Américo Martín 31 de octubre de 2015
@AmericoMartin
Don
Américo Castro, gran filólogo, crítico literario y denso historiador, no
entendía la escritura sino como insobornable ejercicio crítico. Tenía un desenfado
provocador y de allí que algunas de sus resonantes verdades fueran fuertemente
desmentidas por intelectuales tan esclarecidos como Jorge Luis Borges y Claudio
Sánchez Albornoz. ¿Mentiras verdaderas o verdades insidiosas? Dejémoslo ahí.
Si
ahora lo he evocado es para que nos ayude a entender la enigmática propensión
en valiosos opositores venezolanos a sospechar actos inconfesables detrás de
los avances de los líderes que llevan adelante el cambio democrático. No han renunciado éstos ni lo harán a su
pensamiento privativo, a la ideología de su pertenencia. Se han unido
exitosamente en la MUD para darle cuerpo
al profundo deseo de cambio que ha prendido en la sociedad venezolana y se
propone vencer en la crucial elección del 6D.
Nadie
ha incorporado más voluntarios civiles en los 87 circuitos electorales,
escenarios en los que se librará la singular batalla constitucional. Nadie ha
creado y atiende permanentemente tantas estructuras en todos los niveles, desde
los candidatos hasta los comandos familiares y las mesas electorales. Es un
enorme esfuerzo organizativo que proporciona un cauce de hierro al generalizado
deseo de responder con el voto castigo al desastre en que está sumida la
inmensa mayoría nacional. Es verdad que con los días cada vez más gente ha
adherido a esta movilización y a su política, más dada al logro que al
desplante y por eso es contra ella que descarga sus mazazos el gobierno, en la
medida en que las veletas revelan el cambio en la dirección de los vientos. ¿Ä
qué se debe sin embargo la irreductibilidad de algunos calificados renuentes a
aceptar que jamás la alternativa democrática había estado en tan esplendida
situación y que el gobierno se encuentre tan minado, desaguado de respaldos,
aislado en el mundo y abandonado por sectores que en su momento pudo reunir?
Américo
Castro resaltaba con firmeza un inmemorial rasgo hispano. Más que el acto
humano lo que interesa es su efecto en la reputación personal. Antes que
“ensuciar las manos” en la riesgosa acción diaria, se prefiere el desahogo
moralista, proteger retóricamente la
propia dignidad antes que salvar a un pueblo agonizante. Esa ilusionada
trascendencia personal sobre el anónimo esfuerzo colectivo explica, para el
filólogo español, el constante sermonear a distancia. Como dice el proverbio
chino, el gato maúlla alrededor de la leche caliente, sin beberla.
“Quedar
bien”, “mostrarse dignos” legitiman la conducta… y la inacción o la acción a
medias. Cervantes aludía a los soldados que en combate tenían a honra que su
príncipe los mirara.
Se
reprochó a la MUD “por creerse”
propietaria de los votos que recibirá el 6D. ¡Son votos-castigo!,
claman. Básicamente tienen razón, pero
extraen la conclusión equivocada. El voto-protesta es propio de las sociedades
polarizadas. Argentina lo acaba de demostrar. Macri no imaginó que obtendría
tanto respaldo. Su emblema es el cambio. ¿Continúa o no el kirchnerismo, cuyo
fracaso amarga a los argentinos? El voto-castigo acerca a Macri a la
presidencia porque supo aprovecharlo. Es su mérito.
Reconocer
que el caudal de la MUD emana de la misma fuente es aceptar que la cabalga
diestramente, lo que irisa la causa del cambio y responde a la esperanza de
nuestro agobiado país.
No se
retiró de la arena con la altivez de un
duque ofendido y le tiende la mano a sus críticos y a quienes vengan en
diáspora del encallado oficialismo
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