Juan Marcos Colmenares* 12 de noviembre de 2015
@JMColmenares
Es importante conocer la historia política de nuestros pueblos, para no cometer los mismos errores y aprender de sus avances y experiencias.
En 1975 muere Francisco Franco, quedando
España afectada por grandes tensiones políticas después de 40 años de una
férrea dictadura. Comienza un período de transición con huelgas y grandes
movilizaciones populares; y la profundidad de la crisis y los
resultados de las elecciones obligan a Adolfo Suárez a poner en marcha una
política de acuerdos y consensos. En 1977 gobierno, partidos políticos,
asociaciones empresariales y sindicatos firmaron los Acuerdos o Pactos de la Moncloa, que permitieron a
España salir con éxito de la crisis y sentar las bases del desarrollo político,
económico y social que han hecho posible la consolidación de su
democracia.
En 1988 Chile protagoniza otro histórico
acuerdo, cuando la Concertación de
Partidos por la Democracia le gana el plebiscito a Pinochet. Después de 17
años de dictadura esa coalición asegura el restablecimiento de la democracia,
con las elecciones que el régimen tuvo que convocar en 1989. El
demócrata-cristiano Patricio Aylwin fue electo presidente y desde entonces los
acuerdos se han mantenido, pues dirigentes y partidos entendieron la necesidad
de deponer sus diferencias a favor del objetivo común: La democracia.
Ambos acuerdos tomaron como ejemplo y se
inspiraron en nuestro “Pacto de Punto
Fijo”, firmado en 1958 por los tres partidos más significativos de la
época: AD, Copei y URD; donde se comprometieron a defender la
constitucionalidad, el derecho a gobernar conforme al resultado electoral, un
gobierno de unidad nacional y un programa mínimo común. Igual que los pactos
anteriores, fue diseñado para afianzar el sistema democrático eliminando el
militarismo, garantizar la alternabilidad del poder y evitar los presidentes
vitalicios.
Hoy la alternativa opositora ha logrado, para
las elecciones parlamentarias del 6D y en torno a la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), construir una causa común entre los venezolanos militantes
de partidos políticos, independientes, opositores y disidentes, descontentos
con la situación del país. Esta unidad electoral será necesario convertirla en
una unidad política y programática permanente, que permita el restablecimiento
de la institucionalidad democrática. La profundidad y gravedad de la crisis
política y económica que actualmente estamos viviendo, nos obliga a poner en
marcha una política de acuerdos y consensos, un pacto de gobernabilidad entre
los partidos políticos, sociedad civil, organizaciones sindicales y patronales;
en donde también estén representados: militares, universidades, iglesias,
gremios profesionales y demás organizaciones sociales.
Ya en 1981, en la XXI Convención Nacional
de AD, el visionario Rómulo Betancourt había propuesto un gobierno de
concertación nacional para hacer frente a la crisis del país, “en el cual estén
representados los dos partidos de mayor auditorio en la nación, representantes
del sector económico privado y representantes de la CTV. Sólo un gobierno con
esa fuerza puede ser capaz de enfrentar los problemas fundamentales que tiene
Venezuela”. Más recientemente, el pasado 27 de
octubre, Eduardo Fernández en representación de tres prestigiosas instituciones
(Fundación Arturo Uslar Pietri, Fundación Alberto Adriani y el Centro de
Políticas Públicas Ifedec) dio a conocer el proyecto “Frente al 2016”: Un amplio
consenso nacional sobre la base de una agenda compartida y un programa de lo que
debería hacer la alternativa democrática para solucionar los problemas
nacionales.
Pero para lograrlo
necesitamos unidad, cohesión y liderazgo colectivo. Esta es una lucha de todos,
que no le pertenece particularmente a nadie y donde el ego personal no puede
estar sobre el bienestar de todos los venezolanos. Dejemos a un lado los
protagonismos, los divismos y los egocentrismos.
*Abogado


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