Por Lisseth Boon
Dos imágenes se han vuelto
cotidianas en los supermercados de la Red Abastos Bicentenario (Rabsa) en 2015:
los estantes vacíos o los que son rellenados momentáneamente con los codiciados
productos a precio regulado, de existencia fugaz. Las frases “sólo hay” y ”no
hay” de los compradores resuenan cual eco entre los pasillos de estos
establecimientos, refundados en 2011 por el gobierno de Hugo Chávez como
“instrumentos del estado revolucionario para garantizar la soberanía
alimentaria”.
Es miércoles y dentro del
Hipermercado Bicentenario de Plaza Venezuela se forma una larga cola en el
pasillo central para pagar. Pacas de detergente “a precio justo” ocupan
anaqueles completos donde se exhibían en épocas recientes productos regulados,
como arroz, aceite, pasta, leche en polvo, e incluso otros que escapaban a
controles de precios. Abundan mujeres con bebés en brazos en busca de pañales,
de los que solo les dejan llevar dos paquetes por persona. El blanco de las
cavas resalta sin cortes de carnes blancas o rojas, ni siquiera las importadas
de Nicaragua o Brasil. Hay que hacer una fila aparte para comprar leche
líquida. Tres hileras de tobos playeros de plástico cuelgan en la desmantelada
zona de electrodomésticos y artículos para el hogar. En las cajas
registradoras, el terminal de cédula no es suficiente para controlar la
distribución de productos: también hay que verificar la identidad poniendo los
dedos en el captahuellas.
Atrás quedaron las promesas
que hizo Chávez cuando inauguró en Plaza Venezuela el abasto más grande de la
red Bicentenario. La noche del 8 de agosto de 2012, el mandatario fallecido
mostraba al país los anaqueles repletos de alimentos y productos
perfectamente alineados en los pasillos pulidos e iluminados que conformaban el
establecimiento de 8 mil metros cuadrados. Las cámaras se paseaban por los
puntos de Lácteos Los Andes y Aceites Diana, dos marcas convertidas en bandera
de la “revolución” luego de que fuesen expropiadas. Cual vendedor publicitario,
Chávez invitaba a los venezolanos por televisión a visitar el nuevo
supermercado estatal: “Amiga mía, amigo mío, vengan a ver esta maravilla”.
Cuatro años después, la
oferta de Abastos Bicentenario luce muy diferente. Un recorrido por los abastos
de la red estatal en Caracas, realizado entre el martes 27 y miércoles 28 de
octubre de 2015, permiten constatar lo que también indican las cifras
oficiales: la venta de alimentos del Bicentenario cayó 22%, al pasar de 5 mil
24 millones 631 mil 602 bolívares en 2012 a Bs. 3 mil 918 millones 458 mil 248
en 2014, según las memorias y cuentas del Ministerio para la Alimentación
(Minpal), al cual está adscrita la red de abastos desde el 22 de febrero de
2011 (decreto 8.071).
La distribución de alimentos
de Abastos Bicentenario ha mermado: mientras aumenta la proporción de
beneficiarios, no ha crecido el número de establecimientos en los últimos tres
años) y ha bajado las ventas de alimentos, lo que se traduce en menos comida
por persona: de 99 kilos per cápita anual en 2012 pasó a 73 kilos en 2014
(Minpal).
Al este de la ciudad, el
ambiente del Bicentenario de Terrazas del Ávila no invita precisamente al
consumo. Al contrario de lo que dictan las estrategias de mercadotenia, la
iluminación escasea casi tanto como el arroz, la leche, el café, porque
buena parte de las lámparas del techo están apagadas (¿bombillos quemados?).
Las neveras de las carnes están desenchufadas porque no tienen nada que enfríar
y la de charcutería únicamente exhiben cortes de queso. En las cestas de
verduras, legumbres y frutas sólo hay cebollas. Sólo llegó detergente, pañales
y champú. Empleados uniformados con camisas rojas conversan relajados o revisan
las pantallas de sus celulares. De unas 30 cajas registradoras, sólo funcionan
10. No es necesario activar más: no hay cola.
El día de la inauguración de
Plaza Venezuela, Chávez proyectaba sus sueños sobre Abastos Bicentenario,
nombre con el que su gobierno rebautizó a las Tiendas Éxito luego de comprarlas
a la empresa Cativen en noviembre de 2010. Durante la transmisión, con un
embutido en mano, prometía que “más tarde que temprano exportaría a Mercosur,
Caribe y Centro América” y que su gobierno estaba convirtiendo a Venezuela en
“una potencia alimentaria”.
