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domingo, 1 de noviembre de 2015

De Votos y Castigos, por @AmericoMartin



Américo Martín 31 de octubre de 2015
@AmericoMartin

Don Américo Castro, gran filólogo, crítico literario y denso historiador, no entendía la escritura sino como insobornable ejercicio crítico. Tenía un desenfado provocador y de allí que algunas de sus resonantes verdades fueran fuertemente desmentidas por intelectuales tan esclarecidos como Jorge Luis Borges y Claudio Sánchez Albornoz. ¿Mentiras verdaderas o verdades insidiosas? Dejémoslo ahí.


Si ahora lo he evocado es para que nos ayude a entender la enigmática propensión en valiosos opositores venezolanos a sospechar actos inconfesables detrás de los avances de los líderes que llevan adelante el cambio democrático.  No han renunciado éstos ni lo harán a su pensamiento privativo, a la ideología de su pertenencia. Se han unido exitosamente en la MUD  para darle cuerpo al profundo deseo de cambio que ha prendido en la sociedad venezolana y se propone vencer en la crucial elección del 6D.

Nadie ha incorporado más voluntarios civiles en los 87 circuitos electorales, escenarios en los que se librará la singular batalla constitucional. Nadie ha creado y atiende permanentemente tantas estructuras en todos los niveles, desde los candidatos hasta los comandos familiares y las mesas electorales. Es un enorme esfuerzo organizativo que proporciona un cauce de hierro al generalizado deseo de responder con el voto castigo al desastre en que está sumida la inmensa mayoría nacional. Es verdad que con los días cada vez más gente ha adherido a esta movilización y a su política, más dada al logro que al desplante y por eso es contra ella que descarga sus mazazos el gobierno, en la medida en que las veletas revelan el cambio en la dirección de los vientos. ¿Ä qué se debe sin embargo la irreductibilidad de algunos calificados renuentes a aceptar que jamás la alternativa democrática había estado en tan esplendida situación y que el gobierno se encuentre tan minado, desaguado de respaldos, aislado en el mundo y abandonado por sectores que en su momento pudo reunir?

Américo Castro resaltaba con firmeza un inmemorial rasgo hispano. Más que el acto humano lo que interesa es su efecto en la reputación personal. Antes que “ensuciar las manos” en la riesgosa acción diaria, se prefiere el desahogo moralista, proteger retóricamente  la propia dignidad antes que salvar a un pueblo agonizante. Esa ilusionada trascendencia personal sobre el anónimo esfuerzo colectivo explica, para el filólogo español, el constante sermonear a distancia. Como dice el proverbio chino, el gato maúlla alrededor de la leche caliente, sin beberla.

“Quedar bien”, “mostrarse dignos” legitiman la conducta… y la inacción o la acción a medias. Cervantes aludía a los soldados que en combate tenían a honra que su príncipe los mirara.

Se reprochó a la MUD  “por  creerse”  propietaria de los votos que recibirá el 6D. ¡Son votos-castigo!, claman.  Básicamente tienen razón, pero extraen la conclusión equivocada. El voto-protesta es propio de las sociedades polarizadas. Argentina lo acaba de demostrar. Macri no imaginó que obtendría tanto respaldo. Su emblema es el cambio. ¿Continúa o no el kirchnerismo, cuyo fracaso amarga a los argentinos? El voto-castigo acerca a Macri a la presidencia porque supo aprovecharlo. Es su mérito.

Reconocer que el caudal de la MUD emana de la misma fuente es aceptar que la cabalga diestramente, lo que irisa la causa del cambio y responde a la esperanza de nuestro agobiado país.

No se retiró de la arena con la altivez   de un duque ofendido y le tiende la mano a sus críticos y a quienes vengan en diáspora del encallado oficialismo

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