medio del desgaste, piensa que está viviendo un
momento político favorable. Ah, te estás bañando en el caño y piensas que los
caimanes están dormidos. Ah, bueno, sigue metiéndote en el caño y confía en que
están dormidos, pero no están dormidos nada, están esperando que tú no puedas
maniobrar para devorarte, como en la canción: tú lo que quieres es que te
coma el tigre.
Honestamente lo digo: si uno
ha apoyado, directa o indirectamente, el proceso bolivariano, lo menos que
puede hacer es decirlo. Aunque después vengan los costos. Venga lo de Maryclen
Stelling: ¡Qué chavista va a ser ese carajo! Pero uno da testimonio de lo que
era necesario decir en un momento específico. Y yo lo que quiero decir es que
este gobierno tiene que rectificar la política.
04-10-15
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