Por Gustavo L. Moreno V., 30/10/2015
Estamos entre fuerzas que pretenden arrasarnos. No son nuevas, son las
de siempre en la historia del mundo. Tal vez desconocidas para nuestra
cotidianidad nacional, o tal vez subestimadas en nuestro andar, pero que hoy se
revelan con todo su poder y parece que nos aplastan. Nos preguntamos: ¿dónde se
escondía tanta miseria, tanta avaricia? Desde las colas para pañales hasta las
declaraciones de cualquiera de estos personajes del gobierno; desde los videos
del fiscal Franklin Nieves hasta las mezquinas disputas de la MUD y los
partidos de oposición por las candidaturas para la Asamblea; todo parece un
circo, una reunión de borrachos en donde nadie encuentra la llave para salir.
Por supuesto, dentro de este panorama, la desesperanza parece ser la
constante. Las conversaciones en la calle, en las colas, en la farmacia, en los
espacios de trabajo se repiten. ¿Nos vamos o nos quedamos?, ¿esto pasará algún
día?, ¿hasta cuándo tanto desastre?, ¿lo robaron?… ¡gracias a Dios que no lo
mataron!. ¿Sabes de alguien que me consiga penicilina?; ¿tienes arroz?… te lo
cambio por uno de azúcar; y así sale el sol y se oculta el sol, y nuestros días
se van en una interminable desolación.
Sin embargo es esa desesperanza, tan difícil de evitar, la condición
que hace posible que estos que nos gobiernan sigan en su avanzada
revolucionaria hacia la destrucción del país, para arrebatar de las ruinas lo
que tanto esfuerzo costó construir por particulares y por el propio Estado
Venezolano. Y digo “arrebatar” porque cuando no se sabe hacer nada bien sino
pelear, la única manera de tener las cosas es arrebatándolas. Y esto es lo que
hemos visto durante más de tres quinquenios: el arrebato del país que se construyó,
con todos sus errores y aciertos.
Por supuesto, la desesperanza frente al arrebato es una respuesta
comprensible, humana. Sin embargo, nos urge salir de ella si realmente queremos
reconstruir el país. Nos urge resistir, pero no una resistencia resignada, sino
transformadora, fuerte, que se oponga realmente al totalitarismo, no solo del
poder sino de las ideas; que se oponga a la miseria como fórmula para que todos
seamos iguales; una resistencia firme, que persista. Esa resistencia es un
componente clave para enfrentar este desastre. Resistir dentro o fuera del
país, resistir en las colas, en el trabajo, en las farmacias… resistir,
resistir y resistir. Si uno se cansa, que descanse y lo ayuden para seguir
resistiendo. Y en esa resistencia nos encontramos con el otro, salimos de
nuestra depresiva mismidad y nos vemos en “el de al lado”. Empezamos a
reconocer que el del barrio, el de la urbanización, el obrero, el profesor, el
joven, el viejo, el chavista, el opositor, el que se fue y el que se queda, en fin,
todos estamos resistiendo. La resistencia se hace fuerte, cuando se teje a
través de redes construidas en nuestro encuentro con “el otro”, con el
distinto, entonces el poder se encuentra con una muralla, que por más que
golpee no logra derrumbar.
Por esta razón, luego de unos meses sin escribir para PolitiKaUCAB,
vuelvo ahora con una columna a la que he querido llamar “Resistencia
Ciudadana”. Tal vez un nombre algo común, pero totalmente pertinente en estos
tiempos que parecen desolados. Tenemos que resistir… tenemos que estar juntos,
y cuando digo juntos no pienso necesariamente en el espacio sino en el
“sentido” de este momento por lo que atravesamos; tenemos que construir redes
para convertirnos en una muralla con la que se estrelle el poder. Tenemos que
ser la fuerza que se opone firmemente a que la desdibujen, a que la arrasen, a
que la arrebaten. No hablo de violencia, hablo de fuerza; la fuerza que da el
encuentro con el “otro”, el recuerdo de un país que llegamos a ser y que sí es
posible reconstruir, aunque nos quieran borrar la memoria. Un recuerdo no con
añoranza del pasado (que pensar en que volverá es otra importante trampa a la
que debemos resistir) sino como posibilidad de futuro. El país cambió, nosotros
cambiamos, y desde allí, viendo lo que hemos sido capaces de hacer en otros
tiempos no tan lejanos, encontrarnos y construir el país posible.
El proyecto para este espacio es reflexionar sobre las dimensiones de
la resistencia, no desde una narrativa académica, sino experiencial; subjetiva,
más lírica que épica, más literaria que política. Sin pretensiones de verdades,
sin decir qué hay que hacer o qué no hay que hacer, porque muchas veces ni uno
mismo lo tiene totalmente claro, la respuesta debe pasar por el encuentro.
Aventurarme a tener una columna quincenal en PolitiKaUCAB, que tiene tal valor
para mí, no es más que querer contribuir con los espacios de encuentro para la
resistencia ciudadana en la que muchísimos venezolanos estamos.
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