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domingo, 1 de noviembre de 2015

Maduro, hombre de atajos por @aaalzuru


Por Alexis Alzuru


La cúpula oficialista es un nido de sujetos parecidos al fiscal Franklin Nieves; delinquen, traicionan y con la misma se escabullen del país para desde el exilio roer los frutos de sus fechorías. Lo cual no extraña dado que esta pandilla comparte las creencias de Nicolás Maduro. El presidente es de los que afirman que cuando se trata de preservar sus intereses personales o los de su partido cualquier cosa está permitida. Su frase: “Como sea ganaremos las elecciones” transparenta su terror a la derrota; pero también demuestra el compromiso de este gobernante mantiene con la maniobra y la actuación oscura. Cada vez que pueda echará a la basura las reglas y los procedimientos jurídicos; los códigos políticos, los principios y las normas morales. Maduro es un hombre de atajos; de medias verdades y soluciones amañadas. Tal vez, su falta de escrúpulo fue la particularidad que le reconocieron para elegirlo como sucesor de Chávez.


Que los beneficios personales deben incrementarse como sea y al precio que sea es el mensaje que mejor define la personalidad del presidente.Por eso, no sorprende que en su mandato sucedan con mucha regularidad los escándalos de corrupción, crímenes y felonías. Ahora bien, lo que preocupa es la sociedad que perfila este jefe de Estado. En especial, inquieta que algunos jóvenes sigan sus pasos; pues esa forma de razonar sobre la conducta del hombre es una de las causas que explica el incremento de la criminalidad en el mundo.

Una nación administrada por dirigentes comprometidos con el fraude no puede esperar un decrecimiento de su tasa de criminalidad. Entre otras cosas porque el ser humano está programado para actuar con reglas equivalentes a las que siguen sus semejantes. De modo que en contextos dominados por el engaño y la deslealtad, el sentido común le advierte que apegarse a la norma es costoso; mientras que en escenarios dominados por la obediencia a las normas lo que resulta gravoso es la estafa y el crimen.

La visión moral que el presidente verbaliza hace estragos en Venezuela. Basta pensar que muchos jóvenes han comenzado a opinar que cualquier medio es legítimo para obtener poder, dinero o reconocimiento. Un ejemplo es Francisco Medina Sivira, a quien con 20 años se le atribuyen alrededor de 13 crímenes, y se convirtió en el pran que organizó el último motín en el Rodeo II, o María Elena Eiriz, la joven de 21 años quien con tres de sus amigos adolescentes planificó el asesinato de su hermano para robarlo.

La sociedad que Maduro modela es una máquina de producir jóvenes que a temprana edad ya tienen una vida marcada por el crimen; algunos ni siquiera alcanzan 18 años y se les imputan más de 20 asesinatos y varios ingresos a retenes y prisiones. Los estudios refieren que cerca de 70% de los homicidios que se reportan en el país los cometen menores de 25 años. Ese dato ratifica lo que vienen diciendo investigaciones recientes: que la conducta criminal está asociada con las creencias que las élites y los políticos posicionan en la opinión pública.

En el caso de Venezuela es su presidente quien simboliza y repite que todo es lícito cuando el asunto es la defensa de su poder. De hecho, este noviembre Maduro pareciera que acaricia la idea de tomar decisiones que contravienen lo que el sentido de justicia dictaría a cualquier ciudadano. Sus palabras sugieren que se debate entre encarcelar al mismísimo Lorenzo Mendoza o intervenir Empresas Polar; acaso, no descarta el encierro de otro dirigente o aumentar la condena que paga L. López. Mientras tanto no dejará de tensar la cuerda del desorden económico ni de la escasez. En fin, intensificará el malestar y las injusticias hasta ver si algún evento lo redime de la derrota que tanto teme.

Arreciarán las provocaciones oficiales con la llegada de noviembre. Por cierto, ¿por qué Maduro tendría que esperar que sus agresiones sean respondidas con respeto a la ley y prudencia? El presidente debería calcular que sus golpes pudieran contestarse con golpes iguales o peores. Sin embargo, los venezolanos entendieron que el ojo por ojo es la respuesta que Maduro espera, no la solución que la república necesita; por eso, el pueblo no apuesta por la violencia ni por la modesta victoria electoral que la unidad de unos cuantos promete, sino que reclama un movimiento de movimientos para transformar la Asamblea en la bandera del cambio que Venezuela se merece.

31-10-15





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