Miguel González M. 13 de enero de 2021
@migonzalezm
En este recién iniciado 2021, continúa la batalla
política por el control del Estado venezolano.
Lo que ocurre en nuestro país se puede enmarcar en el
contexto global del asedio y estrangulamiento que sufren las democracias en el
mundo y, por supuesto, en Latinoamérica; solo que en nuestro caso, ese
desmantelamiento se impulsa utilizando a la propia institucionalidad pública.
Sin embargo, la batalla política que se libra sigue en desarrollo y no ha
concluido; pues existe una mayoría social que a pesar de su escasa organización
política, aún se resiste al totalitarismo.
La dinámica política nacional sigue bajo la presión
del grupo oficialista que insiste en “apretar las tuercas” al resto de la
sociedad, para imponer su modelo de organización social. Para ello, cuenta con
una infraestructura estatal -que si bien no responde a los cánones y
condiciones de legitimidad democrática-, sirve para alcanzar sus propósitos
políticos cubriendo ciertas formalidades ante la opinión pública nacional y
ante la comunidad internacional. Está todo bien pensado.
En este contexto, la alianza con el componente militar
es vital; tanto para su mantenimiento como para la muy relativa gobernabilidad
que aún preserva la revolución de Maduro. El control absoluto del Poder Público
ha facilitado la creación de redes clientelares con factores privados (legales
e ilegales) que se manejan bajo la absoluta discrecionalidad. Un producto
social directo de esas redes clientelares lo constituyen los llamados
“enchufados”. Los enchufados es el término popular para referirse a aquellos
grupos que obtienen beneficios y prebendas de su relación con la administración
pública y, que exhiben sin decoro los beneficios de su apoyo sumiso
a la revolución, sin ningún reparo ético.
Al margen del sector de los enchufados se encuentra
una muy amplia mayoría de venezolanos bajo la indefensión y la precariedad
económico-social directamente originada por la revolución del PSUV. El
desempleo y subempleo, la hiperinflación, la devaluación, la inseguridad
jurídica y personal (hay zonas dominadas por la delincuencia organizada); así
como la incertidumbre en medio de una pandemia de cuyo tratamiento se sabe poco
y el deterioro generalizado de los servicios públicos básicos constituyen la
dinámica diaria de la población del país y, también el incentivo para que otros
casi 6 millones de venezolanos hayan decido emigrar del país buscando una mejor
calidad de vida.
En el plano político la persecución de la disidencia
ha comenzado este año 2021, sin desmayo ni reparo. Así, lo demuestran las
visitas oficiales a medios de comunicación independientes a los cuales se les
ha sustraído sus equipos de trabajo. Hay además amenazas de
encarcelamiento a los diputados de la legítima Asamblea Nacional y denuncias de
persecución de activistas y defensores de los derechos humanos, lo cual ha
encendido las alarmas de las organizaciones de desarrollo social y de los
movimientos sociales autónomos.
En realidad, la oposición democrática se encuentra
dividida y dispersa; quizás influya en ello la severa precariedad social que
vive la mayoría de la población, hecho que debilita y aleja sus posibilidades
de organización. Al liderazgo democrático se le formulan críticas constantes;
tanto por lo que hace o por lo que se deja de hacer. Al parecer, hay una
campaña contra Juan Guaidó; así como la hubo en su momento contra Henrique
Capriles, Leopoldo López, María Corina Machado o cualquier otro dirigente
opositor que destaque. Aunque sea pintoresco hay una oposición, tan opositora
(y por ende, negacionista) que termina justificando las acciones de Maduro y
descalificando cualquier iniciativa democrática.
Los sectores democráticos requieren una estrategia
política con mayor eficacia política; y esa estrategia pasa por la unidad de
todos los factores. Necesitan también mejorar su narrativa y elaborar un
discurso convincente. Cabe recordar que, la fuerza de los sectores democráticos
descansa en la esperanza de cambio y de mejoramiento de las condiciones de vida
de la población y, esa esperanza requiere un buen discurso. De paso, ¿será
posible, traducir o convertir al Plan País, en una narrativa o discurso
político atractivo y coherente?
Es muy importante destacar que la oposición necesita
optimar su aspecto organizativo. A los demócratas venezolanos les toca asimilar
que la organización interna y el trabajo en equipo son eventos cruciales e
indispensables para afrontar con éxito la batalla política que libran. Los
partidos políticos deben recuperar su organicidad y no solo en el ámbito
nacional; sino también a niveles regionales, locales y micro-locales. Un
detalle vital es elevar la formación de su dirigencia y su militancia. Se trata
de ampliar su visión y capacidad de análisis del país que pretenden liderar. El
trazado del futuro del país también pasa por comprender su historia (política,
económica y social) ¿Qué tal entonces, si se comienza al menos, por una lectura
de Rómulo Betancourt y de German Carrera Damas?
Me permitiré hacer tres comentarios sobre las
organizaciones de desarrollo social (¿o la sociedad civil?) porque hay una
creciente presunción de acentuar la acción de las ODS en el tema político. Esa
presunción puede ser positiva, siempre y cuando, no se pierda la noción de sus
objetivos reales. Además resulta poco serio leer a dirigentes sociales
pontificando sobre la autenticidad de unas organizaciones sociales sobre otras.
Las tres observaciones son las siguientes: i) las ODS son intermediaciones
entre el Estado y la ciudadanía, son canales de participación, ii) las ODS
también son un tipo de organización política (ciudadanas) de la sociedad; pero
eso no significa que sean partidos políticos. Es decir, las ODS no buscan la
administración del poder público aunque sí tratan de influir en él y, iii) en
las ODS es natural que cohabiten distintas posiciones políticas; por ende, hay
una pluralidad de intereses que no son los intereses de sus directivos.
En el anterior contexto resulta relevante también
destacar un conjunto de iniciativas ciudadanas (incluso eclesiásticas) que
vienen trabajando -por separado-, temas referidos a la redemocratización del
país, a la formulación de un Estado Ciudadano o el relacionado con la creación
de instancias de participación federal alternativas. Ojalá, se comprenda en el
seno de esos valiosos grupos de activistas e intelectuales ciudadanos la
fortaleza que brinda el estudio y el trabajo unitario. Hay que establecer nexos
con los grupos vecinales y comunitarios; así como con las organizaciones
sociales.
Por último, el apoyo internacional seguirá siendo
extremadamente importante para el avance las luchas democráticas en Venezuela.
Una buena noticia es que en la comunidad internacional, el liderazgo y
reconocimiento de Juan Guaidó sigue siendo firme. ¿Cómo imaginar cualquier
proceso de encuentro y de diálogo internacional sin la participación del joven
Guaidó y del mayoritario sector democrático que lidera? La era Trump pasó y
llega ahora la gestión Biden. La Unión Europea (UE) y otras organizaciones
regionales mantienen el apoyo al liderazgo democrático venezolano. En tal
sentido, abrir una disputa interna para cuestionar el liderato unitario sería
una tontería.
Miguel
González M
@migonzalezm
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