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domingo, 1 de noviembre de 2015

Maduro y su burbuja, por Miguel Méndez Rodulfo


Miguel Méndez Rodulfo 30 de octubre de 2015

Quién observe a Nicolás Maduro en sus reiteradas cadenas televisivas encontrará a un ser ajeno a la realidad que palpan, sufren y sienten los venezolanos. Para él, Venezuela vive un momento estelar y están abiertas las posibilidades de realización para todos sus ciudadanos; sobre todo después de ese histórico aumento de salario de 30%. En su cabeza obnubilada, la inflación de 200% es un invento de la guerra sucia opositora y seguramente cree, a pie juntilla, que la gente le cree la misma cantaleta del saboteo que viene repitiendo. No se le ocurre que la escasez, el desabastecimiento, el aumento desmesurado de los precios, la inseguridad y la desesperanza han roto todos los sueños que los pobres se plantearon con el régimen. Es entendible que nadie se quiera ver a sí mismo como el sepulturero de una época, como la última piedra que cae después del derrumbe; la mente tiene mecanismos de protección que nos hacen desdibujar otra realidad frente al abismo, y eso le ocurre a Nicolás.


En tanto que el inquilino de Miraflores delira, afuera inexorablemente se cierra un círculo sobre su poder. En dos semanas ha perdido 2 puntos, ahora el rechazo llega al 82%; de manera que podríamos arribar a la primera semana de diciembre con un rechazo cercano al  90%. Así como de fácil le cayó el poder, así mismo lo perderá. La disposición de la gente a votar es muy alta y dado el rechazo a Maduro, le van a dar hasta con el tobo. Otra cosa es que el gobierno se defienda como un lobo herido y pretenda negarle a la nueva asamblea el ejercicio pleno de sus derechos, que pretenda que esta asamblea moribunda, en la segunda quincena de diciembre, le otorgue una habilitante a Maduro para que gobierne todo 2016, sin el necesario control legislativo, tal como si no hubiese pasado nada: los ministros no acudirán a las interpelaciones, los colectivos bloquearán el acceso a la AN, la Sala Constitucional saboteará la labor legislativa de la Asamblea y Maduro nunca firmará el ejecútese de las leyes aprobadas.

En ese escenario, un pueblo crispado por la burla frente al desconocimiento de los resultados electorales y acicateado por el hambre, la inflación, la escasez y la inseguridad (se están volviendo rutina los casos de linchamiento), puede generar olas de protestas que hagan tambalear al régimen. De manera que el gobierno, si tiene un ápice de inteligencia, le correspondería lograr un pacto político con la oposición. Claro, eso supone cierta cordura que nunca le hemos conocido al régimen, por lo cual esto es improbable. Así las cosas, no pinta bien la paz social de Venezuela en 2016, año en el que ojalá que se produzca el cambio que el país necesita, para enrumbarnos hacia una transición ordenada que logre recuperar la gobernabilidad, la estabilidad política, el rumbo económico y la normalidad en el funcionamiento de los servicios públicos.

No falta mucho para las elecciones legislativas del 6 de diciembre, sin embargo hay una calma chicha que espera ser drenada con el ejercicio del voto, como se resuelven en democracia los problemas políticos. Hay grandes esperanzas en estos resultados que deben marcar el inicio del fin de la era chavista.



Miguel Méndez Rodulfo

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