No es poco lo que ha
registrado Abastos Bicentenario en sus cuatro años de existencia: pasó de ser
ejemplo de soberanía alimentaria con pleno abastecimiento a estampa de la
escasez con estantes vacíos y colas. Ha sido centro de escándalos de corrupción
(2014 y 2015), de contrabando y extracción ilegal de productos por parte de
trabajadores (agosto 2014). Ha servido de tubo de ensayo para controlar las
ventas mediante el sistema biométrico y/o terminal de la cédula, así como prohibir
y levantar la pernocta de compradores. También, tiene en su haber caos y
trifulcas en las colas, en las que agentes de seguridad han disparado al aire
(Palo Verde, agosto 2015) y detenido personas (Puerto Ordaz, sept 2015) para
calmar a los ánimos caldeados. Incluso en octubre de 2015 hubo el caso de un
muerto por infarto en una cola (Yean Paúl Asfar Fermín), en el Bicentenario de
la avenida Jorge Rodríguez de Puerto La Cruz.
La empresa estatal Rabsa ha
cambiado cinco veces de presidente, prácticamente uno por cada año desde que
fue creada en 2011: coronel de Ejército Rafael Coronado Patiño
(2011-2012); Fabiana Rodríguez (2013); Johan Hernández Lárez (junio-septiembre
2014) mayor Anderson José Medina Delgado (septiembre 2014) y Bárbara Estela
González Clemente (desde abril de 2015).
Corruptos
De los cinco presidentes que
ha tenido Bicentenario, uno salió del cargo luego de un escándalo de
corrupción: Anderson Medina, quien el 24 de enero de 2015, durante la
reinauguración del Hiperabasto Bicentenario Puerto La Cruz (Anzoátegui),
anunció que más de 30 millones de bolívares fueron invertidos en la
recuperación del establecimiento. El militar funcionario se encontraba junto
con el gobernador Aristóbulo Istúriz y el viceministro de producción alimentaria,
coronel Johan Hernández Lares, quien también había sido presidente de la red de
abastos en 2014.
No pasaron ni tres meses de
aquella reinauguración cuando el 24 de abril de 2015, Maduro denunció
corrupción en la red Bicentenario al norte de Anzoátegui. Por este caso, fueron
detenidos por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) tres gerentes del
Bicentenario región Oriente (Elio Jesús Caraballo, Pablo Martínez Cedeño y José
Reinaldo Piña Fernández), así como también el subcontratista Aníbal Nieves, también
accionista de Asociación Cooperativa de Angares General José Antonio
Anzoátegui, empresa encargada de las remodelaciones de los abastos. Los cuatro
fueron imputados por los delitos de contrabando, acaparamiento y boicot de
alimentos básicos y otros productos.
Otro caso de corrupción
ocurrió en agosto de 2014 en el Bicentenario de Judibana, también en Puerto La
Cruz. El gerente de este establecimiento, Richard Salón, fue detenido junto con
sus ayudantes Maury Aponte, Orlando Villahermosa y Efigenio Villoles, por el
delito de contrabando de alimentos en el inventario de la tienda. Sacaban cerca
de 300 kilos diarios de mercancía.
Los “mata cola”
Las permanentes colas que se
registran en los Abastos Bicentenario hablan de los efectos del “Plan eficiencia
mata cola” lanzado en agosto de 2014 por el superintendente de Precios Justos,
Andrés Eloy Méndez, a raíz de la detención del gerente del abasto de Judibana
en Puerto La Cruz.
El Minpal no ha abierto
nuevos locales que respondan al crecimiento de la demanda de usuarios. El
vicepresidente para el Desarrollo Social y de las Misiones, Héctor Rodríguez,
anunció en enero de 2015 que a lo largo de este año serían inaugurados 33
nuevos establecimientos de Mercal, Pdval y Abastos Bicentenario, con una
inversión de 345 millones de bolívares. No discriminó cuantos correspondían a
cada red.
El 7 de marzo de 2015, se
inauguró el Bicentenario de los Valles del Tuy, en Charallave, el segundo más
grande del país. Pero ese local de 7 mil metros cuadrados no escapa a los embates
de la escasez: las colas son una imagen familiar en los Valles del Tuy.
En la entrada del Abasto
Bicentenario de Macaracuay de Caracas no se nota ningún afán por entrar. No hay
cola porque “sólo hay” leche líquida, uno de los productos más buscados.
Un grupo familiar llega a la puerta con varias bolsas llenas de alimentos.
Vienen del Gamma (cadena privada), donde consiguieron mantequilla, harina de
trigo y arroz. Sacan sus cédulas para comprar “lo que encuentren”, dicen
levantando los hombros. No saben nada de corrupción, soberanía alimentaria ni
guerra económica. Lo único que les interesa es completar el mercado.
30-10-15
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